El centralismo del siglo XXI
En estos días de agosto ha sido propicio en medio de los días de vacaciones universitarias leer y releer algunos textos, artículos y reportes alrededor de Venezuela, su economía, el funcionamiento de su sistema político y particularmente un aspecto medular que sobresale en todos los análisis tiene que ver con el creciente grado de centralización que el Estado venezolano muestra en la última década, paradójicamente en pleno siglo XXI donde si algo caracteriza al Estado a escala planetaria es su alto grado de descentralización y desconcentración. Existe tal vez una regla de oro y es que aquellos países con Estados descentralizados son aparte de modelos eficientes de gestión nacional y local, son sociedades desarrolladas.
Contrariamente a la experiencia o tendencia mundial de transferir el poder al ciudadano, fortalecer las regiones y gobiernos locales donde se vive la democracia y es el ámbito donde el día a día tiene que ver con calidad de vida, servicios públicos, oportunidades de empleo, promoción del desarrollo en función de unos ciudadanos, en Venezuela en la última década registramos cualitativa y cuantitativamente una concentración del Estado a etapas y periodos de antaño.
Cien años después el país repite la historia vivida al inaugurar el siglo XX venezolano con Juan Vicente Gómez, no sólo por tener un gobierno con tendencia autoritaria, militarista y caudillista, sino que volvemos a aperturar el siglo con atraso, con visiones de país, economía y una gerencia que mira al pasado no al futuro, esta centralización aparte del elemento rancio, es profundamente autoritaria, militarista, populista e ineficiente, no sólo al bloquear los recursos, forzar figuras, autoridades, desconocer mandatos, y más aún frenar el desarrollo y dinamismo que venía registrándose en el país en las regiones.
Venezuela ha recorrido tres etapas o periodos en la fisonomía de su Estado. Primero experimentamos un centralismo desde 1958 hasta 1989; posteriormente los venezolanos experimentamos gradualmente un proceso de descentralización político administrativo que la cambio el rostro al país, a las regiones y a sus ciudadanos, esquemas más flexibles y eficientes; la descentralización permitió impulsar y profundizar la institucionalidad democrática, los nuevos liderazgos y demás. Finalmente con la llegada del presidente Chávez registramos un proceso de recentralización que lo que fomenta es atraso, subdesarrollo y el militarismo en la administración de competencias, institutos autónomos, gobiernos locales, programas sociales y demás, todos profundamente ineficientes.
La única posibilidad que tiene Venezuela en el siglo XXI de desarrollo, crecimiento, mejora material e inmaterial del país y su población requiere no sólo institucionalidad democrática, sino además una ciudadanía activa que despegue del letargo actual, y retomar entre otras cosas a la descentralización como modelo y proyecto exitoso frente al centralismo del siglo XXI. Veremos ..
(*) Profesor de la Universidad de Los Andes