El caso Rosales
La historia queda marcada por los hechos de sus actores esenciales. Sean estos Gandhi o Hitler, Boves o Bolívar, Allende o Pinochet, Cristo o Atila, Tomás Funes o el General Gabaldón. En todas las expresiones de lo humano, salvo en el arte y la ciencia, encontramos modelos binarios que expresan de alguna manera y en diversas escalas la tragedia humana que, aquí con los protagonista nombrados, se evidencia y que a riesgo de exagerada simplificación y aún de “machismo” traducen la eterna lucha, el eterno conflicto, terrible por demás, perenne entre el bien y el mal, entre la justicia y la iniquidad, entre la lujuria y la santidad. Buenas razones tenía Santo Tomás en su formalización de los pecados capitales y las virtudes que se reclaman para vencerles, partiendo del supuesto de que hubiere la firme decisión del sujeto o, en su defecto, podemos añadir hoy sin yerro alguno, que la sociedad en su conjunto tenga en sus manos los correctivos necesarios para alcanzar el éxito de la ética sobre la perversidad. En política la lucha es del mismo signo y en sus formalizaciones se reducen a los opuestos democracia-dictadura. Que sea el dictador un caudillo o un César, un monarca o un sargento, la “cualidad” de la dictadura finalmente se reduce a la autocracia, y quien la vive, súbdito, subordinado, esclavo; mientras la democracia tiene como supremo fin poner límites al poder y determinarle su espacio, lo cual significa que es determinar los derechos del ciudadano. En dos palabras, la democracia es el ejercicio del ser ciudadano y la dictadura es la praxis de la violencia para garantizar la sumisión, la ciega obediencia, el ser esclavo.
Imprescindible es añadir que las circunstancias, el contexto regional y universal, abonan favorable o negativamente las posibilidades del autócrata o las del demócrata. Los fracasos de la democracia abonan el éxito de la autocracia, así como la autocracia inevitablemente camina hacia su propia destrucción, bien por la finitud de la vida del dictador, bien, lo cual es esencial, porque la lucha del ser humano de siempre y para siempre, es la conquista de la libertad, bien escoja la violencia revolucionaria bien los procedimientos propios de la evolución política de la ciudanía. Vale decir, alcanzar, reafirmar y perfeccionar la democracia. La democracia para su ejercicio requiere de la ley, la autocracia reclama para sobrevivir la arbitrariedad. La intensidad de la dictadura se mide por la concentración del poder, mientras la cualidad de la democracia en su racional limitación y, en consecuencia, la socialización de su ejercicio. Oportuna es la sentencia de Marx, para ayudar a comprender su ideario de una verdadera democracia. Superada todas las alienaciones, la verdad suprema de la democracia se resume en las sentencias de “de cada cual según sus capacidades y a cada quien según sus necesidades”. Y, en esta otra, “la Educación popular por parte del Estado” es absolutamente inadmisible. Es el Estado el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa (Critica del Programa de Gotha).
En este marco debe estudiarse la actitud de Chávez contra Rosales. Presumo que todo venezolano encadenado vio los reiterados gritos, en expresión de desbordada rabia, del presidente. Rosales, desgraciado, corrupto, mafioso, ladrón, etc. Te voy a meter preso. La creación de la La misión rosales va preso, vociferada en tono de odio desde Maracaibo y otras más asquerosas expresiones son parte del prontuario que incluirá la historia para su mejor juicio. Y luego de estos desahogos de su histeria, porque hay algo de ella en la conducta de todo autócrata, sus súbditos y secuaces procedieron a su ejercicio de esbirros, unos, mujiquitas, otros. La obediencia de la AN, la diligencia de la Fiscalía, la abyección del TSJ, la reiterada difamación en los medios de incomunicación y manipulación sin límites del gobierno, secuestrados al Estado para ponerlos al servicio exclusivo del presidente, ponen al desnudo cuanto ya todos saben: el estado de derecho se sustituyó por el feudo del autócrata. Rosales ha sido condenado a priori, porque es palabra, voluntad y decisión del autócrata deificado. Las formalidades elementales de la democracia desaparecen para dejar a plenitud el ejercicio de la arbitrariedad y de ese modo complacer y satisfacer el mandato del presidente. Todo lo demás es una grotesca farsa, cuyos actores muy menores, tienen su propia historia, viven su propia histeria. La renuncia absoluta, por ejemplo, de Rodrigo Cabezas a sus principios claramente formulados en el Proyecto Lago, titulado “El Zulia en la Constituyente, iniciemos el debate de ideas”, dan cuenta ya no del don de la ubicuidad que caracteriza su historia personal en sus viajes por entre los partidos y grupos de la izquierda en el Zulia, el país, y que yo –en uno de mis graves errores – traté de justificar ante las constantes críticas que reiteradamente se hacían a sus aptitudes para la diversidad militante, porque consideraba que formaban parte de su evolución teórica, y mucho mas que ello porque constituían agresiones a su condición humana, sino también esta renuncia es la expresión de su propia negación como ser crítico, como ser demócrata. Del profesor Isea todo quedó dicho en mi texto anterior, y que usted puede ver en Analítica. 64.207.147.4.
Asumamos que Manuel Rosales no sea seráfico, no sea santo, que no esté libre de pecados, pero su impiedad, sus pecados, han de ser probados, demostrados, según los métodos, modos, principios del derecho, del respeto a su condición humana, a su familia, al pueblo, y luego sentenciado o absuelto según los resultados verdaderos de las demostraciones. Este procedimiento constituiría una lección moral: la justicia por encima de lo circunstancial, la justicia derrotando al poder. La condena a priori es ajena a la ética, es ajena al derecho, es ajena a lo más elemental de la cohabitación. Hacer cuanto se está haciendo sólo demuestra la existencia real de una autocracia y la total negación de los principios fundamentales y texto de la Constitución. Poner la ley al servicio del gendarme supremo de la revolución es un mecanismo que solo en el nazismo alcanzó sus mayores crueldades, sea el nazismo de Hitler, o el de Stalin, cuya única diferencia entre estos dos modelos, en el plano ético político, la constituye en que el estaliniano es una religión atea, mientras el nazi es una religiosidad montada sobre el mito.
Y, por ahora y a riesgo de mejores análisis, en Venezuela se acelera un modelo sui generis que pareciera articularse sobre las dos arriba señalados: el nazi y el estaliniano. Nada más lejos de una revolución que la concentración del poder en un líder, nada más lejos de una revolución que un mesías sin credos ni principios, sin antiguo ni nuevo testamento. La tarea de demostrar esta afirmación es bien sencilla. Si, condición necesaria para la conquista del socialismo científico, en términos de Marx, de la sociedad del futuro, el comunismo, es el control del ciudadano sobre el Estado, primero, hasta la desaparición de este, como la etapa final y pudiera allí el hombre hacerse humano plenamente, enteramente humano, segundo, el camino seguido por Chávez es inverso. Es el retroceso a formas tribales, es la mas pura mimesis de las relaciones salvajes. Es el rey león al cuido de sus hembras. El estado moderno burgués con sus innegables y maravillosas conquistas (otra vez, Marx lo reitera miles de veces), entre ellas la creación de una clase y de una consciencia capaz de superarlo, no genera el Estado socialista sino que nuestro presidente va al absolutismo autocrático, que lleva implícito la negación de toda crítica. Y en ese espacio, la razón se sustituye por la pasión sin requiebros ni limites. Es pasional la actitud del presidente respecto a Rosales. Es por una parte, el miedo porque en Rosales ve sus propios límites, pero, por la otra, porque su miedo surge del horror a perder su liderazgo cesarista a y mesiánico.
Así como Stalin y Hitler, con el perdón que estos deben darme por la analogía, Hitler pintaba bien en su infancia, escribió formalmente muy bien, dio coherencia a su ideología, inventó un mecanismo de propaganda aún único en el mundo, Stalin aportó algunos trabajos elementales sobre lingüística, el estado, las naciones que aún son referencia obligada del pensamiento critico para poder comprender bien cuanto hicieron y por qué fue posible que tuviesen éxitos y así comprender sus derrotas también, pero como ellos incurre en el mismo error, creer que la historia son ellos, que la verdad era cada uno de ellos, que el camino era el que trazaban ellos. Chávez cree eso de sí mismo como aquellos creyeron de sí y en su camino buscará decapitar a todo aquel en quien encuentre el retrato de su propio miedo. Los psicólogos, psiquiatras, sexólogos, ayudan a comprender este tipo de enfermedad que por comodidad llamo la esquizofrenia del poder: asumirse y establecerse como ser necesario y único, omnisapiente, por encima del espacio y del tiempo, infalible y permanente, cuando no inmortal, en la cima del mundo. Y desde esta falsa posición ve al mundo a sus pies, convertido en aldea y él en amo. Y en ello está, como en todo dictador, su fracaso. ¿Cuánto tiempo? No se, pero estoy seguro que ocurrirá exactamente cuando la gente le crea al niño que grita, el rey está desnudo. Cuantos Rosales requiere la antropofagia del César, muchos, pero, a fin de cuentas, en cada ciudadano consciente, en cada ciudadano que crea en el Niño, tanto en el de Andersen, que vio al rey desnudo, cuanto en el Niño Jesús, que sacó a los mercaderes del templo, pues hay y habrá un permanentemente Rosales de donde brota indetenible la libertad.