El bitoquiao
Nuestros anteriores presidentes tuvieron todos los defectos del mundo y nos trajeron como dije, hasta este cruce de maldiciones; pero aunque me haya opuesto vehementemente a todos, recuerdo su dignidad para dirigirse a los ciudadanos, uno sentía el respeto al cargo y a quienes le oíamos…
Ese está bitoqueao se decía. Recuerdo ese mote de por allá, perdido en la memoria de mi infancia. Era un término para designar al patiquín que regresaba al pueblo, bien vestido, con suerte mejorada, que se le distinguía con no pocas envidias desde el grisáceo colectivo, de quienes dormitaban la eterna solana de sus vidas hundidas en la ruralia y chicaneaban al que se ponía en unos reales o a una fulana humilde que se conseguía un musiú y decían de ella «esa negra esta bitoquiá»… o se bitoquió.
No lo busquen en el diccionario, debe corresponder a esos criollismos que hacían de pleonasmo de algún otro término heredado del español antiguo. Como el «agóra» de los campesinos, que se creía era un término que denotaba incultura y no sabían los que así pensaban que es el «ahora» del antiguo castellano. Por mi parte lo vine a saber cuando tenía 19 años y «asomao» entre brasileños cultísimos, en 1967 en su exilio en Chile, les oía una y otra vez su «agora» portugués, que debió quedarse anclado en su lengua, pariente cercana del gallego, que hacía de frontera de tránsito con el castellano y que mas allá se transmutaba al catalán, antes de perderse en los sonidos ya completamente diferentes del francés, el italiano en todos sus dialectos y hasta el rumano, hijos todos del latín.
Cuando vi a Chávez interrumpirse en medio de una complicada arenga filosófica, con esas recaídas locoides en nimiedades repentinas, propias de sus discursos, que se supone van dirigidas al gran publico del que se busca empatía, para luego seguir la pieza oratoria, que se supone solemne por ser la alocución de una proclamación de inicio de mandato, divagó sobre su nueva y rediseñada banda presidencial, terciada a la izquierda y con su caballito del escudo corriendo al revés del anterior, como gran cambio histórico.
Abundó que pensó «ponerse dos como Pancho Villa», muchos no le captaron, o el mismo se confundió en sus enrevesadas imágenes de recuerdos de fotos de chapas de libros, que se refería a las dobles cananas de balas en X de bandolera, que acostumbraba llevar el revolucionario mexicano pero sobre todo, el también legendario Emiliano Zapata.
En ese instante se le encasquillo en los recuerdos aquella ranchera «el día que a mi me maten que sea de cinco balazos y estar cerquita de ti, para morir en tus brazos y escriban sobre mi tumba mi último adiós con mil balas ay, ay, ay,».
Lo que no sé es donde va la segura mención a las dobles cananas, las mismas de Villa y Zapata…. Y siguió el discurso jugueteando con la banda, pero poniendo la cara del que se regodea en los sueños por fin logrados de sus imposibles, pidiendo formalmente nada menos que la reelección indefinida.
Se le notó allí… fugazmente esa gesticulación que delataba su psiquis detrás de sus rictus, que asaltaban a cualquiera que le viera con la misma aprensión …fue allí donde vi el rostro del BITOQUIAO.
Tenía delante a su madre y por enésima vez se «tongoneó» ante ella después de sus improperios contra los obispos y dijo algo así como: «Elena se estará diciendo que muchacho tan malcriado», en otro desliz de fuga a la nimiedad, mientras calibraba su próxima andanada.
Que cosas curiosas tiene la historia de las naciones. Pensar que otro futuro novelista, como hizo Herrera Luque con «En la Casa del Pez Que Escupe el Agua» que él citó, mas adelante escribirá de esta etapa de nuestras desagracias nacionales, quizá sobre el BITOQUEAO, que dirigió esta informada patria, de tantas potencialidades arruinadas, por la mas crasa de las incompetencias de sus jerifaltes improvisados, que llegaron «a la silla» por un caprichoso azar del destino.
Sigamos pues en esta «cura de burro», acepción de expresión sinónima de absorber remedios en alta dosis, que hasta con mucho peligro la pobre bestia, digiere para salvarse o morir, victima de algún estrago, aún de su poderoso organismo.
Estamos, no se, si al final o en el medio de la cura de burro que nos impusimos, a partir de las indolencias que trajeron a los BITOQUEAOS de ahora que son una versión muy desmejorada de los bitoqueaos de antes, de otros intentos ya muy lejanos, por echar a andar esta república, a partir de la sabiduría de la chancleta.
Aquí estamos, otra vez como en los tiempos del liberalismo amarillo, con quienes se ufanan que gobiernan los «pata` en el suelo». Sin llegar siquiera a percatarse por supina ignorancia, que con la centésima parte de nuestros recursos, otros países, en este mismo trayecto histórico de siglo y medio, borraron hasta de la memoria el pasado de indigencias de sus propios «pata` en el suelo.
Me resulta inconcebible, pero volví a verlo, que siguen glorificando y permitiendo que se pare frente a nosotros, en la hora de las comunicaciones televisadas en tiempo real para los confines del mundo, a alguien que nos dice, repito, en nuestra propia cara, que el va a reelegirse indefinidamente, porque él es el propio pata` en el suelo, el bitoqueao, que tiene la cura de burro para este país, al que Elena le amargó su infancia sin amor, para la que ahora él en venganza, echa los chistecitos y lanza sus ocurrencias, maceradas en medio de los topochales de Sabaneta de Barinas y de las que ahora diserta, desde el mas alto podio de la república.
Cavilando sobre estas enormes impropiedades, como dijera Clinton del cuento del tabaco con la Mónica Lewinsky, llegué a imaginarme yo mismo en ese podio del hemiciclo federal, echando el cuento de un campesino llamado Don Crucito Tejada a quien su mujer, Josefa, se le murió atragantada de casabe y ante el sentido pésame de cada amigo: «lo siento Don Crucito», » Lo siento compadre Crucito» él les respondía suspirando y compungido, «el casabe jode amigo», «el casabe jode» y apenas reteniendo el llanto, cuando vinieron a avisarle que a la comadre había que meterla en la urna atinó a decir, con la cara ladeadita y viendo el cadáver con conmiseración… «y pensar compadre que…» (sigue algo que la implacable censura familiar no me deja publicar)
Como podrán imaginar , me asaltó un rubor, de solo pensar que uno pueda usar una ocasión como esa, para contar anécdotas, hay que ser sencillamente desquiciado.
Llueve y escampa decía el último que vino de los Andes, que nos metió en no pocos de estos líos que todavía padecemos y que cuando intentó corregirlos, vino este bárbaro «bitoqueao» y reventó todo, como expresión de las mas mezquinas razones que pueda tener alguien, para hacerse del poder, con las complicidades de los mas mezquinos aun, que le abrieron paso hasta ponerle la primera banda.
Nuestros anteriores presidentes tuvieron todos los defectos del mundo y nos trajeron como dije, hasta este cruce de maldiciones; pero aunque me haya opuesto vehementemente a todos, recuerdo su dignidad para dirigirse a los ciudadanos, uno sentía el respeto al cargo y a quienes le oíamos, porque he de decir que nunca sentí la vergüenza de ver en el mismo podio, a quien logra hacerte reír, como recurso desesperado y nervioso de nuestra psiquis, para no llorar. Porque a veces es lo que provoca, al ver perderse nuestra vida y futuro, sobre todo el de los humildes atiborrados de esperanzas por marchitarse, que le hacen de soporte político, aunque sea transitorio. Y solo frenas el llanto al asaltarte la indignación de ver aplaudiendo a toda la alta casta de los burócratas de la Burguesía Roja reunida, quienes, ahora lo sabemos por el sapo Tascón, llegan a ganar 28 millones de Bolívares mensuales, y se dieron aguinaldos de 150 millones, con razón andan también BITOQUIAOS.