Opinión Nacional

El autobús y la guagua

El escenario electoral presidencial actual evidencia que el próximo 7 de octubre habrá un nuevo gobierno nacional el cual se elegirá mediante el sufragio mayoritario de los electores venezolanos hacia la opción de Henrique Capriles Radonsky.

Sin embargo, del día de hoy a la fecha de las elecciones presidenciales serán muchos los obstáculos que impondrá el candidato del oficialismo a su adversario bajo la tesis de frenarlo a toda costa.

La estrategia del actual gobierno nacional se concentra en evitar el crecimiento de la candidatura de Capriles más que impulsar la opción de su candidato, cuya definición luce incierta dada la gravedad de la enfermedad de Hugo Chávez Frías, un quien insiste en ser el abanderado pese al avance del cáncer.

Para detener a Capriles, la estrategia es crear dificultades que abarcan desde crear un clima de miedo, profundizar la división entre ellos, la MUD – “los malos” y nosotros, el oficialismo – “los buenos”; evitar el financiamiento de instituciones y particulares a la campaña; divulgar encuestas pagadas, tergiversadas; y jugar con el “coco” del Golpe de Estado, entre otros obstáculos.

En la medida en que crece la opción de Capriles Radonsky aumenta la presión y los aires de derrota del gobierno nacional debido a que esta vez tiene la gran dificultad de que se le acabó la pólvora, es decir, agotó la receta goebbeliana de mentiras convertidas en promesas y se les secó también la fuerza e imagen del candidato sempiterno e invencible.

El oficialismo lucha contra su propia adversidad, contra sus propios demonios quienes se debaten entre mantener la figura de Chávez o sustituirlo por otro, con el problema de quién puede calzarle las botas sin apretar los callos de los diversos sectores en pugna a cuchillo dentro del Partido Socialista de Venezuela (Psuv). De ahí que muy a lo interno crece el caos y la desesperación porque se están mostrando incapaces en detener la estampida de votantes hacia la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

Aumenta la angustia porque la gente dejó de creer en un gobierno nacional con 14 años de mandato – traducido en tragedia – para montarse en el autobús del progreso cuyo conductor es Capriles Radonsky.

En ese automotor caben todos los venezolanos, sin distingo de color político, y el viaje pautado tiene por itinerario la unificación del país, la reconstrucción de la democracia y el crecimiento económico para mejorar los niveles de bienestar de la familia venezolana.

Ahorita, los venezolanos se están subiendo a ese autobús de la esperanza, dejando atrás la vieja guagua cubana con la cual este gobierno nacional nos obligaba a ir en reversa.

 

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