El asalto al Congreso
Todo pareciera anunciar que nos encontramos en las vísperas del 24 de Enero de 1848, sólo que en lugar de obedecer a los designios de un Hombre (así con mayúscula) como el Ilustre Prócer de la Independencia, general en jefe, José Tadeo Monagas, las turbas asalariadas de hoy siguen los dictados del súcubo de Fidel Castro que usurpa las funciones de presidente de la República, porque ha tiempo deslegitimó los votos que en 1998 lo elevaron al solio presidencial. Nunca se ha podido emplear mejor el calificativo de „el tiempo del desprecio‰ que utilizara André Malraux, para los ominosos años de la ocupación de su país, que en esta Venezuela disminuida y humillada que desgobierna Hugo Chávez, esta patria entregada sin pudor alguno a los intereses extranjeros, invitados de honor o deshonor al festín de la revolución bonita, mientras se reduce el apresto de la Fuerza Armada que se encuentra casi en estado de indefensión, incapaz de cumplir con sus deberes constitucionales.
Todo está al descubierto, nadie hoy en día puede llamarse a engaño, presenciamos la destrucción no sólo de la institucionalidad democrática, sino del tejido mismo de la sociedad venezolana. Aquel que permanezca indiferente ante esta amenaza tangible y real, no tendrá excusa alguna. Este no es el problema de „los políticos‰, de los partidos o de uno u otro sector social, es de todos, sin exclusión alguna, a lo largo y ancho de la geografía nacional y más allá en la comunidad internacional de todo hombre y mujer que sienta que la libertad es un valor irrenunciable, sin el cual ningún otro tiene sentido.
Los bochornosos hechos del 4 de junio, en los cuales ˆy entre otros muchos desafueros- un diputado oficialista vejó de manera indignante al jefe de la Policía Metropolitana, tildándolo de asesino, con lo cual incurrió en flagrante delito de difamación e injuria, y arengando a las bandas armadas de este gobierno fascista y terrorista, con el propósito manifiesto de que atacaran físicamente al funcionario por el señalado de manera tan irresponsable, vienen a ser la guinda de un largo proceso de degradación y subyugación del Poder Legislativo, que ha discurrido en paralelo con el de las otras instituciones esenciales de la democracia: la judicatura, la contraloría, la fiscalía, la procuraduría general de la República. Quedan en pie, la Iglesia, los medios de comunicación social, los partidos políticos democráticos, los trabajadores organizados, los empresarios que aún no han emigrado, la sociedad civil y el sector institucionalista de las fuerzas armadas. Somos muchísimos más, al menos ocho de cada diez venezolanos, hay que restablecer el Estado, restañar las heridas del cuerpo social, sanar el alma del colectivo, hoy atribulado y confuso. Reemprender el camino.
El llamado profundo, que sale de lo más hondo del magma social, nos impele a aplicar sin titubeos el mandato positivo y esencial del artículo 330 de la Constitución Nacional, restablecer su imperio, reconstruir el país que se deshace no es un derecho que vamos a ejercer, es un deber ineludible, tan ineludible como la vida y la muerte, las mujeres y los hombres de esta tierra libertaria, orgullosa de su historia y de sus héroes, no vacilarán. Venezuela no va a ser la quinceava provincia de Cuba, ni de ninguna otra metrópoli, Venezuela ˆsin apellidos innecesarios- ha escrito con sangre su amor por la libertad y la igualdad, no retrocederá. Nunca más.