El artículo 67
La ilegal y arbitraria destitución de Jorge Barboza, alcalde del municipio Sucre del estado Zulia, muestra hasta cuáles extremos abusivos está dispuesto a llegar el teniente coronel para demostrar que él es el único amo del valle, dueño y señor de los destinos del país.
Chávez se desliza palo abajo en las encuestas y en las simpatías populares. Esta circunstancia lo torna más peligroso. El cacerolazo que le obsequiaron los vecinos de El Valle con motivo de la conmemoración del 27-F, traduce en términos más tangibles los datos que todas las encuestas serias revelan a través de fríos números y complejos trazados de líneas, barras y tortas. La caída en barrena del comandante puede ser que le recuerde la existencia de las inhabilitaciones, método que sirve para pulverizar instantáneamente las aspiraciones de destacados dirigentes de la oposición.
En los actuales momentos nos conviene recordar lo que dice el artículo 67 de la Constitución nacional: “Todos los ciudadanos … tienen el derecho de asociarse con fines políticos, mediante métodos democráticos de organización, funcionamiento y dirección. Sus órganos de dirección y sus candidatos … a cargos de elección popular, serán seleccionados en elecciones internas con la participación de sus integrantes.” (Cursivas mías). El texto es clarísimo: los candidatos tienen que ser escogidos mediante elecciones dentro de la organización a la cual pertenecen y a la cual representan. La Constitución no deja opciones, ni caminos abiertos.
El desafío de la oposición reside en cómo satisfacer las exigencias establecidas en el artículo 67, con el fin de evitar que los canallas del TSJ -de la Sala Político Electoral o directamente de la Sala Constitucional- no cuenten con excusas legales para descalificar a quienes resulten candidatos de la oposición a pocos días de la cita electoral. Además del antecedente de Barboza, existen las dos oleadas de inhabilitaciones impulsadas por ese picaresco personaje que se encuentra al frente de la Contraloría General, y, además, las sentencias del TSJ en el caso de los militantes del MAS que en 2001 impugnaron una elección interna de esa organización porque la dirección surgida en esa ocasión no había emergido en elecciones internas. Igualmente es saludable recordar que más allá de nuestras fronteras uno de los “hermanos” del comandante vernáculo, el señor Ahmadineyad, poco antes de las últimas elecciones legislativas en Irán, invalidó la candidatura de más de dos mil dirigentes de la oposición que aspiraban a llegar al Parlamento. La hermandad entre estos dos personajes podría atornillarse mediante la réplica en estas tierras tropicales del método inhabilitador.
Los más escépticos dirán que en cualesquiera circunstancias el comandante Chávez Frías podrá anular a los candidatos de la oposición con mayores posibilidades de triunfar en la cita electoral, pues para ello cuenta con instituciones tan obedientes como el TSJ, la Contraloría y el CNE. En teoría este señalamiento puede ser cierto. Sin embargo, el teniente coronel necesita legitimar su régimen ante la comunidad internacional. Su imagen se ha desdibujado peligrosamente. Ni los gobiernos más complacientes, ni los periodistas más ingenuos (o más oportunistas) creen ya que Chávez es un líder democrático. Sus rasgos militaristas y autocráticos son cada vez más evidentes. El culto a la personalidad y la paranoia asociada al totalitarismo resaltan con fuerza avasallante. El socialismo del siglo XXI se parece demasiado al comunismo stalinista y al fidelismo del siglo XX (y, en el caso del régimen imperante en la isla caribeña, a lo que va del XXI). Por lo tanto, ante la comunidad internacional, no es lo mismo que la oposición cumpla con todas las formalidades y, a pesar de ello, se le excluya, a que por insensatez o ingenuidad deje de satisfacer los extremos legales, poniéndole en bandeja de plata una extraordinaria excusa al autócrata para que la zarandee.
Yo no he sido partidario de las primarias. Me parece inútil e inconveniente invertir una enorme cantidad de tiempo y recursos financieros en su realización, mientras el país se hunde en los graves déficits creados o profundizados por este nefasto Gobierno. La coyuntura exige que la oposición se coloque al lado del pueblo, lo ayude a organizarse para resistir y pelear porque se modifique el cuadro de miseria y abandono nacional. Sin embargo, estamos frente a un político ladino y artero, que sabe muy bien que el 26 de septiembre se juega su supervivencia en el poder, y que está dispuesto a explorar cualquier ruta que evite el triunfo de la oposición. Victoria que, por cierto, no significa necesariamente obtener la mayoría de los diputados, sino conseguir una amplia presencia en un foro dominado ampliamente por el Presidente de la República durante los últimos cinco años.
La Mesa de la Unidad, que ha trabajado con tesón en medio de enormes dificultades, tendrá que sortear este nuevo escollo. Los juristas que la asesoran cometerían un desliz inexcusable si subestiman lo que dice el artículo 67 y, en consecuencia, no toman las precauciones que la Constitución impone. Ya el CNE señaló que con ese precepto había que cumplir.. De no ser primarias para todos los candidatos, ¿entonces cuál es el método de elecciones internas que lo sustituye?
Los votantes necesitan saber cuanto antes cómo se va a cumplir con el mandato constitucional y cómo van a aplacarse, con argumentos racionales, las voces de quienes continúan pidiendo primarias en todos los circuitos del país. La MU debe insistir en despejar todas las dudas en este terreno.