Opinión Nacional

El arte y la ciencia los grandes ausentes.

¿Cómo pedir a nadie que en este proceso para la elección de gobernadores, alcaldes y legisladores locales, etc., pueda conversar sobre ciencia y arte, ética, si el discurso presidencial es su negación más absoluta, ajeno a toda civilidad, cultor de primitivos instintos, el odio como eje temático, la injuria, la blasfemia, la coprolalia y la deformación de la información histórica como su forma de objetivarse? ¿Cómo hacerlo si los candidatos del oficialismo, grosso modo dicho, son muñecos sentados en las piernas de su ventrílocuo, sujetados por la mano poderosa, sin una sola idea que les sea propia, reducidos a repetir lo que su manipulador sin humor les impone? ¡Cómo, si los opositores están casi condenados a la defensa y en ella muchas veces a recurrir a las mismas armas del lenguaje sobre la base de evitar la vieja tesis asumida por el nazismo de que una “mentira mil veces repetida se convierte en verdad”? ¿Cómo hacerlo ante hechos de proporciones tales, como la inseguridad, su macabra violencia convertida en terror, que ha provocado un estado de ataraxia en cada ser que en esas calles desanda? ¿Cómo hacerlo, pues, si son tantas y tantas las cosas que tanto pesan y ahora mismo, la crisis del capitalismo y su nefasta influencia para el obscuro futuro cada vez más cercano? ¿Cómo ante la sequía que bajo tanta lluvia habita en cada casa y va destruyendo viviendas, según son sus formas de presencia o ausencia en cada espacio? ¿Cómo, si no hay carreteras, transportes, repuestos, mientras se multiplica sin frenos los pecios de las medicinas, las urnas, los alimentos? Los políticos y sus expertos en programas tienen, pues, razones muy grandes para no querer saber nada de ciencia, de arte y de serles estorbo los museos, el teatro, las danzas, la música, el cine, la investigación científica, ya no sólo en sus expresiones abstractas, arte, ciencia, sino en los sujetos, en sus actores y autores y espacios. ¿Qué importa la vida de un creador si, además de no valorar lo que hace, se cree que cualquiera puede hacerlo mejor? O muchas veces, no si peor, si peor hubiere, negar que sirva de algo lo que hacen, que no valen nada y temerosos son de su habla, casi siempre indómita, aun cuando la belleza del arte y de la ciencia, tantas veces, por necesidades humanas pero también de la vida del arte, reclame del silencio de los creadores e, incluso, la complicidad para poder sobrevivir.

Ah!, precisamente por ausencia de ciencia y de arte, el discurso político suele estar ausente a la ética, en primer término y sus propuestas de solución a los problemas, tanto los esenciales del espíritu cuanto los “normales” del medianamente buen vivir, carecen de fundamentos y, necesariamente, tienen que caer en el inmediatismo, en la demagogia, en eso que, sin razón alguna, por ignorancia o mala fe, llaman populismo, en segundo término. No faltan otros, más sabios en sus poses, que se refugian en dogmas para esconder sus incapacidades, esos que andan sueltos rumiando las ideologías que han sido impuestas por las hegemonías y que jamás soportaron las necesarias contrastaciones para probar sus incompletitudes. La libertad de mercado como valor absoluto, como el origen mismo de la libertad y su identidad con la democracia, es uno de esos monstruosos sofismas inicuos. Si los candidatos, en el más amplio panorama, asumieran los problemas que aspiran resolver, con espíritu crítico, científico, ético, las respuestas necesariamente serían menos superficiales. Sean buenos algunos ejemplos. La inseguridad, la indefensión. La salud. El agua, el Lago, EL Guaire. Las salidas, tomadas un tanto estadísticamente, son, más policías mejor formados, mejor equipados con radio, patrullas, motos, etc., y, muy mejor pagados. Se mejora la idea cuando se incorpora a jueces idóneos, un sistema legal más eficaz. Probablemente sea bueno todo esto. Pero el asunto parece ser más complicado. La conducta humana no se mejora, ni corrige o transforma por vías estrictamente represivas, probablemente no sirvan de mucho, sino mediante procesos culturales que tienen en el arte el más eficaz de los caminos. Pero el arte no solo entendido como el centro de la educación humana, como “medio” que hace humano al hombre, sino en la actividad cotidiana de la existencia. Casas, calles, plazas, parques, espacios vivos para el juego, (juego, no deporte!) calidad de servicios, entre otros muchos más que faltan. Pues bien, este conjunto ha de ser armónico y de ese modo crece la libertad como acto de consciencia, lo que a su vez, es la fuente misma de la felicidad. Si se prefiere, de la tranquilidad. No hay espacio en un espacio así para la violencia.

Del mismo modo, la salvación posible del Lago de Maracaibo, Valencia, los ríos que se mueren, Guaire, Cabriales, la respuesta es esencialmente cultural. La fundamentación científica y tecnológica, es la base para la práctica que permita la salvación de las aguas, pero inscrita en un proyecto mucho mayor, en donde la ecología y la ética social, el arte y la cultura popular, su educación, son el “motor” vivo que impulsa ese proceso. Si no se hace práctica esa esencial dimensión humana, ninguna respuesta alcanza validez. En esta dirección es posible un ejemplo final. El modo de las construcciones en las ciudades, me refiero a nuestra situación venezolana, es particularmente criminógena. Son espacios para la represión. Ello vale para las barriadas como para las Villas. En las primeras la arbitrariedad y la miseria procuran ser respuesta a las necesidades elementales pero inmediatas, sin espacio para la vida, y la vida no existe si no se tiene espacio para el goce del espíritu, mientras las villas sirven para ocultar el miedo, más que para protegerse. Y, en general, en el mejor de los casos, la naturaleza se sustituye por las secas, pesadas moles que impiden ver al ojo y los ojos ven porque la naturaleza, el medio, el paisaje los miran. Cárceles en lugar de espacios para vivir y el vivir tiene como su mejor componente la felicidad, o, si prefiere cuando menos la tranquilidad, el solaz, el goce. Sabios muchos se han detenido a estudiar los problemas de las grandes urbes, y la demostración de que en ellas vive la soledad no ha sido difícil comprobar. Que tal vez el único espacio para saludarse es el ascensor y no va más allá el tiempo de los buenos días, mientras en las barriadas, lo único humano que suele observare en las calles son los niños que intentan convertirlas en medios para la realización de sus sueños en sus juegos. Las calles no se conciben como espacios humanos sino como objeto que devoran los autos.

Dados esos ejemplos, volvamos al tema. Ninguna respuesta a los problemas puede darse sin la fundamentación científica, sin la orientación ética y sin la realización estética. Y es de principios que, en este modelo, la historia adquiera un gran papel, cuando menos de orientación. Asumimos que no es posible detener el “progreso”, puesto así entre comillas para advertir que no se trata de la noción de progreso del positivismo, sino más bien del sentido común. De la vida. Bienvenido el cemento en vez del barro, pero éste se hace imprescindible a la teja si se quiere la función de aislante térmico y belleza, y obligada está una cultura a preservar, desarrollar, garantizar la belleza que se objetiva en su historia. Allí esta resguardada parte fundamental de la existencia humana. Pero volvamos. Reitero que ninguna respuesta a los problemas puede darse sin la fundamentación científica, sin la orientación ética y sin la realización estética. Y esto vale para la materialidad, pero adquiere mayor valor aún para el discurso político. Ya hemos tocado eso en reiteradas oportunidades, salvo que ahora damos otra dimensión. No puede exigirse al político que haga poemas, ojalá se pudiera y alguno ha sabido hacerlo, pero, es condición necesaria, la cualidad de su habla si tiene como proyecto la construcción de un nuevo modelo social, de una nueva alternativa o aún preservar cuanto se tiene, por tanto que la palabra que así se pronuncia se fundamenta en la ciencia, se orienta con sentido ético y, finalmente, sea su halo estético el que la haga vivir en el receptor. Que lo ayude a reflexionar y que evite cualquier forma de alienación, de idolatría. Digamos de otro modo, que el discurso político tenga como su mejor fin, la reafirmación critica de la consciencia. Que sea para la libertad y no para la opresión, el dogma, el fundamentalismo, el utilitarismo. Cuando se carece de fundamentación científica, cuando se es ajeno al arte, a la ética, el líder político está condenado a muerte absoluta. Y su vida breve solo permanece el tiempo trágico de su dictadura.

Desde hace tiempo he ido tras los partidos, tras los gobernadores, pero también tras de las instituciones, alcaldías, gobernaciones, Corpozulia, universidades, las iglesias, todos conocen de esos planteamientos porque en diversas oportunidades he consignado en documentos propuestas concretas que pudieran servir de marco a algunas decisiones. Nadie se ha escapado. Aun recuerdo mi única entrevista hace largos años con Di Martino. Hubo testigos de ello, Francisco Delgado, es buen ejemplo. Fracasé. La Gobernación y Corpozulia han sido más sensibles, si no al planteamiento, sí a la realización de obras que en esa dirección puedan ir lejos. En ese empeño ha tocado a Simón, muy particularmente, y al resto de mi familia, incluidos mis buenos amigos, el papel protagónico. Ha habido algunos logros, la FEDA* el FANM*, La Ley de Cultura del Zulia, El reglamento de patrimonio de LUZ, son ejemplos; pero tanto la Ley como el Reglamento, sólo existen en el texto muerto y nadie pone en ejecución su palabra de vida. De aplicarlos, al menos las nuevas construcciones habrían de ajustarse a lo allí dispuesto. El FANM lucha para seguir creciendo, con severos riesgos, pero su timón, Simón, tiene buena mano. La FEDA, ojalá resucite, una vez suelta de las manos de sus verdugos y sepultureros…

*FANM. Festival y Academia del Nuevo Mundo
*FEDA. Facultad Experimental de Arte de LUZ.

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