Opinión Nacional

El aporte de Chávez al desprestigio mundial del socialismo

No es que el socialismo alcanzara buena fama al final de una sola de las experiencias en que desastrosamente trató de aplicarse, pero negar que Chávez ha contribuido como nadie a su desprestigio, rechazo y abominación no sólo es injusto, sino imposible.

Y es que con Chávez nace el socialismo histriónico, circense y cantinflérico, estrictamente radial y televisivo, aquel cuyo jefe y caudillo echa, tanto mano a su vocación autoritaria y violenta, como a una tendencia incontrolable a dárselas de simpático y mostrar que a la hora de soltar un chiste malo, no hay quien le gane.

Claro que en ello lo ha ayudado el desarrollo de las tecnologías de la comunicación propias de la época (de las llamadas TIC), y en particular de la televisión, medio frente a cuyas cámaras y micrófonos Chávez se derrite y despliega unas indudables condiciones de showman que le han permitido hacer de sus 11 años de mandato, no el ejercicio de un gobierno, sino un tragicómico reality-show.

De ahí que, tan pronto se hizo con el poder, Chávez, inventó las cadenas, o mejor dicho, empezó a hacer un uso abusivo de ellas, ya que, permisadas en la constitución como una facultad excepcional de los presidentes para comunicarle al país situaciones de conmoción o de extremo peligro, el teniente coronel pasó a transformarlas en una rutina odiosa y de grave incidencia en el aumento de los trastornos psíquicos que hoy día asolan a un número creciente de venezolanos.

Porque, hay que ver lo que significa estarse preparando para ir al trabajo, digamos entre 6 o 7 de la mañana, y que irrumpa Chávez, sin aviso y sin protesto, en el comedor, el baño, la cocina o el medio de transporte, y que reaparezca a media mañana al salir de una reunión de junta o de ajustar un torno, o al mediodía en la arepera o restaurant donde abreviamos el hambre, y después a las 3 de la tarde en la oficina o la fábrica mientras celebramos alguna idea para mejorar un diseño o la elaboración de un producto, y al final de la noche, al disponeros a descansar y dormir, y, desde luego, cuando ya dormidos, Chávez nos rompe el sueño y grita: “Patria, socialismo o muerte”.

O sea, que todo un “Gran Hermano” que a lo mejor no sabe que Orwell existió y nos dejó “1984”, el “Big Brother is watching you” y “Rebelión en la Granja”, sino un hombre de fuerza tropical, simple y elemental, y apenas guiado por el instinto de mandar, dominar, aplastar, sobrepasar, arrasar y saturar hasta que el cuerpo aguante.

Pero, también, por sobre todo, un abuso, un crimen, una monstruosidad, una tropelía contra la salud, las noticias, la información, la cultura, los deportes, el entretenimiento, ejecutado, además, para dar versiones adulteradas o maquilladas de la historia, contar acontecimientos que jamás existieron, escamotear hechos como el colapso del comunismo y su abominación en el mundo, dar a conocer chambonadas como su amago de invadir a Honduras, insultar a gobiernos y presidentes que no comulgan con las neurosis que llama ideas, o proclamar barrabasadas como que Brasil, Rusia, China, India, y los países escandinavos son países socialistas, el capitalismo es el culpable del deterioro ambiental del planeta y que los Estados Unidos implementó un dispositivo atómico para desencadenar el terremoto de Haití.

Esa no es, sin embargo, la peor parte de la historia, sino que habiendo destruido a Venezuela durante los 11 años de su desgobierno, luego de arrasar con su infraestructura física y reducir a la nada sus servicios públicos, de colapsar la economía estatal y privada a extremos de admitir en diciembre pasado -en uno de sus raros momentos en que se cruzó con la verdad y la aceptó- que “el país importaba todo, o casi todo”, pues Chávez emplea sus cadenas para tratar de convencer a su teleaudiencia de lo contrario, de que Venezuela como nunca ha superado la pobreza, de que bulle en proyectos de construcción de todo tipo, que exportamos e inundamos a los mercados mundiales de mercancías y nos dirigimos en unos pocos años ha transformarnos en una potencia emergente y mundial.

O sea, que este showman puede perfectamente decir que es de día siendo noche, que llueve si luce un sol esplendente, que hay paz donde hay guerra, o que no dijo lo que dijo ayer o acaba de decir, y que todo es obra de conspiraciones de políticos y medios que oyen mal o malinterpretan sus palabras.

El mejor ejemplo, a este respecto, es lo que sucede con el colapso del sistema eléctrico nacional, problemática en cuya solución Venezuela era ejemplo en eventos del ramo desde hacia 80 años, pero que, desde que Chávez asumió la presidencia, entró en un franco declive, y fue dando muestras de inoperancia hasta finales del año pasado cuando se vio obligado a admitir que, algún día del primer semestre del año en curso, el país podía quedarse sin luz.

Y lo que sucedió fue que, atraído por la ilusión de restaurar la utopía socialista enterrada bajo los escombros del muro de Berlín desde diciembre de 1989, y convertirse él mismo en el artífice de su resurrección, pues Chávez pasó 10 años en semejante engañifa, repartió a diestra y siniestra los ingentes recursos provenientes del último ciclo alcista de los precios del crudo entre presuntos aliados y compinches, les ayudó reparar sus colapsados sistemas eléctricos hasta hacerlos eficientes en energía, pero que hoy, cuando el ineficiente es Chávez y ruega que le devuelvan algo de lo que hace unos años les regaló, responden que, a lo sumo, pueden vendérsela, pero eso si, a precios de mercado y, como se dice en criollo, “billete sobre billete”.

De todas maneras, el corolario de la historia no es ese, sino que habiendo pasado una década proclamando que Venezuela tenía la más grandes reservas de gas y petróleo del mundo, y por tanto, él, era el rey del petróleo porque podía cerrarle el oleoducto o el gasoducto a quien se atreviera a desafiarlo, pues el jeque tropical y caribeño terminó clamando por que le vendan energía, o, en el mejor de los casos, se la regalen “por el amor de Dios”.

Y lo está logrando, pero no de Cuba, Nicaragua, Ecuador o Bolivia, sino de una empresa, y del gobierno de dos países a los cuales, Chávez, les declaró recientemente la guerra: Colombia y los Estados Unidos.

Pero no es, por supuesto, la sensación que trasmite, ni la realidad que admite en las cadenas de radio y televisión que ahora son a todas horas y sin límite de tiempo, sino que dice, sin cansarse, que la crisis del sistema eléctrico nacional es obra del fenómeno del Niño (cuyos efectos, todos saben, son muy limitados en Venezuela), o consecuencia de unas extrañas conspiraciones del capitalismo y el imperialismo que y que tienen a oscuras a todo el planeta, menos a los países socialistas, o que están acaudillados por líderes revolucionarios como él.

Ah, y para demostrarlo constituye unos equipos de asesores presididos por un alto funcionario del país record mundial de apagones, Cuba, patria de una revolución socialista que hace 50 años comenzó la destrucción de su economía y de su sistema eléctrico, hasta dejarlo convertido en una tierra a oscuras que prácticamente sobrevive con las ayudas que le envía el teniente coronel bolivariano, como antes lo hacía la Unión Soviética.

O sea, que tribulaciones, ineficiencias, desconciertos y corruptelas que no existen en las cadenas de radio y televisión de Chávez, que son presentadas al revés o como una invención de sus enemigos, y que serían desconocidas en Venezuela y en el mundo sino fuera por que la sociedad democrática le ha impuesto al teniente coronel la existencia de espacios de libertad de expresión que, aunque ya están muy reducidos y tienden a ser liquidados, aun divulgan la verdadera realidad del país en que Chávez experimenta otro colosal fracaso del socialismo.

Y ello basta y sobra para que, en su intento de resucitarlo, Chávez sea el auténtico y definitivo enterrador del socialismo, el hombre que mejor contribuye hoy a su desprestigio y abominación, pues fracasar en la sombra y en silencio porque los comunicadores y los medios son enviados a las cárceles, el exilio y los cementerios, le da algunas alas a la mentira, pero ante cámaras y micrófonos y periódicos y revistas donde el fracaso es reseñado minuto a minuto, hora a hora y día a día, es su liquidación definitiva.

En otras palabras, que el socialismo en su despedida tardía, decadente y senecta no tuvo la suerte de morir en manos de figuras siniestras pero trágicas como, Fidel Castro o Eric Honecker, sino de un histrión tropical, caribeño y cantinflérico como Chávez.

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