Opinión Nacional

El amargo momento que vivimos

A las victimas del 11 de abril, in memoriam

No hay señal más reveladora del Apocalipsis al que hemos sido arrastrados por la irresponsabilidad nacional que esta sucesión ininterrumpida de escándalos, cual mayor, más degradante y obsceno que el anterior. Y nada augura tiempos mejores: penden sobre la integridad, la paciencia y la buena voluntad de los venezolanos dos escándalos descomunales: las revelaciones que verán la luz pública desde La Florida a propósito del caso del maletinazo y los que conocerán la luz del día desde las oficinas del FBI y otras entidades especializadas en el crimen digital. Cuando la olla de Raúl Reyes se destape, la pestilencia del chavismo y el mal nombre de la patria nos cubrirán de oprobio.

Es tal la dimensión de la corrupción, la iniquidad y el crimen sobre los que se sustenta el régimen del teniente coronel Hugo Chávez, convertido para nuestra humillación en Juez Supremo de la República, que terminan provocando la misma sedación hipnótica y cataléptica que provocaban los crímenes masivos bajo el imperio del Tercer Reich. ¿Qué tiempos son estos, se preguntaba con pesadumbre el gran poeta alemán Bertolt Brecht desde su exilio en Dinamarca, como para que una muerte nos conmueva, cien muertes nos estremezcan, pero un millón de muertes nos dejen impávidos? Es el horror paralizante de lo inconmensurable.

El gobierno de Hugo Chávez es el gobierno más corrupto, criminal, sórdido, pervertido e inescrupuloso de cuantos han existido en Venezuela. Pero es tan inmenso el tamaño de sus iniquidades, tan reiterada su falsía, su hipocresía y su maldad, que ha terminado por adormecer la capacidad crítica y reactiva de los ciudadanos. Vivimos bajo la misma apatía con que se vivieran los 27 años de Juan Vicente Gómez, calificada por el gran intelectual Mariano Picón Salas de catalepsia política.

¿Esperaremos, como entonces, por la muerte natural del caudillo? ¿Viviremos 27 años bajo el dominio del terror y la inmoralidad gobernantes? ¿O tendremos la decencia moral y la entereza política como para iniciar un vasto, un gigantesco, un invencible movimiento ciudadano que barra con todo el basural rojo-rojito en que el chavismo, en mala hora, ha convertido a una patria que fuera grande y buena?

Asombra y duele constatar que mientras el país se cae a pedazos y todos nuestros valores y tradiciones se desmoronan, los politicastros que usurpan la conducción de nuestros asuntos vitales se empeñan en un siniestro juego de ambiciones provincianas y mezquinas. ¿Cómo es posible que quien fuera nuestro candidato presidencial y a quien pretendiéramos convertir en el líder indiscutido de la revolución moral y la dignidad de la patria haya decidido candidatearse a la alcaldía de Maracaibo, sin otra intención que mantener su poder feudal sobre el Zulia, boicoteando a quienes tienen todo el derecho de ser los nuevos dirigentes de la región?

¿Cómo es posible que los candidatos inhabilitados desprecien la posibilidad única que les asiste de hacerse a un lado y favorecer el surgimiento de quienes debieran vencer sin dificultad en la próxima contienda electoral para abrirle nuevos senderos a la patria? ¿Dónde y a quién le cabe tanta mezquindad, tanta bajeza, tanta ignorancia?

Hoy, cuando recordamos el maravilloso levantamiento popular del 11 de abril, que una dirigencia torpe y espuria usurpara y un gobierno canallesco respaldado por su camarilla militar reprimiese, debemos volver a levantar las banderas de la autonomía política y la grandeza de nuestra sociedad civil. Y unir esfuerzos para terminar de barrer de la faz del planeta la mugre y la suciedad que hoy nos abruman.

Nadie hará el trabajo por nosotros sino nosotros mismos. Manos a la obra.

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