El ADN del chavismo
Venezuela ha sido un desorden desde los tiempos de Guaicaipuro. Nunca hubo manera de que las indias hicieran trabajar a esos hombres y menos si eran Caribes. Esos se iban a Curazao o Aruba en canoas, como cubanos saliendo de la isla de la felicidad, y así fueron creando otras sucursales por ahí. Menos mal que no había bares, vende-paga o hipódromos por esos días. Nadie hubiese podido sacar a los machos de la tribu de una partida de dominó con conchas de coco o de la playa en medio de cervezas hechas con yuca vieja. Eso es historia y está en la sangre, en el ADN.
Por eso es una falacia el cuento de «tremendo potencial, qué gran país, es que tiene todas las riquezas. Tiene petróleo, oro, hierro, minerales, agua. Tiene de todo. Además, cada vez que descubren algún mineral útil para algo, el bicho existe en Venezuela. Coltan o titanio. Lo que sea». Pero, y eso es historia también, a Venezuela no llegaron los ingleses. Y no es que sean necesariamente mejores, pero al menos hay pruebas suficientes en el mundo para afirmar lo contrario. La toma fue en español. «Hasta logo» fue lo que vino después.
España se apodera. Los criollos se alzan y dan paso al militarismo de Bolívar que todavía sufrimos. El «hasta logo» sigue con 100 años de venezolanos matando a venezolanos. Guerra civil pareja, siempre con el militarismo ahí en la frente. Al comienzo del siglo pasado se instalaron dictadores malucos, desviados y asesinos que siguen bateando, con pequeños paritos temporales, hasta finales de los 50. Arrancan adecos y copeyanos a tratar de armar un país decente, pero ganan los genes, la sangre maluca, la liga matadora entre indios y conquistadores. Los mejores gobiernos, los de El Guri y el Puente sobre el Lago no duraron ni quince años. Después vino la sangre chicha a mandar. Petróleo y descendientes de indios apostadores dieron paso a la historia reciente: más militares y la cultura chavista que no es otra cosa que el indio tirado en la pata de la mata de mango esperando que le traigan la comida, la plata y los zapatos. Y si no me la traes me pongo bravo y tiro flechas. Y quemo cauchos. Y tranco avenidas. ¿Y cuándo me pagas la misión? ¿Y cuándo me llevas la comida al refugio? ¿Y cuándo… ?
Así llega el chavismo a ser gobierno. Y así aspiran a gobernar hasta que los huesos se conviertan en polvo. A punta de ejercer la hispanidad, la sangre, el ADN. Yo te doy, tú recibes, yo te alimento, yo te baño. Y, por encima de todo, tú me agradeces, indio. La fuerza poderosa del chavismo está en el uso descarado de esa fortaleza. Y para eso tienen la plata del petróleo y una inmensa posibilidad de deuda que la pagará quién sabe qué venezolanos y quién sabe en qué años.
Por ese camino andamos.