El adios a un amigo singular
(%=Image(1747822,»R»)%)
Nos conocimos en 1967 en Colonia, la del Rin, República Federal de Alemania. Ambos recién casados y en la medianía de los veinte años. Él emprendía una especialización en Filosofía e Historia del Derecho y yo, profesor asistente de la Universidad Central de Venezuela, era candidato al doctorado en ciencias naturales, en la (%=Link(«http://www.campusgermany.de/spanish/4.30.3.303.html»,»Universidad Albertus Magnus»)%)
de aquella ciudad, conocida también por sus carnavales y su grandiosa catedral. A pesar de su pensamiento político de izquierda radical, la empatía surgió inmediata, tal vez catalizada por nuestras esposas y la ausencia de venezolanos en la universidad con quienes compartir. Inevitablemente las conversaciones se orientaban hacia problemas del país y cómo enfrentarlos, analizados con ópticas diferentes pero motivados por la común energía y pasión juveniles de esos años.
Discutíamos sobre los problemas de género en Venezuela, denominación que en el país se ignoraba; él defendía con calor a la desposeída y abandonada mujer venezolana del campo y del barrio, trabajadora en extremo y presta al sacrificio por los hijos, en contra del cliché preconcebido de fácil y haragana, siendo el problema de naturaleza cultural. En una ocasión me confesó que escribía una novela, la que sería revisada por su mentor en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia, el profesor José Manuel Delgado Ocando, a quien profesaba una profunda admiración. Nunca conocí el destino de aquellas páginas.
Su acendrada pasión venezolanista se manifestó cuando desechó la idea de que su primer hijo naciera fuera del país, por lo cual Ivonne, su esposa, debió volver a Venezuela. Nacida la hija, Ivonne regresó a hacerle compañía. Dos hijas más engrosaron a la familia.
Su desempeño como docente en la mencionada Facultad, coronada como profesor titular y director del Instituto de Filosofía del Derecho, fue siempre diáfana y exigente ante los estudiantes y estimulante hacia aquéllos que destacaban como tales. Su decidido comportamiento en la defensa y práctica de la ética, condición no siempre apreciada y menos practicada no solamente en el medio universitario sino en las instituciones que conforman la estructura y arquitectura del país, molestó en ocasiones a algunos de sus colegas docentes. En cierta ocasión, esto le produjo dificultades con otro profesor de la Facultad, quien llegaría a ser designado presidente del Consejo Nacional Electoral. Me veo precisado a transcribir el texto publicado al respecto por Domingo (%=Link(«http://analitica.com/va/politica/opinion/8185104.asp»,»analitica.com»)%), para evitar distorsiones de los hechos y alejarme de apreciaciones subjetivas. Un texto que descubre su recia e inquebrantable personalidad. “Al Presidente del CNE lo conocemos desde la década del sesenta. Quien escribe cursaba un año superior a éste en la Carrera de Derecho en L.U.Z. Él era un miembro raso de la juventud comunista. Carecía de brillo y de liderazgo. No hacía trabajo político. Pensamos que su militancia se derivaba más de su origen proletario. En ese entonces, yo era Presidente del Frente de Estudiantes Universitarios (FEU)… Entre mis obligaciones estaba negociar e integrar las planchas a las elecciones universitarias. Como no le encontré ningún mérito, nunca lo tomé en consideración…Ya al final de mi vida académica, supe plenamente de la calidad moral del actual Presidente del CNE: Pretendió que incurriera en un acto antiacadémico e inmoral. Fui amenazado con un “Expediente” para quebrar mi voluntad. La historia es larga para comentarla. Una sabia propuesta del Dr. José Manuel Delgado Ocando, en el Departamento de Filosofía del Derecho y Disciplinas Conexas, aprobada por unanimidad, me liberó” (sic). Sin embargo, meses antes ya se había referido a él en otro artículo publicado en la misma revista electrónica (%=Link(«http://analitica.com/va/politica/opinion/1952560.asp»,»analitica.com»)%)
La actual crisis multifactorial venezolana se debe fundamentalmente al irrespeto sistemático de los principios y valores de la convivencia pacífica, la destrucción de la institucionalidad y su sustitución por enunciados y eslogans huecos, que ponen en evidencia tanto el trágico cinismo, la mentira y la falsificación de la dirigencia del régimen como su orfandad intelectual. La sombra de la barbarie se cierne sobre Venezuela. Su democracia es una delgada cáscara que cubre un vacío. Ya se definen en el horizonte las pesadas nubes oscuras que anuncian la tragedia. Tal vez fue el respeto y el apego estructural de Domingo a esos principios básicos lo que le impidió tener acceso a más elevadas posiciones académicas, para las cuales estaba cabalmente capacitado.
Ya jubilado –emérito, como prefería mencionarlo- se retiró a una apartada residencia en San Cristóbal, Táchira, al lado de su esposa. Pero trabajó tenazmente para arrancar del olvido y la desidia general al sur del estado Zulia, particularmente al río Escalante, en una quijotesca campaña que conjugaba la protección del río con su desarrollo sostenible y el de su cuenca. Quizás fue por constatar esa realidad, que recientemente sugería la creación de un partido político “verde”. Se dedicó también a escribir con regularidad sobre aspectos fundamentales y poco conocidos de la vida política venezolana de las tres últimas décadas y al análisis social y filosófico de hechos relevantes de la historia contemporánea de Venezuela. Varios diarios regionales acogieron sus opiniones. La revista electrónica Venezuela Analítica(%=Link(«http://analitica.com»,»analitica.com»)%)
le abrió espacio a sus artículos quincenales. En ellos, que contienen una gran dosis de autobiografía y de denuncia, revela descarnadamente hechos y observaciones que constituyen verdaderas primicias de la actualidad política del país, avaladas por su tránsito por el movimiento político MBR-200 y su responsabilidad fundacional y coordinadora del mismo en el estado Zulia. Así nos enteramos de las solicitudes e intenciones del entonces candidato Hugo Chávez, de las fricciones con Francisco Carrasquero en la Facultad y de sus demoledoras opiniones sobre el mismo, anunciando su incapacidad, en lo ético, moral y organizacional para dirigir al Consejo Nacional Electoral. No le faltó la razón a Domingo en esto último.
Tampoco sería aventurado decir, que nadie ha sido tan atrevidamente diáfano y sanamente áspero en calificar al mencionado personaje, a quien conoció a profundidad: “Son muchas cosas las que tengo en el tintero con respecto a la moral del hoy Presidente del CNE. No me equivoqué, cuando en mi lejana época de estudiante (en que sin necesidades de ningún tipo enfrenté al asesino puntofijismo) excluí, por carencia de merecimientos, al actual Presidente del CNE de las correspondientes planchas universitarias… ¡No se hagan ilusión alguna sobre la honestidad y capacidad del Presidente del CNE!” (sic). Ese mensaje final de alerta es breve, pero hondo y patético, como fatal predicción sustentada sobre el conocimiento de la persona, que seguramente podría dar luz a los analistas para dilucidar hacia dónde se dirigirá la decisión del CNE en la trascendental materia del revocatorio del mandato del Presidente.
Decepcionado, abandonó las filas del movimiento chavista y se convirtió en duro crítico del mismo. Ello me hace recordar al escritor, poeta y filósofo italiano (%=Link(«http://www.solidaridad.net/vernoticia.asp?noticia=616″,»Giovanni Papini»)%)
en su Historia de Cristo, quien después de ser airado ateo y anticlerical se convirtió al catolicismo, transformándose en apasionado defensor de Cristo y la cristiandad.
De regreso en el país pocas veces nos reencontramos, pero quedó en mi corazón la huella permanente de aquellas vivencias juveniles y el conocimiento posterior de su fértil y sólida trayectoria académica y luchas comunitarias. Se apaga una inquieta voz en momentos de zozobra para el país. Calla una pluma cuestionadora y vigorosa, modulada frecuentemente por Ivonne. Un accidente de tránsito ocurrido en solitarios parajes de su Zulia natal bajo sospechosas y oscuras circunstancias segó su vida, en plena etapa de brillante y fecunda producción intelectual y social. Otros le sucederán, pues dejó camino andado. Es inevitable recordar las coplas de Manrique: “Este mundo es el camino, para el otro, que es morada, sin pesar…” Descanse en paz.