El 4-D en perspectiva
Fue en mayo del 2003, si bien recuerdo, cuando le oí a Carlos Blanco decir, por TV, que el asunto no era ganar el RRP para vencer a Chávez, sino vencer a Chávez para ganar el RRP. En estos tiempos está circulando una versión de esa misma frase, acertadamente aplicada a las elecciones del 4D, en la que se expresa que, para ganarlas, primero es necesario derrotar las condiciones del CNE, lo que es muy cierto.
Hasta hace muy poco, era tal la confusión que existía en la dirigencia opositora que parecía imposible el logro de ese objetivo previo. Por ello, en el pueblo opositor se sentía muy mayoritaria la opción por la abstención en las elecciones presidenciales, antes que participar en un proceso reconocido como más que viciado y así a legitimar de nuevo a la usurpación.
En tales condiciones, es claro que se justificaba la abstención si bien, políticamente, este escenario es muy diferente al que existía para diciembre del año pasado, cuando se realizaron las elecciones parlamentarias. Al efecto, el logro de entonces consistió en demostrar al país y a la opinión internacional, la falsedad de un tópico que, como «cliché», se había acuñado y repetido desde 1999, según el cual el chavismo era inmensamente mayoritario y su líder contaba con un apoyo popular arrollador. En diciembre del 2005 acabó con ese mito una abstención electoral estimada por las más serias encuestadoras como cercana al 90 por ciento –y con alto porcentaje de votos nulos entre el 10% participante.
Así feneció – «urbi et orbi » – la primera gran mentira sobre la cual el régimen fue montando todas las demás, desde las de sus «apabullantes» victorias electorales y, pasando por la de sus mayorías «casi absolutas» en la Constituyente y AN, logradas con abstenciones superiores al 50% y gracias al «ingenioso» artificio del «Kino electoral», hasta casi montar su aparato totalitario.
Pero para este diciembre de 2006 la situación era diferente. La abstención pura y simple, esto es, pasiva, no tendría ningún efecto positivo y dejaría, como resultado político práctico, el mismo que dejaron las elecciones del año pasado al facilitar todas las curules al gobierno, pero sin el muy positivo e importante elemento anteriormente comentado, sino el de regalar, graciosamente, todo el poder del Estado en beneficio del régimen totalitario.
Con razón muchos dirigentes, comentaristas y ciudadanos de toda profesión y rango, argumentaban, contra la idea abstencionista, que no se podía dejar tranquilamente que el gobierno comunista, probadamente minoritario y que se ha apoderado aviesamente del poder en Venezuela, pudiera ejercerlo impunemente y de manera formalmente legal, incluso ante la comunidad internacional cuyo margen de actuación a favor del rescate de nuestra democracia quedaría prácticamente anulado.
Pero, por otra parte, el sentido común y hasta la voz del propio honor gritaban a los oídos de los opositores democráticos venezolanos, que no podían avalar, pasivos y ofendidos en su dignidad, unos comicios cuyos resultados ya estaban determinados, pues esto significaría entregar conscientemente sus derechos y voluntades en manos de la usurpación opresora.
En medio de tan confusa y contradictoria situación, profesionales muy dignos y de muy buena voluntad como lo son los miembros de la organización Súmate, ratificaron su propuesta de organizar la celebración de unas elecciones primarias para escoger un candidato de unidad para la oposición. Esta idea, que se expresó como propuesta antes de las elecciones parlamentarias del año pasado –y que entonces acogí como positiva y participé en reuniones a ese efecto- estimo que se debilitó ante la afluencia de personas que manifestaron sus aspiraciones de ser candidatos. Al efecto, ya puesto en marcha el equipo de Súmate en las tareas de concretar su generosa oferta, al menos una docena de venezolanos habían formalmente manifestado su voluntad de presentarse a las Primarias.
En paralelo, la estrategia del régimen se movilizó y su primera acción fue designar un directorio del CNE aún más sumiso a sus designios que el anterior. Este nuevo directorio no vaciló en defender y en acentuar las ilegales y arbitrarias condiciones electorales impuestas abusivamente por sus antecesores. Destaca la insistencia que manifestaron en mantener las célebres «caza-huellas», que fueron suprimidas por el anterior directorio del CNE para «mejorar» la confiablidad de las elecciones del 2005. Claro, el nuevo CNE no hacía más que seguir los dictados del Ejecutivo cuyo propósito no es otro que el de lograr altos índices de abstención que favorecieran la manipulación y ubicación de los millones de votos virtuales que ya han sido inventados.
Con un claro sentido político –que al inicio fue muy mal interpretado- tres dirigentes políticos que contaban con alto peso en la opinión pública, se organizaron, como grupo aparte, con el propósito de alcanzar, con base en resultados de encuestas particulares, un consenso entre ellos para presentar una candidatura unitaria de oposición.
Tenían razón al hacerlo Teodoro Petkoff, Julio Borges y Ramón Rosales:
1º. Porque las Primarias, de haber sido celebradas, hubieran arrojado resultados que, divididos entre tantos precandidatos, darían a los más aventajados cifras entre la segunda y primera decena porcentual y ninguno entre ellos habría alcanzado valores suficientes como para que el pueblo opositor se hubiese sentido efectivamente representado. Podemos imaginar que el más votado hubiese alcanzado, en el mejor de los casos, un 25 por ciento de los votos; varios estarían entre el 19 y el 10 por ciento y otros entre el 9 y el 1 por ciento. Es decir, que el pueblo opositor no habría dado un mandato claro al candidato más favorecido.
2º. Era de esperarse una concurrencia relativamente baja, en proporción al universo electoral nacional, de participación ciudadana en las Primarias. Quizás la cifra no hubiera superado los 2 millones de votantes. No olvidemos que el régimen ha tenido buen cuidado en hacer saber que castiga a sus «enemigos»: el despido masivo y despiadado, violando todos los derechos humanos de la gente del petróleo; las represivas listas de Tascón y Maisanta; son toques de atención –bien apoyados por las «caza-huellas»- para disuadir a quienes, de alguna u otra manera, dependen del gobierno, a fin de que se sustraigan de participar en actos en los cuales puedan conocerse sus ocultas intenciones políticas favorables a la oposición.
3º. De esta manera, el supuesto candidato que venciera con un 25% en las elecciones primarias, apenas tendría el apoyo real de un séptimo del electorado, es decir un 3,4% del total nacional. Una vez más, con cifras que no reflejarían la realidad política del país, el chavismo habría hecho alarde de una mayoría que nunca ha poseido.
En buena hora y con un gran sentido político del actuar político, el triunvirato Petkoff-Borges-Rosales, en gesto que a ellos honra y que revalora el significado de la política como «arte de hacer posible lo que es menester», como la definía el eximio Arístides Calvani, llegó al deseado consenso que, tal vez, no hubiera sido fácil de alcanzar entre la multitud de precandidatos postulados y, así, escogió como candidato de unidad a Manuel Rosales.
PERSPECTIVA ACTUAL
1. Sigue vigente el obstáculo de las condiciones electorales adversas a la celebración de elecciones legales, legítimas y transparentes.
2. La designación y aceptación de Manuel Rosales como candidato único de oposición está despertando gran interés en la población venezolana y no solamente en el pueblo opositor, sino que anima a sectores de los llamados «ni-ni» y hasta incide sembrando esperanzas de mejores condiciones de vida en los sectores del país más deprimidos social y económicamente, muchos de cuyos integrantes apoyaron ilusoriamente al chavismo, en cuyas ofertas demagógicas creyeron y en las que ahora descubren sus engaños y falsedades.
3. El gobierno no va a ceder en lo que respecta a las condiciones electorales que ha impuesto.
4. El gobierno únicamente cederá si movilizaciones del pueblo en grandes contingentes que apoyen a Manuel Rosales, como su candidato, se imponen sobre su voluntad opresora y le obligan a retroceder.
5. El gobierno puede acudir a tácticas especiales para impedir celebrar elecciones, tales como la invención de conflictos internacionales o la provocación de situaciones internas que le permiatn declarar un estado de emergencia para suspender las elecciones y asumir el poder absoluto de una vez y de espaldas a la comunidad internacional.
6. La campaña electoral de la oposición, encabezada por Manuel Rosales, debe ser tal que concite el apoyo de una gran mayoría nacional que pueda hacerse respetar e imponerse sobre el gobierno.
7. A partir del mes de noviembre la movilización popular debe ser masiva y contundente, de manera de poder derrotar al gobierno en todos los terrenos.