Opinión Nacional

El 2014

Hubo otro “año 14” de características parecidas al que se inició hace cuatro días en la siempre tumultuosa historia republicana de Venezuela.

Un “año 14” del cual no se olvidaron fácilmente sus contemporáneos y que todavía medio siglo después provocaba escalofríos, miedos y terrores en quienes lo recordaban.

Fue el año en que la “Segunda República” colapsó en cuestión de meses por la embestida de los llaneros de Boves (la llamada “Legión Infernal”), que, cual furioso huracán, desbarató a los patriotas en todos los frentes de batalla que le presentaron y en diciembre apareció en Oriente, en las llanuras de Urica, para aplicarles la estocada final.

Y pudo haberlo logrado, si no hubiese sido porque una lanza anónima (que muchos después se atribuyeron) dio cuenta de la vida de Boves en su momento estelar.

No hay, desde luego, ningún hilo de cruce, conexión o comparación entre los hechos que llevaron a Boves a desbaratar la “Segunda República”, y su posterior muerte en Urica, ni la Venezuela quintarrepublicana que, muerto su fundador, Hugo Chávez, se dirige a transitar por un 2014 minado de angustias, miedos e incertidumbre, bien porque el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, insista en imponerle al país un modelo económico y político carcomido de fracasos, inviabilidades y actos fallidos, o porque la Venezuela democrática lo obligue a cambiar de rumbo o dimitir.

No es cualquier dicotomía, pues de imponerse Maduro no hay dudas que la República se lanzaría por un abismo de insondable profundidad y extensión, y de triunfar la oposición democrática tendría que emprender la reconstrucción de la nación bajo el boicot pertinaz de los derrotados en fuga.

La gran pregunta es: de no ser viable una solución consensuada que regularice la situación política nacional ¿cuáles serían las vías que tomaría uno u otro bando para imponerle su voluntad al otro?

Definitivamente que la respuesta no es otra que las “no convencionales”, entiendo por tales, cualquier forma de violencia que recurriendo a las armas fuerce al contrario a someterse.

Desde luego que, en un caso, hablamos de un gobierno de Maduro que, asediado por protestas multitudinarias provocaría un autogolpe para borrar con los últimos vestigios del orden constitucional y establecer una “dictadura clásica”, después de la cual, vendrían los paredones de fusilamientos, la persecución y encarcelamiento de los adversarios, o su exilio forzado.

Sería la recurrencia a las violaciones masivas de los derechos humanos, todavía limitadas en Venezuela, por lo menos al evitar su forma más cruel que no es otra que la violencia física, y reducidas a los derechos intangibles como pueden ser la libertad de expresión, la intolerancia ideológica y la exclusión de las minorías.

En otras palabras, que la vuelta de tuerca que tanto Chávez, como Maduro, han esquivado, pero que llegado el momento -también han advertido- no tendrían empacho en asumir.

En cuanto a la oposición, tenemos que convenir que ha sido más cuidadosa en lo que se refiere a declarar cuáles serían los cambios de estrategia que asumirá en caso de ser provocada a la violencia, aunque le resultaría muy cuesta arriba no responder a la violencia con violencia. si es que el rumbo tomado por Maduro es aniquilar a los opositores con “horca y cuchillo”.

Sobre este punto es necesario advertir, sin embargo, que como en otras decisiones de política, es posible que la oposición no aparezca en un solo bloque cuando haya que responder a tendencias gubernamentales por la dictadura pura y simple, y que una parte de la misma acepte el desafío de la violencia, mientras la otra insista que solo a través de lucha constitucional y pacífica, se puede derrotar al régimen.

En todo caso, ya sea que continúe el actual status quo, de relaciones tensas, al borde del abismo, pero no irreparables entre gobierno y oposición; o que la violencia sea asumida por uno de los bandos (o de los dos), año de definiciones, bifurcaciones y conclusiones este 2014, como que es imposible que el madurismo pendule en una crisis cuyo final se acerca o aleja pero no concluye, y que la oposición vea al oficialismo en fase a agónica sin darle el empujón final.

Una Venezuela que sin Bolívar, Boves, el Ejército Libertador, la “Legión Infernal”, La Puerta, ni Urica, vivirá las angustias, incertidumbres y desgastes del año 14 del siglo XIX y esperará que de nuevo otro milagro la saque del laberinto donde siempre la han conducido el mesianismo y la irracionalidad.

Días de ira que pondrán a prueba todo su tesón, todo su equilibrio y confianza en si misma, quizá en el esfuerzo decisivo por demostrarse que tiene viabilidad como nación y como sociedad.

Tal ha ocurrido en los últimos 15 años, cuando fuerzas impredecibles se han empeñado en reducirla a esquemas anacrónicos, a moldes definitivamente desechados por la historia, a un modelo político y económico inviable y utópico, pero no sin que hayan sido enfrentadas y derrotadas en su avance hacia la pulverización del país.

Al costo, es cierto, de perder tres quinquenios que podrían habernos colocado en los primeros puestos del desarrollo regional y continental, en tanto que, por la regresión del marxismo tardío figuramos con Cuba en los últimos niveles de desarrollo.

Una invaluable pérdida que podría haberse traducido en la asfixia de toda esperanza, pero que, a pesar de, nos tiene con una Venezuela viva, palpitante y reactiva que se presta a dar las batallas que sean necesarias para recuperar su destino.

Que podrán sus enemigos -nacionales y extranjeros- usar todos los recursos, todas las herramientas, todas las corruptelas y complicidades para imponernos su coyunda, pero sin que pueda decirse que lo han logrado.

Y mucho menos en el “año 14 del siglo XXI”, donde oponiéndose a las tendencias fundamentales del desarrollo y la civilización, quieren retrotraernos a una religión atea decimonónica, cuyo símbolo fundamental es un caudillo muerto a comienzos del 2013, sin posibilidad de resurrección histórica y cultural y dejado al margen como un traste viejo, mohoso y mutilado, por la Venezuela que clama por el regreso a la democracia y la libertad.

Tal como quedó Boves después de Urica, y mientras la República se reorganizaba, reestructuraba y rediseñaba para crear las condiciones que después llevarían a Carabobo.

Se ha dicho que la reconquista de la libertad perdida duele en cualquier circunstancia, pero sin duda que nunca como cuando hay que rescatarla del pasado.

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