Opinión Nacional

Dudas del gasoducto de la Guajira

Nuestra revolución ha sido fértil generando temas para polemizar, aun para los que como yo nos autolimitamos a los temas económicos y energéticos. Pero hay que reconocer que la semana pasada, después de las visitas de Kirchner y Uribe y los miles de kilómetros de gasoductos resultantes, se rompieron todos los moldes. Si en estos siete años la revolución hubiese sido tan prolija produciendo bienes y servicios como lo ha sido inventando promesas, ya nuestro ritmo de crecimiento superaría al de China y podríamos afirmar que el socialismo del siglo XXI es una realidad.

Voy a quedarme con el gasoducto de la Guajira, que se ve más cercano y es la niña mimada de los presidentes. Uno entiende que a todo proyecto de infraestructura binacional le viene bien una dosis de respaldo político, los presidentes se reúnen y firman una declaración y después los técnicos comienzan a trabajar sobre un terreno pavimentado. Pero este gasoducto adolece de una sobredosis de presidencialismo. Nuestros jefes ya se han reunido seis veces, sin contar los encuentros, casuales o no, que hayan tenido en las cumbres, de las cuales el nuestro no ha pelado una.

Comenzaron a reunirse en 2002, año en que asumió la presidencia el vecino. En diciembre de ese año se reunieron en Santa Marta. En abril de 2003 fuimos anfitriones de Uribe en Macagua, que se ha convertido en el Camp David de la revolución. Recuerden que el colombiano le regalo un poncho a nuestro líder con una referencia a Marulanda. En 2004 hubo dos reuniones, primero en El Tablazo, en julio, y luego nos toco a nosotros visitar Cartagena. En 2005 hemos tenido dos más, en febrero vino Uribe a Miraflores a tratar el tema tragicómico de Granda, aquel guerrillero con cédula venezolana, y la semana pasada, en Punto Fijo, fue la última.

En todas estas reuniones se ha tocado el tema del gasoducto y, sobre todo, después de la reunión de El Tablazo, en julio de 2004, la cosa se puso seria. Allí ambos ministros de Energía y Minas firmaron un memorando de entendimiento y se conformó un equipo de trabajo con la promesa de entregar un estudio del proyecto para el 30 de noviembre del mismo año, es decir, del año pasado. Yo me pregunto ¿Se culminó dicho estudio? ¿Si la respuesta es afirmativa, por qué no se hizo del conocimiento público? En este tema, como en muchos otros, la democracia participativa brilla por su ausencia.

En el ínterin se cambió la ruta y en vez de ir a Maracaibo ahora se dice que irá directo a Paraguaná a través del Golfo de Venezuela, lo que significa un incremento de 100 km., además de la dificultad de requerir un tramo submarino. Se alega como justificativo, que la nueva ruta abarata el proyecto. Vuelven las preguntas ¿Por qué es más barato un gasoducto 100 Km. más largo con un tramo submarino? ¿Por qué no se mantiene la ruta original y se aprovecha el gasoducto Ule-Amuay, que va del Zulia a Paraguaná, y hoy está subutilizado por falta de gas?

Pero quedan más preguntas. En la presentación de PDVSA en el Foro Internacional de Gas y Gases Licuados, celebrado en Cumaná, en febrero de 2004, se estimaba el costo del gasoducto en $130 millones ¿Por qué el estimado actual es de $300 millones? ¿Será por el cambio de ruta, o es un proyecto diferente, o hubo un pelón?

También se nos dice que todo el proyecto lo pagará Venezuela, a la vez que no se hace ninguna referencia a la economía del mismo. Esto genera más preguntas ¿Cómo se recuperará la inversión? ¿Cuál es el compromiso de las partes en el proyecto? ¿Se ha establecido el precio del gas en el origen de Ballenas y a qué precio llegará al consumidor venezolano?

En definitiva, hay más preguntas que espacio. El proyecto es una caja negra y los venezolanos, como accionistas, merecemos explicaciones claras de cómo se usarán nuestros recursos.

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