Opinión Nacional

Domingo negro

Lo leí tantas veces en los correos que se envían por la red. El secuestro fingido, las llamadas de supuestos presos desde las cárceles venezolanos. Creía estar blindado contra esas cosas, pero estaba equivocado de cabo a rabo. Estaba ausente, cortado, inexistente, como es común en este pueblo el servicio de electricidad, razón por la cual había salido de mi hogar. Mantenía una amena charla dominguera en la derrumbada plaza de Turmero, siempre criticada por el abandono en que se encuentra, inclusive por aquellos que actualmente están en el poder municipal, cuando recibí una llamada de mi esposa. “Vente rápido. Secuestraron a la hija de Neyra y ella quiere que la ayudes” ¿Henry López Sisco? ¿Rodríguez Chacín? No, nada de eso; ni siquiera fui asistente de sus asistentes. No se nada en cuanto al combate de secuestros. De todos modos, jadeando, tomé camino a mi casa pero en el trayecto me encontré con Neyra. Demacrada, angustiada, con el celular pegado al oído. No me habló. Solo me hizo señas para que la acompañara. Llegamos a la línea de taxis y en voz muy alta, para que lo escuchara el interlocutor telefónico, le pidió al taxista que la llevase al terminal de pasajeros de Maracay. Neyra seguí pegada al teléfono. Tenía un cuaderno en la mano y se valió de el para escribirme que mantuviese silencio.

-Si señor. Haré lo que usted diga. No le haga nada a mi niña. Por favor, se lo suplico. Está bien. No haré llamadas- Me portaré bien.

Esas eran sus angustiadas palabras. Cortó la comunicación pero inmediatamente recibió una nueva llamada del presunto secuestrador. Nuevas promesas por parte de mi amiga. Volvió a cortar la comunicación, momento que aproveché para que me explicara. Brevemente me narró los hechos. En razón a un anuncio colocado en el diario Ultimas Noticias donde ofrecía en venta una parcela recibió la llamada de un supuesto interesado. La persona le dijo no saber como llegar a la residencia de ella, agregando que tuvo muchos problemas para comunicarse a su móvil por lo que le solicitaba el teléfono del domicilio, el cual le fue suministrado. Finalizaron la conversación concertando otro lugar para un encuentro más fácil. Tras esto, Neyra salió de su casa para la reunión pactada. Minutos más tarde comenzaron sus momentos de terror. Claro; fue una sensación de delito más no un delito, como expresaría –si no me equivoco- una inteligentísima funcionaria gubernamental para desmentir las denuncias de los medios de comunicación en cuanto a esas acciones se refiere.

-Su hija está secuestrada. La tenemos en una casa. No te comuniques con nadie porque lo sabremos y la quebraremos. Vente al terminal de pasajeros de Maracay para que lleguemos a un arreglo.

Esas eran las palabras repetitivas del delincuente. Perdón, del “sentimiento de delincuente” para ser conteste con la exitosa funcionaria pública. Aproveché, como expresé antes, el cese de la conversación para convencer a mi amiga de su error al hacer caso de las instrucciones del interlocutor e ir a donde le indicaba. La convencí de que lo mejor era acudir a las autoridades, consejo en el cual recibí valiosa ayuda del taxista. Llegamos a la sede del CICPC. Un atento funcionario nos atendió. Neyra en su desesperación le pidió que alguien de ese cuerpo la acompañara al lugar de la cita, ante lo cual recibió como repuesta la inexistencia de funcionarios para tal función. Yo ingenuo como de costumbre, le pregunté la razón. Respondió que solo tenían una unidad, ocupada en ese momento en la investigación de un homicidio. El funcionario intentó comunicarse con la oficina del cuerpo en Maracay pero no pudo establecer contacto. Le pregunté sobre el “comando antisecuestro” y contestó con evasivas. Pidió información sobre como ocurrió el secuestro y al narrarle mi amiga los hechos, sonrió y le dijo que no se preocupara. Que eso es un modus operandi engañoso muy en boga. Le solicitó el número telefónico de la presunta secuestrada. La llamó y obtuvo repuesta. Estaba en su casa, llorando porque a su mamá, Neyra, la habían secuestrado. El delincuente le había aplicado la misma táctica que a su madre.

Es vox populi que este delito tiene sus orígenes en las cárceles venezolanas. Cárceles duramente criticadas en su momento por quienes actualmente están el poder. Cárceles donde ellos mismos fueron huéspedes, claro, en condiciones privilegiadas en comparación con cualquier preso común e inclusive con los comisarios presos. porque hasta mantener relaciones sexuales les era permitido, así como recibir ollas de criollo sancocho por parte de quienes les admiraban, Pero en una década de mando, mas no de gobierno, no han logrado resolver este problema y eso que la seguridad está a cargo de funcionarios para los cuales el honor es su divisa. En las cárceles hay granadas explosivas, pistolas, sub ametralladoras y una amplia variedad de armas blancas que nadie sabe pero si imagina como llegan a los presidiarios. Igualmente los teléfonos móviles abundan y son utilizados para cometer delitos como el que he narrado en líneas anteriores. ¿Será que no hay autoridad para someter un presidio? De ser positiva la repuesta, el gobierno debería designar a alguien más competente para dirigir a los efectivos que vigilan esas instituciones. Particularmente propondría a ese coronel de la Guardia Nacional que comandó con valentía y que arengó con énfasis la tropa a su mando para que demostrase su capacidad atacando a los indefensos manifestantes, amén de dar a conocer su fidelidad al gobierno contra el cual protestaban por la impuesta Ley de Educación. Allí si vi ejercer la autoridad, bueno al menos parcialmente, porque los guardias bajo su mando no le obedecieron sacando a la periodista, tal como lo ordenó a través de su parlante portátil.

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