Doctor Merentes
Le quiero comentar, doctor Merentes, que no importa lo que usted diga -o deje de decir- la realidad tiene por hábito imponerse y burlarse de edictos. Y cuando esa realidad es ignorada, impulsa males mayores. Aquí aplica en todo su esplendor la Ley de Murphy, pues todo lo que está mal puede ponerse peor. Si a la escasez sumamos el aumento estrafalario de todo, eso que los economistas diagnostican como una feísima enfermedad, los ciudadanos lo definimos como un sálvese quien pueda. Súmese la tarjetica de racionamiento, y zas, rumbo al despelote.
Usted, doctor Merentes, goza de buena reputación entre tirios y troyanos. Se dice que es ponderado, poco dado a la exageración y los extremos ideológicos. Que es moderado y pragmático. Algo así como un tecnócrata de izquierdas. Su regreso al BCV fue visto con buenos ojos. No estoy empero muy segura que en esos momentos ácidos en los que en una reunión de alto nivel hay que cantar las verdades y dejar de llorarse las mentiras, usted logre convencer a los jefes, en plural pues en este país el Presidente tiene un mandato compartido, de la urgencia de cancelar el estatismo troglodita que nos lleva por la senda de la amargura y nos tiene pelando más que el penado 14. Pero, fíjese, en medio de este penar aparece usted como el único funcionario de alto nivel con la mente lo suficientemente abierta como para comprender que así como vamos la crisis se convertirá en colapso, un escenario en el que ni llamar a María serviría.
No la tiene fácil, doctor Merentes. Se lo acepto. Cuestarriba eso de persuadir a varios de lo imperativo de cambiar el hacer, el decir y el decidir. Que el burocratismo es un cáncer en progreso. Que el despilfarro en templetes es real que se va por el caño. Que seguir endeudándonos hasta las metras nada bueno traerá para el futuro, máxime cuando hemos logrado lo que lucía imposible: convertir a nuestra otrora líder industria petrolera en una del montón.
Pero, ¿cómo se lo digo?, doctor Merentes, algo de fe me queda en usted. No lo conozco personalmente, pero muchos que lo han tratado afirman que es de lo poquito sensato que hay en el oficialismo. Los venezolanos, doctor Merentes, estamos dispuestos a sudar más sacrificios, si y solo si ello es para superar los problemas que nos tienen tomados por el pescuezo. No son nuestros primeros tragos amargos. Pero hay ciertas exigencias comprensibles. Los paquetazos no pueden ser para la mayoría pero exceptuando a esos enchufados que la están pasando bomba. El dólar controlado no puede seguir siendo el manantial para que algunos trajinen y se conviertan en magnates.
Usted, doctor Merentes, preside el BCV. Tiene responsabilidades constitucionales y estatutarias. No se convierta usted en doctor Fausto. Mire que el diablo ya ha cobrado muchas almas.