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Doble honra en lugar de vergüenza y confusión

Al profundizar en el proceso de restauración que Dios lleva a cabo en la vida de cada ser humano que se vuelve a Él, hoy quisiera que nos enfocáramos en la restauración desde el estado de vergüenza y confusión hasta la honra y el honor del cual nos habla el profeta Isaías en el capítulo 61, en el verso 7. Esta es la versión de Reina Valera: “En lugar de vuestra doble confusión y de vuestra deshonra, os alabarán en sus heredades; por lo cual en sus tierras poseerán doble honra, y tendrán perpetuo gozo”. La versión Dios habla hoy nos dice: “En vez de su vergüenza, mi pueblo recibirá doble porción de honor; en vez de deshonra, se regocijará en su herencia y así en su tierra recibirá doble herencia y su alegría será eterna”. Y la antigua versión Jerusalén lo traduce así: “Por cuanto su vergüenza había sido doble, en lugar de afrenta, gritos de regocijo fueron su herencia, por eso en su propia tierra heredarán el doble, y tendrán ellos alegría eterna”.

La restauración es el proceso mediante el cual se repara el deterioro sufrido por una estructura. Durante la reparación se restablece la estructura a su condición anterior al daño, conservando su esencia y tratando de llevarla a la gloria original. Sin embargo, en las manos de Dios, la restauración no solo pretende llevarnos al estado antes del pecado, sino mucho más allá, al estado que Él pretendió desde el principio, y que en la visión neotestamentaria, llamaríamos “la medida de la plenitud de Cristo”. La restauración de Dios en el corazón roto por el pecado se convierte en un diálogo íntimo entre Dios y su nuevo hijo (a) para devolverle mediante su Palabra su esencia original. Cada pincelada de Dios no solo restaura el daño físico sino que devuelve al espíritu la honra de la creación divina en el Edén. La restauración es un proceso minucioso que está íntimamente ligado a la comunión de cada ser humano con Dios.

Por una parte, la palabra Confusión proviene del latín confusio, que significa “mezcla, desorden”. Deriva del verbo confundere (con= junto, fundere= verter), que originalmente se refería a mezclar algo hasta que los elementos fueran indistinguibles. Implica desorden, pérdida de claridad o dirección. Aquí podemos ver claramente lo que sucede cuando caminamos alejados de los mandamientos de Dios. El ser humano se mezcla absolutamente con la naturaleza caída, de desorden y oscuridad; entonces, ineludiblemente, experimenta un estado de confusión. Por otra parte, la palabra Vergüenza proviene del latín verecundia, que significa “respeto” o “temor reverencial”. Cuando ese respeto es violado mediante la exposición de la intimidad de la persona, ya sea física o emocionalmente, ésta experimenta bochorno o vergüenza. Cuando hemos perdido ese respeto reverencial a nuestro Creador, lo que en la Biblia se conoce como el “temor a Dios”; entonces, perdemos la honra de su amor. Quedamos expuestos en nuestra naturaleza pecaminosa, ajenos a la verdad de la vida espiritual, a causa de la dureza de los corazones y la cauterización de la mente. 

El destacado predicador y escritor cristiano del siglo XIX Charles Spurgeon, quien se hiciera famoso por su gran elocuencia al impartir sus enseñanzas bíblicas, resaltó que la restauración que Dios promete al ser humano no solo es abundante y completa, sino que aquello que el enemigo ha robado o lo que el pecado ha desfigurado, Dios lo devuelve con “doble honor”. Spurgeon sostenía firmemente que: “Cuando Dios restaura, no simplemente repara el daño; lo compensa con creces. La restauración divina siempre viene con bendición adicional. Lo que se perdió en el pecado, se encuentra multiplicado en la gracia”.

Precisamente, lo que resalta la belleza y la grandeza de las palabras proféticas de Isaías 61, es la obra de nuestro Salvador y Redentor, nuestro Señor Jesucristo, quien actúa en el ser humano a través de su gracia: “Porque por gracia ustedes son salvos por medio de la fe; y esto no es de ustedes, pues es don de Dios.” Efesios 2:8. La restauración divina devuelve la honra al ser humano. La palabra Honra proviene del latín honor, que se refiere al respeto, la dignidad y la estima que se concede a una persona. Mientras que la palabra Honor proviene del latín honorem, que también se refiere a la estimación social, la dignidad o el reconocimiento de mérito. 

El ministro británico del siglo XVII, quien fuera uno de los primeros y más importantes de los comentaristas de la Biblia, Matthew Henry, señaló que la promesa de “doble honra” simboliza el cambio radical que ocurre en la vida del creyente cuando se entrega a Dios. Donde había vergüenza y confusión, Dios trae claridad, propósito y una dignidad que solo proviene de estar en Su presencia: “Dios no solo quita la vergüenza de sus hijos, sino que la reemplaza con honor y gloria”. Para Henry, la gracia es la manifestación más pura del amor de Dios, que no se conforma con restaurar al ser humano a su estado original, sino que lo eleva a un lugar de privilegio, cubriendo la vergüenza de la desnudez con vestiduras de justicia. Tal cual hizo el Padre en la parábola del Hijo pródigo: El padre dijo a sus siervos: “¡Dense prisa! Traigan la mejor ropa y póngansela. Pongan un anillo en su dedo y zapatos en sus pies”. Lucas 15:22.

Grandes personajes cristianos han hablado extensamente sobre este proceso de restauración que Dios lleva a cabo en la vida del creyente, mediante la gracia del nuevo pacto, otorgada a todos los que vengan a Él. Particularmente, me emociona mucho leer a San Agustín, quien en sus escritos, habló profundamente sobre la gracia. Para él, la gracia era un don inmerecido de Dios que redimía al ser humano del pecado y lo transformaba. En su libro Las confesiones, relata cómo la gracia de Dios lo liberó de su vida de pecado y lo llevó a una vida de santidad. Creía que la vergüenza del pecado era lavada por la gracia, otorgando a la persona una nueva identidad en Cristo. 

También, me causa gran admiración Santa Teresita del Niño Jesús, quien enfatizaba la confianza en la infinita misericordia y gracia de Dios. En su libro Pequeño camino, habla de la humildad y el amor incondicional de Dios que transforma las almas más sencillas y quebrantadas, cubriéndolas de su gracia. Para ella, Dios no sólo perdona, sino que eleva y honra al alma que se arrepiente, haciendo de la debilidad una fuerza. Tal como lo expresara el apóstol Pablo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. II Corintios 12:9.

Por su parte, el Papa Juan Pablo II destacó en muchos de sus escritos la misericordia y la gracia de Dios. En su encíclica “Dives in Misericordia” (Rico en Misericordia), subraya cómo la gracia de Dios transforma a los pecadores arrepentidos, dándoles una nueva vida. También vinculó esta transformación con el concepto de “dignidad humana”, donde la vergüenza del pecado es sustituida por la gracia santificante y una nueva honra en Cristo. Desde la perspectiva cristiana, la dignidad es un reflejo de la imagen de Dios en cada ser humano. La dignidad entendida como el valor inherente y propio de cada vida. Una cualidad que no depende de ningún mérito humano sino del hecho de haber sido creados por Dios. En este contexto Juan Pablo II expresó en su encíclica Rico en misericordia: “La misericordia de Dios se manifiesta de manera especial en el hecho de que Él devuelve la dignidad al hombre caído. En este retorno a la dignidad del hijo pródigo, uno no se siente simplemente como un siervo, sino que es restaurado a la condición de hijo amado”.

También, el escritor de los famosos libros del avivamiento de los 70s, Corre Nicky, corre y La cruz y el puñal, el Pastor David Wilkerson expresó mucho sobre el poder restaurador de la gracia de Dios. En el segundo libro Wilkerson describe cómo la gracia de Dios transforma incluso a los pecadores más endurecidos. Creía firmemente que Dios, al recibir a los pecadores, los liberaba de la vergüenza y el pecado, y les daba una nueva identidad de hijos e hijas de Dios, honrados y restaurados por su gracia. A este respecto declaró: “La adicción a la droga se puede romper, pero hay algo más profundo que debe ser quebrantado, y es esa vergüenza que se siente por haber caído tan. bajo. Es esa vergüenza la que Dios quiere reemplazar con un sentido de propósito, con una doble porción de su Espíritu”.

En el reino de Dios, la restauración no es una simple corrección, sino una restitución profunda y transformación completa. Donde el pecado produjo vergüenza, la gracia de Cristo trae dignidad y honra. Dios no solo nos perdona; Él nos honra con una identidad renovada como sus hijos amados, restableciendo lo que el pecado destruyó. Como dice Isaías, en lugar de vergüenza, recibimos doble porción de honra, y en lugar de la deshonra, recibimos la herencia eterna de su amor. En Cristo, la historia de vergüenza se convierte en un testimonio de gracia y en una vida llena de propósito.

“Los que a Él miraron fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados”.

Salmo 34:5.


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