Opinión Nacional

Divorcio a la venezolana.

1.

A juzgar por el movimiento de las preferencias de la opinión pública, el país estaría viviendo un extraño caso de divorcio a la venezolana: cada factor anda por su cuenta y el país a la deriva.

Suena extraño a politólogos y entendidos. Y muchísimo más a quienes viven del oficio de la política misma. Pero a juzgar por la última encuesta publicada por la única empresa que ha sobrevivido a la danza de los errores de la competencia, así es: la sociedad civil le ha dado vuelta sus espaldas a gobierno y oposición, reducidos unos y otros a dos bastiones irreconciliables que se reparten un 30% a partes equitativas, 15% para cada uno. El país no chavista habría extendido sus alas hasta cubrir una extensión del 60% de la población. Y un 10% quedaría en el limbo de los que ni saben ni contestan. Querubines de un mundo de ciegos, sordos y mudos, palomitas de otra galaxia. Respiran de vaina.

Simplificando lo que de suyo ya es una gigantesca simplificación – pues las encuestas son una mera fotografía superficial del momento – el gobierno ha cogido su camino, la oposición el suyo y la sociedad civil ni los observa ni los enjuicia. Cogió el suyo propio. Es más: desprovisto de un factor visible que lo ataque y le ayude a galvanizar todos los odios, rencores y despechos, el régimen habría comenzado a cocerse en su propia salsa. Comienza a tener la culpa de todos sus desmanes y tropelías sin tener a quien endosarle la culpa. De allí un deslave en la popularidad del presidente de la república, que luego de perder 14 puntos en las preferencias electorales de la ciudadanía, suma otros 8 adicionales. Con lo cual la soledad del poder le ha arrebatado nada más y nada menos que 22 puntos porcentuales de popularidad. Debe estar pateando por los pasillos desiertos de Miraflores, gritando a voz en cuello ¡Mi reino por una oposición militante!.

2.

Otro análisis de un reputado y prestigioso economista se asoma a la portada de un respetable y muy bien informado semanario para reportar otro elemento en desbandada: la economía. Según dicho informe, la economía se halla en los albores de un verdadero boom de crecimiento, el dinero fluye a borbotones, la teoría del sumidero de rebalse permite que hasta los sectores más castigados por la pobreza reciban alguito y como las cuentas dan un balance tan promisorio, Chávez se ahogará en un tsunami de prosperidad. La consecuencia suena a lógica implacable: las sociedades prósperas tienden a liquidar los extremismos y a buscar la estabilidad de la normalización. Poderoso y democrático caballero es don Dinero. Quevedo dixit. Aplastado por el flujo de caja, Chávez se modera, se desplaza hacia el centro del espectro y prepara su caída en las presidenciales del 2006, cuando ese 60% ni opositor ni chavista se encuentre a boca jarro con la perfecta respuesta a sus ideales de neutralidad y lo eleve al trono de Miraflores. ¿Teodoro? ¿Un outsider del propio chavismo? ¿Mujer o uniformado, por más señas? Dios lo sabrá.

3.

Puede que esa extraña trifurcación de caminos sea cierta y cada factor venezolano busque su propio rumbo. Lo único cierto y palpable es la vocación depredadora del caudillo, su compromiso visceral con su desaforada ambición de poder y su omnímodo control de todos los factores y herramientas del poder en una sociedad cuyos controles políticos se han visto jibarizados hasta lo imposible. No sobrevive otra verdad en la Venezuela chavista que la voluntad vampiresca del teniente coronel y su decisión de montarnos en la olla de ese extraño hervido federal que combinará el aceite democrático de la Venezuela petrolera con el vinagre totalitario de la Cuba castrista.

Nadie puede negar la autonomía relativa de la vida económica que funciona, en muchos sentidos, con la implacable necesidad de la meteorología. Pero el factor que finalmente decide, aquí y ahora, en el pasado y siempre, es el factor político. Y el que tenemos enfrente de nosotros ha decidido hacer carrera de estadista cociendo la democracia en el caldero de la represión castrista, para beneplácito de la izquierda borbónica y del post sovietismo en desbandada. Chávez se cree y se siente Bolívar redivivo. Y más muchísimo más que el propio Napoleón Bonaparte.

Puede sonar absurdo por desmesurado y extravagante. Pero los escribas del régimen, los únicos letrados con que puede contar el caudillo, lo reafirman a cada paso. Veamos estas perlas escritas por el chavista alemán avecindado en México Hans Dieterich:

«En esta gran escenografía histórica, Hugo Chávez no solo trasciende el alcance geopolítico de la praxis de liberación de Simón Bolívar, América Latina y el Caribe, sino actúa, objetivamente a semejanza de Napoleón Bonaparte, si bien en un proyecto de clase diferente y con otros medios… Con la muerte de Lenin, el sol de Marx y Engels entró tempranamente en el atardecer. La larga noche de la teoría revolucionaria antiburguesa duró tres lustros hasta que el revolucionario Hugo Chávez la rehabilitó públicamente y le devolvió su status emancipador, no solo en defensa de la humanidad, sino en pro de su liberación definitiva… En una audaz operación de comando.»

Más que Bolívar y, obviamente, más que Napoleón, ya que éste sólo «figuraba como la espada regional de la burguesía francesa en el centro de poder del sistema mundial de su tiempo, Europa Central.» Mientras que “Hugo Chávez se ha puesto a la cabeza de la Revolución Mundial al definir como una necesidad teórica-práctica mundial la ‘invención del socialismo del siglo XXI’.».

4.

Todas estas disquisiciones asumen un color local y un aroma muchísimo más folklórico en esta situación de desesperanza que invade a los demócratas venezolanos. El último de los factores en desbandada es la élite política del viejo establecimiento, que sigue enfrascada en sus disquisiciones electoreras mientras el emperador miraflorino dicta la nómina del futuro parlamento. Juzga, tarja y subraya los nombres de quienes él pondrá en la asamblea para honrar su nombre y dictar y aprobar las leyes que estime convenientes para lograr la emulsión del socialismo del siglo XXI: miseria y pobreza del siglo XIX uniformados con Internet y represión cibernética. ¿Elecciones para el 2006? Como diría Iris Varela: si le da su real gana.

Ése y no otro es el problema del momento. Ante el cual la oposición venezolana no debiera tener otro objetivo que exigir nacional e internacionalmente la depuración del REP, el voto manual, el conteo total de las boletas y la más rigurosa transparencia. Exigencias a ser hechas unitariamente ante los enviados de la OEA y de la Unión Europea próximos a llegar a nuestro país.

Esa unidad primaria, clave de la sobrevivencia de los partidos políticos, debiera estar fuera de toda duda y sospecha. No existe. Con lo cual poco importa cualquiera otra.

5.

No habrá unidad del conjunto de las fuerzas opositoras para enfrentar las elecciones parlamentarias de diciembre. Por una sencilla y simple razón: no existe una visión política unitaria. Ni respecto del pasado, ni respecto del presente, ni respecto del futuro.

En primer lugar, acerca de la caracterización del régimen, respecto del cual existen dos posiciones. La de quienes consideran que se trata de un simple mal gobierno, como tantos del pasado. Y la de quienes lo consideran una autocracia dictatorial que nos encamina al abismo. Esta sola consideración basta para diferenciar entre dos posturas relativamente irreconciliables. Pues aquellos pujan por participar, a todo evento y bajo cualquier condición, en los saraos electorales dictados desde las alturas del Poder, mientras éstos cuestionan las bases constitucionales, institucionales y políticas de tales saraos.

En segundo lugar, y dentro del fragmentado universo de quienes se niegan a considerar que éste es algo más que un mal gobierno, existe una fractura difícil de soldar entre quienes consideran que pueden bregar solos, soportados por sus propias fuerzas y sin otro objetivo que capear el mal momento, esperando por el escampe para servir de piezas de recambio, y quienes se saben definitivamente a la deriva, sin otra tabla de salvación que sumar las migajas para improvisar una tolda en medio del desierto.

Los primeros se saben los mayores y se creen con derecho a dictar las normas de conducta de las relaciones intergrupales. Son AD, COPEI, PJ y PV. Es la estructura del viejo establecimiento, resquebrajado en sus cimientos y agónico en sus pretensiones, pero con una fuerza inercial que los hace exhibir con cierta arrogancia una miserable presencia nacional y parlamentaria. Los segundos constituyen los últimos restos marginales de una izquierda azotada por el vendaval del chavismo y sin otras perspectivas que la inmediata desaparición: el MAS, toda suerte de grupos y grupúsculos de proveniencia masista, Bandera Roja y los restos de partidos mayores expulsados de su fuerza gravitatoria por la debacle de la Cuarta República.

Obviamente: el principal obstáculo a la unidad de la oposición lo imponen quienes aún no advierten la inmensa, la descomunal gravedad del mal que enfrentamos y sirven consciente o inconscientemente a su propagación y consolidación. Es tal su soberbia, miopía e ignorancia, que se creen carta seguras de un futuro eventual. La actual dirigencia adeca, porque confía en su existencia raigal en la tradición política del país y mantiene cordones umbilicales con el régimen. Los justicieros, porque apuestan al futuro, por alejado que esté. Ni unos ni otros enfrentan al régimen: prefieren pasar agachados y esperar a que amanezca.

Aún así: que los más pequeños de entre los pequeños, los más insignificantes de entre los insignificantes hagan esfuerzos unitarios y se unan sirve a la escritura de la bitácora de este tiempos de infamia. Dejan sentado un precedente que algún día pesará sobre la conciencia de quienes aún no despiertan del letargo o sirven a la ignominia.

Hoy la única unidad con sentido y grandeza es la de negarse a convalidar la farsa, repudiar al CNE y decirle basta al caudillo. ¿Quién se atreve?

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