División y estupidez
El problema de la oposición es convertirse en una alternativa creíble. La credibilidad está socavada fundamentalmente por las divisiones, que la han enfrentado irresponsablemente y que son reforzadas por el caudillo militarista. La credibilidad es clave tanto externa como internamente. En el exterior, la comunidad democrática internacional, frente al “gigante” autoritario, vislumbra sólo “enanitos” incapaces malgastando su tiempo en mezquindades. Internamente, la mayoría forma parte de la “tercera Venezuela”, que no es ni chavista, ni antichavista “dura”. En estos años, ha oscilado entre el apoyo a Chávez y la simpatía hacia la oposición. A pesar del chorro petrolero, está desencantada con Chávez, pero se considera “ni-ni”, por el deprimente espectáculo de la oposición. Para recuperar la credibilidad, la oposición debe superar sus tres divisiones básicas. La primera sigue siendo entre abstencionistas y participacionistas. Aunque todos terminamos absteniéndonos en las últimas elecciones, para los segundos fue un necesario mal menor. Los abstencionistas “originarios” piensan que el problema radica casi exclusivamente en el sistema electoral, confiscado por un árbitro parcializado. Cree, en contra de las encuestas, que después del 2000, es mayoría y subestima que Chávez, más allá del secuestro del CNE, ha tenido y sigue teniendo un decreciente pero importante apoyo popular. Los participacionistas recuerdan que gobiernos autoritarios, como el de Pinochet y el Sandinismo, que controlaban el árbitro electoral, pudieron ser derrotados a través de la masiva participación electoral de una mayoría movilizada, que ningún fraude puede ocultar. Para ellos, lo fundamental es recuperar la mayoría. En la actualidad esta división puede superarse si los abstencionistas entienden que el tiempo es determinante, que es esencial tener un candidato unitario, a más tardar en junio, para mantener abierta la opción electoral, mientras se lucha por el cambio del sistema de votación. Siempre nos podremos retirar, si no se logran las condiciones mínimas para participar. Otra división grave es entre los partidos políticos y la política de la “antipolítica”, representada por grupos de la sociedad civil, capitaneados por Súmate. La tercera división es entre los “novólatras”, adoradores de lo nuevo y los “históricos”, que recuerdan a la “República Civil” como un período de avances en la “civilización” del país. La estupidez es inmensa, pero ojalá que el instinto de supervivencia sea mayor.