Disco rayao
El disco rayao de la desestabilización y el magnicidio ha vuelto a sonar. A la par de la represión, el régimen no tiene otro argumento que la descalificación de la protesta y la crítica La ultrasensible epidermis del caudillo no soporta la voz de la disidencia. En cada esquina ve a un enemigo que lo quiere tumbar o, peor, que lo quiere matar.
Esa paranoia del caudillo, inducida en gran parte por Fidel Castro –quien así ha logrado mantenerlo como presa de sus manipulaciones- lo incapacita para ver la realidad. De Castro viene también la adoración por un ya obsoleto concepto de soberanía que implica la deslegitimación de cualquier crítica foránea. Ya hemos visto como han sido deportados, de manera ilegal, los personeros de Human Rights Watch por dar a conocer un informe sobre el pésimo desempeño del gobierno chavista en cuanto a derechos humanos en estos diez años.
Siempre la misma paja. Toda protesta, toda crítica, es denominada como golpista. Si Chávez y los suyos traicionaron su juramento constitucional en 1992 y trataron de derrumbar las instituciones democráticas, no pueden pensar que todos los venezolanos son como él y sus sigüices. La ambición de poder no es tan universal como se cree. Y, en todo caso, no todos quieren gobernar a costa de lo que sea. Unos quieren dominar, otros –la mayoría- quieren vivir en paz y libertad.
El despliegue de fuerza que ha hecho el gobierno para –una vez más- tratar de acallar a los inconformes no muestra a un gobierno democrático y de diálogo. Así como fueron asesinados los manifestantes del 11 de abril de 2002 y las víctimas de la protestas opositoras de 2003 y 2004, hoy el gobierno muestra sus dientes para amedrentar. Lo hace con palabras y con acciones cobardes como ha sido la impugnación de la candidatura del expresidente de la Federación de Centros Universitarios de la ULA, Nixon Moreno.
Cuando resurgió la protesta estudiantil, Chávez expresó su deseo de que la juventud no fuera “carne de cañón”. Y ¿quién tiene los cañones? Las diputadas Flores (heredera por vía conyugal de la presidencia de la Asamblea Nacional) y Santos Amaral (ex defensora de la libertad de expresión) rogaron porque los jóvenes no se dejaran manipular y no se expusieran a la violencia. Y ¿quién comanda los grupos violentos? ¿Quién se ha jactado de que esta “revolución es pacífica pero armada”? ¿Quién ha repartido armas entre los reservistas? ¿Quién ha llevado el discurso de la violencia hasta niveles insospechados? ¿Quiénes han enaltecido el militarismo?
Quisieron asfixiar la protesta estudiantil con bombas lacrimógenas y perdigones pero también con balas y tanquetas. Parece que no otra cosa pueden hacer quienes conspiraron durante años para acabar con la democracia.
Con Nixon Moreno se ha cometido uno de los mayores atropellos de los que se tengan memoria en este país. Primero lo acusan estrafalariamente de delitos imposibles de cometer en medio de una protesta estudiantil. Luego lo obligan a permanecer en la clandestinidad para no ser encarcelado injustamente hasta que logra refugiarse en la Nunciatura Apostólica mientras esperaba que se le concediera el asilo diplomático. Una vez concedido éste, el gobierno amenaza con denunciar el Concordato que rige las relaciones con el Estado Vaticano y la Asamblea Nacional usurpa las funciones del Poder Judicial al declararlo –mediante un acuerdo- culpable de los delitos que se le acusan.
Así trata este gobierno a la juventud. Discriminación y persecución para con los que protestan y disienten, cargos y prebendas para los que se arrastran.
Da pena ver cómo dos ministros que se destacaron por ser dirigentes estudiantiles callan ante la injusticia que se comete contra Nixon Moreno. Y todavía más vergüenza da presenciar el ensañamiento que uno de los dos funcionarios manifiesta contra quien lo venció en unas elecciones universitarias.
Chávez en su desvergüenza ha llegado a decir que si en diciembre gana la oposición habrá guerra. ¿Alguien se imagina a algún presidente democrático decir esto? Creo que ni el impresentable Mugabe, condecorado y homenajeado por Chávez, lo haría. En Venezuela no puede haber guerra civil, en todo caso sería una masacre civil porque quien tiene las armas es un solo bando: el gobierno.
El desgobierno quiere ganar las elecciones como siempre lo ha hecho: con trampa. A la inhabilitación de Enrique Mendoza y Leopoldo López se suma la eliminación de la candidatura a diputado regional de Nixon Moreno. Una vez más el poder electoral complace al caudillo.
Con sus últimas acciones el gobierno busca sembrar desesperanza dentro de la oposición y borrar de los noticieros y las conversaciones el caso del maletín que tanto ha hecho por desnudar la corrupción chavista.
En manos de los venezolanos está que lo logre.