Opinión Nacional

Diputados

El próximo 27 de septiembre tendremos, de acuerdo a lo que estatuye la Constitución, las elecciones para constituir el nuevo Poder Legislativo de Venezuela.

         Cuando se reformó la Constitución de 1961 en el penúltimo año del siglo XX y se dieron los primeros pasos para legislar con acuerdos que “facilitaran” las ideas que se dice nacieron a la sombra del Samán de Güere, se comenzó, en el campo legislativo, por eliminar su conformación bicameral y sustituirlo por el actual, de un solo grupo.

         Nuestra ignorancia nos pone en situación desventajosa para analizar las bondades y los defectos que tiene uno u otro sistema. Apenas intuimos que es mucho más fácil dominar y “manejar” a los aplaudidores y felicitadores que se encuentran ubicados en una sola manada que lo que puede suceder en dos de esas asambleas. Además, entendemos que al existir dos cámaras, las leyes están sometidas a dos procesos de construcción y aprobación que se corresponden a criterios complementarios.

         Estos cambios son un hecho y con esas reglas debe jugarse en los comicios que se nos avecinan.

         Indudablemente que si estuviéramos ante una elección democrática, lo deseable sería que se presentaran tantos bloques de opinión como fuera posible conformar por parte de los escondidos partidos democráticos.

         La situación, al final de la primera década del siglo XXI, es bien distinta.

         Nos encontramos en una triste situación donde el Poder Legislativo se ha constituido, por los pasados cuatro años, en un instrumento fundamental e imprescindible donde se viste de legalidad a todas las arbitrariedades que se cometen desde el Poder  Ejecutivo. En otras palabras, los legisladores son apenas unos amanuenses de los deseos que se les ordena desde el palacio de misia Jacinta.

         Los representantes del pueblo, que esa es la función primera y fundamental de los legisladores de una nación, tienen la obligación de dictar las normas jurídicas que deben amparar el mejor funcionamiento de la sociedad y para ello deben ser expresión genuina de los deseos del electorado. Para eso se eligen de acuerdo a una conformación geográfica que se corresponda a las divisiones políticas de la nación. De lo contrario y tal como ha sucedido en otras oportunidades, la elección de los diputados podría ser una potestad del presidente como sucedía en tiempos de otros dictadores.

         Las condiciones que deben llenar los aspirantes a la delicada función de legislar, poco tienen que ver con lo que sucede en la realidad. Preparación, dedicación y probidad parece que son atributos totalmente olvidados. También se aparta la representatividad del electorado de la realidad nacional. Lo que realmente se necesita es una incondicionalidad a toda prueba que deplorablemente conduce a unas leyes que lejos de reglamentar la mejor convivencia de los ciudadanos, se constituyen en espada de Demócles que pende sobre los ciudadanos con el fin de someterlos a los deseos y barbaridades que se le ocurren al pensionista del palacio.

         La realidad nacional ha impuesto que las focas que actúan en la asamblea actual, sean un batallón de desaforados, elegidos bajo un solo deseo, en listas que se conformaron en el palacio de Miraflores y cuyos componentes, para aquella época, eran fieles seguidores del destructor nacional. El tiempo ha provocado algunas deserciones.

         La oposición al régimen que nos destruye, tiene funciones inaplazables e irrenunciables. En primer lugar, tiene que conformar un bloque único que se anteponga a las labores destructoras del país. En segundo lugar, tiene que exigir que todas las leyes que rijan las situaciones nacionales sean consecuentes con lo que estipula la Constitución Nacional. En tercer lugar, tienen que aspirar a cumplir con la sagrada función de contrapeso y vigilancia del funcionamiento de los otros poderes nacionales. Por último, tienen que ser fervientes convencidos de que Venezuela merece y exige un destino próspero que le suministre la mayor suma de felicidad a todos quienes vivimos en esta Tierra de Gracia de la cual quieren despojarnos.

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