Diosdado inicia una nueva vida: lejos, muy lejos del poder
Cómo para no dejar dudas de que Diosdado Cabello fue el gran perdedor con el cambio del Alto Mando, y los ascensos militares, Maduro lo envió a reforzar los lazos de amistad con la lejanísima República Popular de China. Gesto, más que acto de política, que suena también a premio de consolación, pues hay que ver lo que significa haberse sentido una vez primero en la línea de sucesión, para rodar ahora como un simple mandadero del sucesor.
Pero le ocurre, a todo el que juega en posición adelantada (como se dice en el fútbol), o le tira a cuanta pedrada le mandan para el jon (en el coloquial beisbolístico)
Quiere decir, que si era un hecho inevitable e irrebatible que Maduro era el sucesor porque lo había decidido “el dueño del poder”, entonces. Cabello debió aguantarse su trancazo sin malas caras y prepararse para tiempos mejores.
Hizo lo contrario, rechazó la sucesión, se hizo portavoz de los generales del Ejército que actuaron de “últimos mohicanos” y se hundió con ellos.
Hizo cosas peores, como fue la golpiza que mandó a darle a las diputadas, y diputados de la MUD para proclamar que era “más duro” que Maduro y eso, en realidad, lo que hizo fue pulverizarlo.
Allá, por Pekín, y mientras recorra la Muralla China, tal vez lo sorprenda el saludo de otro exilado muy conocido, Mario Silva:
“Epa, Diosdado. Que sorpresa reencontrarte. Yo pensaba que ya eras ministro de la Defensa y lo que andas es como yo, de turista. ¡Qué tiempos aquellos!”