Opinión Nacional

Dios y Conatel

De contrabando, entre gallos y medianoche, y a pesar de las muchas veces que
pedimos ver y participar en su creación sin que se nos hiciera el más mínimo
caso, Conatel, colocándose en sitial divino, produce un adefesio, un
monumento a la irracionalidad y la estupidez: el Proyecto de Ley Orgánica
sobre la Regulación de las Transmisiones y la Difusión de Contenidos a
través de los Servicios de Divulgación. El instrumento legal supera con
creces mis peores expectativas. Lo dicho, este gobierno, estos funcionarios,
estos trashumantes, estos fabricantes de pobreza, no son peores porque no
entrenan. La ley es una aberración, una monstruosidad mal parida en una
noche de niebla intelectual. No podíamos esperar menos. De esas aguas vienen
estos lodos.

Por supuesto que no pasará. Simple aritmética parlamentaria. Para la
aprobación de una ley orgánica se requiere la buena pro de dos terceras
partes de los diputados. Para eludir esta exigencia, la convertirán en ley
especial. Pero incluso por esa vía, no pasará. En la bancada oficialista,
que sufre de anorexia nerviosa y adelgaza a velocidad supersónica, hay gente
que no es tan tarada. Algo queda de sensatez y mucho de elemental sentido
de supervivencia, de darse cuenta que esta leyecita tercermundista,
pendenciera, truculenta y decadente sería cuchillo para su propio cuello.

Conatel se erige en Dios. Se torna de mero organismo técnico en lapidario
tribunal del santo oficio revolucionario. Olvida que el mundo no es el
mismo, que existen organismos internacionales vigilantes y prestos a actuar.

Que la sociedad venezolana despertó de la pesadilla, que ya no se deja meter
gato pro liebre, que no permitirá más cabras en esta partida de dominó.

Pero, pensándolo bien, cambio mi indignación por contentura. Se me alborota
la alegría, pues esto no es más que una prueba adicional del fascismo y la
tendencia autoritaria del régimen.

Lo reto, Sr, Chacón, a debatir conmigo. No soy dueña ni accionista de medio
alguno. Soy apenas un profesional de la comunicación con algunos años de
ejercicio, alguien que ha sido una fuerte crítica de los contenidos, y que
se ha batido en cuatro plazas, como pueden dar fe muchos colegas,
compañeros, estudiantes. Póngale fecha, hora y lugar. No se esconda.

Conteste mis llamadas y mis correos. Recoja el guante. Eso sí, prepárese
bien, documéntese, arme un portafolio de argumentos válidos. Que la
democracia no come cuentos de camino. Y esta zulianita quizás puede
iluminarle el camino y enseñarle el peso y al relevancia que tienen las
palabras «libertad», «pensamiento», «expresión». Quién quita, quizás de ese
debate pueda su ley vacía llegar a tener algo de sensato «contenido».

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