Opinión Nacional

Dilemas de la oposición

La oposición venezolana está dividida fundamentalmente por tres causas, que tienen que ver con diferentes lecturas de la realidad. La primera división es entre “participacionistas” y “abstencionistas”. La mayoría de los abstencionistas todavía cree que el referéndum se ganó y se lo “robaron”, no quieren ver que Chávez, más allá del secuestro del CNE, del pavoroso ventajismo oficial y las ilegalidades en el registro y la cedulación, entre julio del 2003 y agosto del 2004 (ver todas las encuestas), pasó del 35% a cerca del 60% de apoyo popular, obviamente con la utilización, sin escrúpulos y sin controles, pero también con habilidad, del inmenso chorro petrolero.

Los abstencionistas deberían entender que lo fundamental, cualquiera sea la estrategia, es cambiar esa correlación de fuerzas. Los radicales, que podrían considerar como necesarios los métodos no pacíficos para enfrentar a este régimen, deberían recordar que en Nicaragua, más allá de la “Contra”, fue la movilización política y la unidad de la oposición (con apoyo internacional), que derrotaron al sandinismo. La abstención sólo podría ser efectiva si el gobierno careciera de apoyo popular mayoritario. Hoy sólo sería una omisión castrante. A las elecciones se va no sólo para ganarlas, sino para crear, organizar y movilizar las bases de los partidos.

La oposición también está dividida entre los “novólatras”, los que “compraron” la tesis chavista, apoyada por algunos medios de comunicación, de la satanización del pasado y la adoración de lo “nuevo”, y los “históricos” que entienden que, con todas sus limitaciones, la época de los presidentes civiles y de la alternabilidad democrática fue un período de avance en la “civilización” del país. Hay que unificar la experiencia y el conocimiento del pasado con la energía y la audacia de lo “nuevo”. Lo contrario sería una estupidez.

La tercera división básica está entre los seguidores, conscientes e inconscientes, de la “antipolítica” y los partidos. Los “antipolíticos” quieren hacer política sin partidos e insultan nuestra inteligencia afirmando que no son políticos. La “antipolítica” es una posición política. Sólo los que adolecen de una enternecedora ingenuidad o de analfabetismo político pueden creer que, con grupúsculos y asambleas de la clase media, derrotaremos al chavismo. Frente al caudillo militarista son necesarios pocos partidos de masa fuertes y disciplinados. La atomización de los partidos es una insensatez. Hay que fortalecer y reagrupar a los partidos.

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