¿Digan la verdad?
En Venezuela ni en ninguna nación que se precie de
ser una sociedad democrática, podrá dejar fuera como
materia de discusión permanente, el papel de los
medios de comunicación, la objetividad, verdad e
imparcialidad periodística, legislación sobre medios,
derecho a la información y todo el catálogo de temas
relacionados con las premisas señaladas, asuntos éstos
que constituyen la materia prima de las tensiones de
las sociedades abiertas, que por su propia dinámica
convivirán siempre con la tentación y consumación del
abuso, la existencia de intereses, la incoherencia,
exageración, la sumisión o la rebeldía ya sea de
medios, grupos de presión, como de periodistas. Lo
importante y el valor para la democracia, es que pueda
resistir y tenga la suficiente madurez y capacidad
para asimilarlas sin que la destruya.
En el pasado más reciente o «puntofijisimo», muchos de
los medios de comunicación actuaron- hay que admitirlo-
publicando informaciones con un vivapepismo
irresponsable sin el más mínimo pudor y control
democrático, difamando y calumniando personas e
instituciones exentos de sustento ni pruebas,
contrariando el Estado de Derecho al someter al juicio
de la opinión pública y no de los tribunales a
personas en tantos casos inocentes. Más allá de la
especiales circunstancias que nos rodean ante un
régimen impostor como el actual, que ya no sólo agrede
a los medios sino a la democracia misma, es materia
obligatoria desarrollar mecanismos legales efectivos
de sanción al vilipendio, a lo inexacto, a lo
calumnioso, pues no es justo que si el ejercicio de las
demás actividades y profesiones existen y de hecho se
producen respuestas punitivas a la culpa o al dolo de
sus titulares, no hay razón para que los medios y los
periodistas puedan permanecer fuera de toda
regulación.
Por otro lado, esos y otros medios y periodistas
actuaron en esa etapa, ya no necesariamente de modo
irresponsable, ni antiética, sino paradójicamante las
informaciones, investigaciones y opiniones repitieron
tan sistemáticamente la verdad sobre el estado de
descomposición de la democracia bajo el eco también de
importantes sectores como la Iglesia, empresarios,
intelectuales, que la democracia no fue capaz de
aguantar la embestida; lo demás es historia conocida,
por esa inmensa rendija se coló la falsa salida
salvacionista de cuyo proceso somos protagonistas y
cuyas consecuencias y daños por estar en desarrollo no
estamos aún en capacidad de evaluar.
A nuestro juicio lo que hacen hoy los medios
independientes configurados como lo que son un
contrapoder, no es nada distinto a lo que hicieron en
el pasado develando el fraude, la hipocresía,
combatiendo los males y abuso públicos, y si durante
el «puntofijismo» olvidaron el recato y exageraron
injustamente infinidad de veces no guardando la debida
proporción al juego de la libertad que han debido
tener en cuenta, pues contribuyeron al abono de
salidas autoritarias, hoy cumpliendo el mismo rol y en
ocasiones las mismas exageraciones que ayer, tienen la
ventaja ética que la lucha está demasiado identificada
con principios libertarios y en contra de un régimen y
un personaje que ha pretendido sepultar al país en la
chatadura ideológica de su pensamiento único.
Es prudente recordarle a los seguidores del Presidente
y se pliegan al pie de la letra a la línea editorial
de éste al repetir «digan la verdad», que el papa
Sixto V en 1587 en forma similar a su jefe decidió
catalogar a los noticiarios como «pestíferi uomini»,
(hombres de la peste) y capturó a un noticiario
notorio e independiente llamado Annibale Capele a
quien se le cortaron las manos, se le arrancó la
lengua y después se lo colgó en la plaza pública con
un letrero que decía «Falsario y calumniador.
No tarda el día en que ya no muchos sino todos sepan
quién ha cumplido con relativo éxito y menguado
porvenir el papel de gran manipulador.
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