Diez años…
Qué todavía no parecen suficientes para algunos compatriotas, diez años de horror, diez años de inquietante existencia. De perturbado andar y de destrucción incesante.
Es el periodo más largo en nuestra historia donde hemos vivido una hecatombe, cuando nos correspondía una recuperación con tantas riquezas y deseos de mejorar, pero no fue así, todo se dilapidó, todo se malgastó, encontrándonos en la antesala de un desabastecimiento suicida.
No pasaran seis meses con la llegada de las lluvias para que Venezuela entre en una atroz crisis de desabastecimiento, sin carne, sin leche y sin nada de lo que ya es difícil conseguir, poco servirán los dólares que hoy ingresan raudos a los bolsillos de los corruptos, de los nuevos ricos del régimen. Las importaciones de las cuales tanto dependemos no se lograrán en los mercados internacionales.
Los países productores de alimentos se preparan para preservar a sus nacionales de la crisis alimenticia mundial, poniendo a resguardo sus productos para la nutrición futura. Mientras aquí se encargan de destruir los últimos vestigios de la propiedad privada y de las empresas productivas. El presidente de esta mediocre república se empeña en ocultar sus fracasos, achacándoles las culpas a los demás, al imperio norteamericano y a quien se le asemeje. Se destruye un país de “todos”, cuando la continuidad de vida será difícil; ya los venezolanos no reclaman la desidia del régimen, por no haber construido algo significativo, dirigiéndose a la cuestión inmediata de cómo resolver sus problemas a corto plazo: calidad de vida, respeto a ella; es supervivencia pura lo que demandan.
Qué un sólo hombre haya disipado diez años de historia con ingresos rocambolescos es increíble, quién iba a pensarlo en la Venezuela democrática, que una dictadura nos seduciría sin hacer algo realmente exitoso para superarlo. Es el país de un sólo hombre como el mismo se “expresa” a dentelladas, del único “líder” que no le permite a sus secuaces sobresalir sin su consentimiento, que abarca todos los poderes de esta nación. Él se proclama como el “único” ante la prensa internacional cuando critica a la oposición con sus tantos candidatos, encaminados a la “conquista” de las gobernaciones y alcaldías en las futuras elecciones regionales. Pues, esto no es nada despreciable para esa oposición si logra coronar sus aspiraciones en candidaturas unitarias. El oficialismo y su partido casi virtual, no posee ni líderes ni nada parecido para postular, están desesperados, y Chávez ante tal descalabro no se atreve a designarlos, viendo como la anarquía se apodera de su exigua militancia.
El comandante, nuevamente trata de apartarnos de los problemas esenciales, de lo sustantivo y real, que es el desabastecimiento, el alto costo de la vida, la descapitalización de Venezuela, la inseguridad, la tierra de nadie convertida en un volcán por los insultos que él profiere a nuestros aliados comerciales. Buscando trasladar sus errores a fuentes ficticias. Vendrá el invierno con sus lluvias y “acabará” con está nación, si no se toman los correctivos, estaremos expuestos a algo más que el desabastecimiento coyuntural, será un trance de hondas proporciones. Degenerando en el mayor desorden social, desbordamientos y caos, estando muy cerca de la “guerra” que alude siempre Chávez en tiempos electorales. Guerra por la supervivencia, cuando vamos rumbo al despeñadero, guiados por el insólito disparate de un hombre desmesurado que, no mide las consecuencias de sus fracasos. Será la guerra por haber matado la industria nacional, por haber acabado con la producción agropecuaria, permitiendo y aupando las invasiones de fincas productivas. Llegará también su final, tocaremos fondo todos juntos, cuando ya la destrucción este consumada. Será el crepúsculo más triste de nuestros tiempos, con un desabastecimiento suicida hacia donde nos conduce ese sólo hombre, que durante diez años ha atormentado la vida a todo ser viviente, decretando la ruina moral y física de una nación llamada Venezuela.