Dieterich
…al convertir Chávez a Gadafi en un héroe socialista y bolivariano, todo el asunto asumió aspectos cantinflescos» Heinz Dieterich
1 Tuve con Dieterich un breve y cordial intercambio epistolar iniciado después y no antes de que apareciera un libro que escribimos Freddy Muñoz y yo, cuyo título es Socialismo del siglo XXI: ¿huida en el laberinto? (editorial Alfa, 2007).
No sé si con posterioridad a nuestro intercambio, Dieterich tuvo acceso a este escrito, ni si fue ese hecho el que lo interrumpió. Tanto Freddy como yo habíamos hecho un crudo análisis de su obra, digamos, clásica: Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI, editada por primera vez en Venezuela en 2005.
En aquel momento este prolífico escritor admiraba al presidente Chávez, como igualmente a Fidel Castro, y más que eso era uno de los artífices de una teoría socialista que, para desvincularse del colapsado socialismo real, se denominó del siglo XXI. Había creído descubrir que el proceso dirigido por Hugo Chávez abría la posibilidad de aggiornar el pensamiento de Marx, y de erradicar la enfermedad de la centuria, como en su opinión la definió Simón Rodríguez: una sed insaciable de riqueza bajo tres formas de delirio: traficomanía, colonomanía y cultomanía.
Chávez «no sólo trasciende el alcance geopolítico de la praxis de liberación de Simón Bolívar sino que actúa a semejanza de Napoleón Bonaparte». ¿Tenía necesidad de incurrir en tales ditirambos este hombre culto, independiente y, pese a la estúpida calumnia de un diputado oficialista, de certificada integridad?
2 Podría decir que lo comprendo. Dieterich es un intelectual inquieto que vio con ojos de inocencia la posibilidad de construir con Chávez un sistema comunista, científico y emancipador, tal vez como se lo explicaba Marx a Weydemeyer el 5 de marzo de 1852: «la lucha de clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado, y esa dictadura no representa más que una transición… hacia una sociedad sin clases sociales».
Por cierto, Dieterich no es incondicional de Marx y como se fue viendo, menos de Fidel y Chávez.
Basa su adhesión al nuevo socialismo en los avances de la ciencia contemporánea, y precisamente en ese punto chocó con una muralla de intereses creados, mezquindades e ignorancia que lo llevaron a la ruptura con el presidente Chávez. Quería que Chávez convocara a la vanguardia del pensamiento científico socialista, «pero en lugar de dar ese paso, gastó millones de dólares en un elefante blanco de intelectuales elitistas, cuyas proclamaciones no interesan a nadie».
¿Por qué sin embargo Freddy y yo decidimos rebatir las teorías esgrimidas por este exponente del extraño socialismo pregonado sin el menor rigor, por el presidente Chávez? Porque en un aspecto que explicaré, superaba a otros dudosos ideólogos del proceso.
Escarbando en escritos de socialistas gubernamentales, lo que encontrábamos era retórica condenatoria anticapitalista, ingeniosa en algún caso, pero sin nada que decir del socialismo que lo sustituiría. Ninguno ofrecía una senda racional, un sistema con rasgos propios, en fin, algo tangible, aparte de frases altisonantes contra el ancien regime, a cual más enérgica. Para la condena emotiva, a ratos mitinesca, el 90% de los intelectuales chavistas; en cambio, para aportar salidas sistémicas, sólo Dieterich y El Troudi. Hay desde luego otros con criterio propio como Rigoberto Lanz, pero cada vez son más duros en la crítica contra la gestión del gobierno, al punto de no ser discernible ya la acera en la que se ubican.
3 Y el resultado fue que esos dos pensadores terminaron, uno, decepcionado porque «Hugo Chávez perdió la oportunidad de hacer posible una sociedad postcapitalista». ¿Y el otro? ¿Y Haiman El Troudi? Obsesionado por la planificación, a su juicio imposible sin una minuciosa y perfecta contabilidad social, convenció por un momento al caprichoso líder, quien compró la tesis de la planificación como un nuevo y vistoso juguete. Con su manera compulsiva y atrabiliaria de mandar, se lanzó por la autopista planificadora. «Queda desterrada la anarquía en la planificación y exijo a todos los entes del Estado su inmediato acoplamiento a esta ley, a las directrices de esta comisión».
La Comisión era la Central de Planificación (CCP). Sería ésta la clave para construir por fin el socialismo siglo XXI. Y su presidente, naturalmente, fue El Troudi. ¿Alguien se acuerda de la CCP? ¿Y qué decir de su presidente? Terminó planificando humildemente el desplanificado Metro de Caracas. De manera que si uno rompió, al otro lo rompieron. Por su honradez merecían mejor suerte.
El fracaso del régimen es tan universal que nada puede hacerse ya con él, salvo aprovechar las elecciones para cambiarlo pacífica y constitucionalmente. Además las reflexiones de Dieterich y El Troudi resultaron inconsistentes. El sistema de producción e intercambio de equivalentes que propusieron no pudo con el mercado, el precio, el beneficio, el dinero y la estrechez mental de la nomenclatura. Fueron más de 70 años de ensayos en un vastísimo territorio. Intervinieron los intelectuales marxistas más brillantes y los gobernantes más osados, pero todo terminó en tragedia. «El modelo de Cuba no le sirve ni a los cubanos», dejó caer Fidel, después de 50 años de esperanzas desvanecidas.
La ventaja del presidente Chávez es que ignora esa historia. Está naufragando y no lo sabe.