Dictadura Habemus
Estamos ingresando a lo más profundo de la noche. Inevitablemente despuntará el alba. Ayudar al amanecer uniendo nuestros corazones y respaldando a nuestros líderes es la bella faena que nos espera. El premio será la honra de la república y la grandeza de la patria.
Era previsible que tras la conquista por la oposición democrática de los bastiones regionales y locales más representativos, como los obtenidos el 23 de noviembre, el poder central iniciara un combate despiadado por liquidarlos. Dando inicio con ello a su llamada “tercera fase”: el cierre de todos los cauces democráticos y la imposición de un régimen totalitario en Venezuela.
Reconoce con ello encontrarse objetivamente a la defensiva, acorralado por el avance de los sectores democráticos y reducido en su margen de maniobra a medidas de fuerza contrarias a la constitución y las leyes. La estrategia pacífica, constitucional y electoralista implementada por la sociedad civil alcanza su objetivo, pero se ve drásticamente limitada por la voluntad represora y dictatorial del teniente coronel. Dictatura habemus.
Estamos, pues, y en varios sentidos viviendo una suerte de transición. Tras el enfrentamiento entre los poderes formales conquistados y legitimados por la soberanía popular, de una parte, y la acción ilegítima e inconstitucional de un gobierno de facto que pretende asfixiarlos en su origen, por la otra, se esconde el enfrentamiento presente entre dictadura y democracia. En la que el primero se manifiesta como una forma de defensa y la segunda como una ofensiva. Así la realidad formal contraríe esa imagen y sean las acciones represivas del régimen y el uso político de la justicia, el parlamento y la fuerza armada nacional las que aparezcan lanzadas en una desaforada ofensiva. No nos atropellan a nosotros: se atropellan y maltratan a sí mismas. Ya tendrán que asumir sus vergüenzas.
La lucha empeñada en el Zulia y en la Alcaldía Metropolitana es la punta del iceberg. El régimen, asediado objetivamente por las posibilidad del avance opositor en los próximos procesos electorales, que serán seguramente cancelados por el temor a la gran derrota, y amenazado por todos sus flancos ante la crisis económica y social que se avecina, se ve obligado a trancar el juego. La oposición, a destrancarlo. ¿Es posible?.
Nuestra primera obligación política consiste en unirnos férreamente tras la defensa de nuestros bastiones: alcaldías y gobernaciones. Lograr un frente común que unifique a los partidos políticos, a las personalidades más destacadas del quehacer nacional, a las universidades, las iglesias, el movimiento estudiantil, los trabajadores y las ONG’s más combativas. En ese sentido, defender a Antonio Ledezma y a todas las autoridades democráticas es de la mayor urgencia.
Antonio Ledezma representa hoy por hoy la vanguardia del movimiento democrático venezolano. Es el líder indiscutido. Con su coraje y su desprendimiento, con su fuerza moral y su temple, con su lucidez y su inteligencia, pero sobre todo con su disposición a luchar de manera pacífica y viril contra los abusos de la dictadura se ha ganado el derecho a representar el avance incontenible de las fuerzas democráticas. Dejarlo solo en este combate desigual sería hacernos a nosotros mismos el más flaco favor. Pues, como lo hemos señalado, su insurgencia representa el avance de las fuerzas democráticas. Su victoria será la victoria de la democracia. Y la derrota de la dictadura.
De allí la necesidad de constituir al más breve plazo un frente patriótico que unifique todas nuestras fuerzas, conduzca nuestras luchas, oriente nuestro desempeño y maximice el poder de combate que poseemos.
En este enfrentamiento crucial que hoy vivimos no sólo estamos a la ofensiva. Contamos con un poder verdaderamente invencible e insuperable: el poder moral. Nuestra sociedad civil está intacta. Nuestra cultura democrática brilla en universidades, en iglesias, en sitios de trabajo. En el seno de las fuerzas de la dictadura crece, en cambio, y cunde el desánimo. Los atropellos, abusos y acciones delictivas del régimen golpean la conciencia democrática y popular que pueda existir en el interior del chavismo. Y provocan una quiebra inevitable. En ese sentido, la irracionalidad de la condena contra nuestros comisarios avergüenza a muchos seguidores del presidente de la república. ¿Condenar a 30 años a hombres buenos mientras se premia a los asesinos que asolan nuestros barrios?.
El régimen muestra sus purulencias. Nosotros nuestra integridad. El régimen despliega sus atropellos. Nosotros nuestros derechos. El régimen se apoya en la fuerza. Nosotros en nuestros ideales. El régimen se afinca en la mentira. Nosotros en la verdad. Terminará sentado en sus bayonetas. Nosotros a la cabeza del pueblo liberado.
Estamos ingresando a lo más profundo de la noche. Inevitablemente despuntará el alba. Ayudar al amanecer uniendo nuestros corazones y respaldando a nuestros líderes es la bella faena que nos espera. El premio será el deber cumplido, la honra de la república y la grandeza de la patria.