Dictadura como sea o Democracia a lo que cueste
Imagino que habrá otro asunto más importante en nuestras vidas que pensar en Chávez o escribir sobre él y los que lo rodean. En los diez últimos años no hemos hecho sino ocuparnos obstinadamente de ese tema y por razones que saltan a la vista. Por si alguien todavía lo duda, Venezuela es hoy un país ocupado, en trance de invasión por una secta interna que impone un estilo de vida, que implica una manera de comprender al mundo por encima de al menos medio país que no comparte esa visión, antes bien la rechaza. A tal fin esa cúpula militar de gobierno disfrazada de civil, a través de un tinglado supuestamente democrático, ejecuta a sus anchas un diccionario político inventado por ellos y por los que los asesoran y mecen, basado en los principios de un desconocido Socialismo del Siglo XXI, que tiene de nuevo la ambición de repetir el fracaso de lo viejo.
Ese proyecto se basa en tres patas quebradas: primera, la aparición de un caudillo más en un país sin instituciones; segunda, la corrupción económica y ética que se abraza a la renta petrolera; y tercera, la ausencia aún de una opción democrática sólida que aglutine y reinvente las fuerzas políticas hoy dispersas en un proyecto de país que despierte la emoción y la acción. Son estos elementos antes citados los que al sumarse han hecho posible que Chávez se atornille en el poder por tanto tiempo y con tal desmesura. A ello habría que sumar también, unas circunstancias internacionales que le han sido favorables y que él ha sabido utilizar a su antojo mediante el arma estratégica del petróleo que compra, vende o regala al mejor impostor.
Las estadísticas de primera mano que manejamos los que vivimos allí enseñan a la clara que el país sufre una alta tasa de deterioro físico y moral y si esto pudiera refutarse no se explicaría entonces el tono de odio y agresión permanente que utiliza el gobierno para calificar a sus adversarios. En permanente estado de sudoración, insultan, atropellan, esputan, justificándose en que luchan contra supuestas fuerzas del mal. Para muestra un botón. El ministro de Energía y Petróleo y Vicepresidente del mismísimo Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en declaraciones recientes, como si nada, expresó: “La oligarquía debe tenernos pavor porque nosotros odiamos a la oligarquía”. Lo que este caballero, que maneja la industria petrolera del país por obra y cuenta del ciudadano Presidente de la República, ha dicho en público y notorio, vestido de rojo y en ademanes desenfrenados, engolosinado en el coso maquillado a sus antojos, bajo el fragor de los aplausos cómplices, lo ha completado para rematar su histeria, diciendo: “Quién no esté en un Comité Socialista es sospechoso de conspirar contra la revolución”.
No creo que haya que ser vidente para entender lo evidente. Dos son las opciones que tenemos frente a nosotros: Dictadura como sea o democracia a lo que cueste. Decida usted.