Diciembre, 1957
Ha venido por lana y ha salido trasquilado: el «gas del bueno», la más célebre frase acuñada por el teniente coronel, ha terminado por revertirle el «por ahora» con el que entrara a la celebridad por la mediática puerta ancha de los infaustos hechos de la política nacional. Con el «gas del bueno», propio de Adolfo Hitler en sus recomendaciones a los administradores de Auschwitz, muestra su verdadero talante: un gorila tercermundista a punto de caer por el barranco de su infamia.
Huele a diciembre de 1957. A lenta, progresiva e inexorable acumulación de desastres. A precipitación de infortunios. Chávez empujando a una confrontación que el país no necesita y los venezolanos rechazan, creyendo de esa forma terminar por agarrar el tiempo que se le va por entre los dedos. Pretende ganarle la partida al destino aliándose con el demonio de la destrucción: sigue el ejemplo de Pérez Jiménez. Encuentra los mismos obstáculos: la juventud venezolana, los intelectuales, la iglesia, las universidades. Sólo le acompaña la infamia, la maldad, el rencor, el odio, el resentimiento, la estupidez. Y en todos esos contra valores supera en miseria al general de la vaca sagrada.
Huele a hora de definiciones. A desmoronamiento generalizado. A chamuscado. Un ex dirigente universitario siembra de bombas lacrimógenas y cócteles molotov un camión inofensivo que difunde canciones, ordena caerle a peinillazos y perdigones a valientes estudiantes, arma la canalla fascista con pistolas y metralletas para asaltar eventos de los partidos de la izquierda. Gorilaje nazi fascista, castrismo tercermundista, pinochetismo del bueno. Con perdón del general Pinochet, canalla pero al menos eficiente hasta en su destructividad.
Huele a crisis terminal, a putrefacción agónica. Sin que la oposición mueva un dedo. No inventó el recurso al «gas del bueno». No ha disparado un tiro. No ha hecho más que desvelar la naturaleza golpista, anticonstitucional, dictatorial y represiva de un régimen que se cae a pedazos. Y eso que estamos recién en el comienzo del tercer acto. Cuando todavía no resuenan las trompetas y los cornos del Apocalipsis.
¿Qué sucederá de aquí a pocos meses? Presagiando su desastre, le caen a saco a las reservas internacionales. De una sola zampada pretenden embolsicarse doce mil millones de dólares. Pérez Jiménez se conformó con una maleta de dólares. Chávez tiene a todos sus esclavos haciendo transferencias, raspando las bóvedas del banco central, montando el más gigantesco saqueo de la historia de occidente.
Huele a epílogo. A final de juego. Chávez tiene las patas quebradas. Tiró gas del bueno y el viento de la historia le devuelve las letales consecuencias por los ventanales de Miraflores. Se derrumba a vista y paciencia de la decencia nacional. Los demócratas tenemos a la juventud universitaria, a los intelectuales, a los mejores artistas y profesionales de nuestro lado. Él, a Lina Ron, a los hampones tirapiedras, a la guardia nacional.
A todos ellos les espera el Estatuto de Roma, La Corte Internacional de los Derechos Humanos, la Justicia del Honor. Son ellos, no nosotros quienes están escribiendo la lista de la vergüenza. Que carguen con sus consecuencias y no lloren cuando les caiga encima el inevitable peso de la ley.