¿Diálogo o rendición?
Por Una de las singularidades del momento venezolano, es que personalidades importantes en el campo de la oposición se empeñan en el llamado al “dialogo”, como el mecanismo político adecuado para salir de la crisis en que estamos empantanados. Otra singularidad es que la respuesta del gobierno a ese llamado al dialogo ha sido arreciar el cañoneo verbal y acentuar el arrinconamiento de la oposición.
Más de una vez, hemos señalado que, después de 14 años de gobierno autocrático y muerto el caudillo, se imponía crear las condiciones políticas requeridas para una transición pacífica, tal como se hizo en España, a la muerte de Franco; en Chile, cuando la derrota electoral de Pinochet; en Brasil, donde el propio estamento militar inició la apertura que culminó en elecciones libres. Incluso en Venezuela, se logró una transición pacífica de la tiranía de Juan Vicente Gómez (27 años) a los gobiernos liberales de López Contreras y Medina Angarita; y más tarde después del derrocamiento de Pérez Jiménez, sin violencia, se le abrió cauce a 40 años de democracia.
En la Venezuela de hoy, por el contrario, los herederos de la autocracia, en lugar de suavizar los controles e ir generando espacios de convivencia, han acentuado el lenguaje pendenciero y tratan de encerrar a la oposición en una especie de círculo de hierro donde vegete y muera por consunción, por asfixia. Aunque se haga un gran esfuerzo por entenderlos no se encuentra explicación política racional a ese llamado insistente al dialogo, que solo encuentra oídos sordos y rostros ceñudos en el ámbito del oficialismo.
El dialogo tendría sentido si el gobierno se dispusiera a escuchar con atención los planteamientos de la oposición y a no continuar empeñado en arrinconarla y silenciarla. Habría que empezar abandonando el manejo cuartelario de la Asamblea Nacional para restablecerle el carácter de foro democrático tal como sucede en los parlamentos del mundo. No se puede hablar de dialogo mientras el gobierno se empeña en reducir el número de diputados de la oposición, sobornándolos, como hizo con William Ojeda y Hernán Núñez, o allanándoles arbitrariamente la inmunidad, como está decidido a hacerlo con Richardt Marlo. Tampoco es viable el llamado al dialogo mientras el gobierno se afinca en la determinación de inhabilitar a los tres gobernadores de oposición basándose en expedientes amañados.
No es posible el dialogo mientras el gobierno desconozca los fueros que la Constitución garantiza a la oposición. En las condiciones actuales, no habría dialogo sino rendición.
El país sigue en espera de la amnistía a los presos y exiliados políticos. Si no lo logró el diputado Zambrano a pesar de su perseverancia, esperemos que lo logre la Conferencia Episcopal Venezolana, con el apoyo del Sumo Pontífice.