Opinión Nacional

Deserciones

En todo proceso real o supuestamente revolucionario son inevitables las deserciones. No empleo este vocablo con la connotación peyorativa que suele dársele, sino en su recto sentido de abandono de una idea o posición sostenidas durante un tiempo, pero que han debido dejarse a un lado por diversos motivos. Entre estos algunos razonables, incluso de carácter noble y obedientes a valores y principios que se estiman traicionados por los dirigentes del proceso, de modo que ya no corresponden al pensamiento y a los sentimientos de los posibles desertores, en condiciones en que se hace imposible o inútil bregar desde adentro por una rectificación oportuna y salvadora.

La deserción también puede obedecer a motivos innobles y abyectos, como es el caso típico de los oportunistas, que abandonan el barco, como suele decirse, como las ratas cuando perciben que comienza a hundirse. Son estos, precisamente, los casos que le dan al término deserción aquella connotación peyorativa, sin percatarse de que al lado de los oportunistas son muchos los que recurren a la disidencia por motivos éticos o ideológicos.

En el proceso hipócritamente llamado «revolución bolivariana» son ya muchas las deserciones de este tipo, frente a la solitaria y rocambolesca de Francisco Arias Cárdenas, de un oportunismo villano y picaresco como pocas veces se ha visto en nuestra historia.

En el chavismo se vienen produciendo, desde el comienzo, una verdadera seguidilla de deserciones de buena ley. De los seis u ocho conjurados del Samán de Güere sólo queda, triste y solitario, el propio Chávez, ya que la vuelta a su lado del mencionado Arias Cárdenas no puede contarse como lealtad al juramento inicial, y no sería de extrañar que en un futuro impredecible volviese a desertar, desde luego, siempre motivado por algún fin innoble.

Importante fue la deserción del MAS. También la de Luis Miquilena, precedida por la del grupo encabezado por Alejandro Armas, cuyo fallecimiento frustró lo que su honestidad, su inteligencia y su lucidez ideológica anunciaban como una brillante carrera política.

Más recientemente ha tenido gran significación la actitud asumida por el partido Podemos, y, sobre todo, la del general (r) Raúl Isaías Baduel. Esta última se venía barruntando desde hace tiempo, pues la ruptura definitiva, lúcidamente argumentada por su protagonista, fue coherente con muchas otras manifestaciones que el trisoleado general había hecho a lo largo de su actuación dentro del régimen chavista.

Últimamente hay que mencionar la posición de la ex primera dama, Marisabel Rodríguez, también de ruptura definitiva con el chavismo, igualmente muy bien argumentada.

Aunque tendenciosamente se las califique de traición, estas deserciones parten inequívocamente de sendas decepciones ante una «revolución» devenida en autoritarismo totalitario, y cuya trayectoria ha sido un lamentable fracaso. Por lo que es inevitable que se produzcan otras importantes deserciones.

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