Opinión Nacional

Desde la contemporaneidad a la caverna

Mucho le ha costado al mundo conocido superar el «Homo hominis lupus» del epigrama de Tomás Hobbes (1588-1679), que se originará en Tito Maccio Plauto (254-184 a.C.), quien afirmo «Lupus est homo homini, non homo (el hombre es lobo del hombre, no hombre)»

Hay quienes están empeñados en destruir la civilización y la cultura que le ha costado a la humanidad el largo camino para salir de las cavernas y entrar en la contemporaneidad.

Estos que quieren regresar a la caverna se llaman así mismos progresistas. Un instinto primitivo los amarra al terrón, de tal manera que en poco se diferencian del neandertal. No saben leer las páginas de la historia, no desean construir esa convivencia sobre la base de estructuras estables que garanticen la posibilidad de corregir los errores y el control e independencia de los poderes públicos. No han comprendido que la nación existe solo si en ella se registran la libertad, la igualdad y la solidaridad constituidas en norma.

Sin trabajadores sujetos de una movilidad social ascendente para hacer una revolución, sin la presunta adhesión de una clase universal imposible en estos tiempos hay que generar pobres para poder dominarlos, organizar mayorías mestizas abriendo una guerra de razas en lugar de una guerra de clases.

Pretenden inventar una nueva historia inserta en la falacia fundacional. Hay que predicar a los indígenas el retroceso fundamentalista a sus orígenes, el retroceso hacia su caverna. No hay que interpretar al mundo, no hay que cambiarlo, hay que hacerlo de nuevo. El fanatismo de las etnias incluye la destrucción violenta de las naciones, por la explosión de las guerras étnicas. Se busca la destrucción de los países que, con muchas deficiencias reparables, son el producto del trabajo humano. Se suman a ello una ultra derecha que hace fuertes crítica demagógicas a los progresos tecnológicos cuya expresión más conspicua es que Internet es el hijo predilecto del demonio.

No podemos dejar de tomar en cuenta la brutal inmoralidad y el pillaje que sufrieron los nativos por parte del poder colonial. Es un suicidio planetario desconocer el peligro ecológico causado por una indiscriminada explotación de los bienes que generosamente no entrega nuestro planeta. Pero nada sería peor que pregonar la mentira que el bienestar y la libertad se alcanzarán, mediante la más repudiada agresión a los valores por los cuales la humanidad ha luchado, con la apertura del tiempo de la caverna y el cierre del tiempo que alcanzo la humanidad.

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