Opinión Nacional

¡Desalojo!

Hiede en los esfuerzos de quienes comienzan a tirar salvavidas y cuerdas de auxilio a quienes se enfrentan a una catástrofe anunciada. No es ni debiera ser el momento de salvatajes desesperados. Es el momento del desalojo. Todo, absolutamente todo lo demás es traición a la Patria.

Leo el último artículo de Vladimir Villegas en el que luego de describir el sombrío, el apocalíptico panorama que enfrenta el país – un barco desfondado y a la deriva -, nos entrega un aterrador diagnóstico de la catástrofe, con el que no podemos menos que coincidir, pues sus vísceras se desangran ante nuestros ojos, pero con una muy equívoca y ambigua propuesta de salvataje, con la que no podemos menos que estar en absoluto desacuerdo. Viene a significar algo así como que al rescate del Titanic, hundido a propósito, en despoblado, con premeditación y alevosía por quienes – cubanos y venezolanos de consuno, coaligados – llevan 55 años apostando a su destrucción, debemos correr en auxilio todos aquellos que lo sufrimos en carne propia: sus víctimas. Empresarios y trabajadores. ¿También nuestros presos políticos, desterrados, arruinados y asesinados en el ara ritual del castrocomunismo?

La última y flagrante expresión de esta faena de zapa, de destrucción inmisericorde de la República la acabamos de presenciar sin que el corazón de nuestros demócratas haya sufrido ni el más leve infarto: la obediencia a los dictados de la tiranía cubana que le ordena a Maduro y sus hombres en Caracas terminar por renunciar a nuestros históricos y legítimos derechos a la Guyana Esequiba para cumplir los propósitos expansionistas de Fidel Castro y terminar por asentar su hegemonía sobre el Caribe.

¿Sentarse en una mesa con quienes han destruido a la Patria y no muestran la más mínima disposición a reparar en algo los sufrimientos, daños y perjuicios causados? ¿Con qué fines? ¿Los de negociar su inmediato desalojo y rescatar los despojos de lo que un día fuera nuestro orgullo? ¿O con el insólito objetivo de compartir la carga de cadáveres, ruindad y maldiciones que nos han estado echando encima desde hace 14 años, sin mencionar la sistemática destrucción de nuestra institucionalidad democrática en la que vienen trabajando laboriosamente desde el 24 de enero de 1958? Pasando por motines, conspiraciones, golpes de Estado, engaños y estafas inenarrables.

Quisiera pensar que a Vladimir Villegas, corresponsable, como tantos y tantos de mis amigos, de esta nefasta historia de asalto a la venezolanidad lo mueve el sincero, el plausible y honroso deseo de salvar, como dicen en los corrillos de nuestra prostibularia jurisprudencia, “del ahogado el sombrero”.

Empeño inútil. En primer lugar, porque a este putrefacto y moribundo régimen de iniquidades y desafueros, corruptelas y saqueos, injusticias y desmanes no lo salva nada ni nadie. ¿De la mano del actual responsable, un espantajo cucuteño puesto al mando de los últimos días de demolición por Raúl y Fidel Castro para terminar de arrasar y humillar a la que un día fuera la primera potencia del Caribe y el faro de luz, ejemplo y auxilio generoso y solidario para las generaciones de latinoamericanos que supieron negarse a la seducción del castrismo y empuñar las armas para defender la historia y las tradiciones libertarias que nos independizaran?

Hiede en los esfuerzos de quienes comienzan a tirar salvavidas y cuerdas de auxilio a quienes se enfrentan a una catástrofe anunciada. Ya huelo en los pasillos de ciertos sectores de oposición el tufo a transiciones acomodadas a un insólito proceso que pretende llevar del hundimiento a la reflotación: “bien podría ser yo un ministro en un gobierno de coalición”, le escucho decir a más de uno con un mohín de inmodestia y un yo no quisiera pero… Y hasta referencias al hecho de que la Concertación chilena aceptó al general Pinochet al frente de las fuerzas armadas golpistas.

No me asombra. Hace nada me vi en la obligación de refutar a un probado, talentoso y culto opositor que le proponía a uno de nuestros más insignes líderes, prestarse a la legitimación de Maduro. ¿Qué habas se cuecen en los calderos de cierta izquierda opositora? ¿Qué escenario vislumbran los que acogen el desesperado llamado de auxilio de Vladimir Villegas? ¿Cargar con el féretro del insepulto, mientras Maduro llora sus lágrimas de cocodrilo?

No es ni debiera ser el momento de salvatajes desesperados. Es el momento del desalojo. Todo, absolutamente todo lo demás es traición a la Patria.

 

@sangarccs

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