Derecho al criterio
Se supone que hoy debería ser un día particularmente feliz para quienes
somos profesionales del periodismo, y para un país que presume de ser
democrático. Se supone que hoy deberíamos andar de gran celebración, pues al
fin y al cabo, no es poco ni leve ese asunto que el Día del Periodista en
esta tierra tan tropical tenga que ver con la fundación del Correo del
Orinoco, medio político cuya razón de ser fue la lucha por la independencia.
Y sin embargo, hoy esta escribidora de oficio, que recibió su título
universitario hace un montón de años, siente que no hay mayor cosa que
celebrar, y sí que lamentar.
Ayer en un evento, cuyo reportaje les ahorro, dije micrófono en mano que si
en un país se discute si hay libertad de expresión e información o no,
entonces no la hay. La libertad, como el embarazo es una de esas cosas
binarias: no acepta términos medios. Ninguna mujer puede estar medio
preñada; nadie puede ser medio libre de expresar o estar informado.
Desconozco los detalles del asunto de la no transmisión del video del
oficial ese que se identifica como de la Junta Patriótica. Y si soy honesta
y franca, a mí no me gusta para nada pensar en que la única salida que tiene
este país está en una suerte de alzamiento blando, de golpe de estado sin
sangre. La Democracia es un asunto de ciudadanos libres, no de uniformes que
creen ser dueños de la verdad. Pero, en cualquier caso, no estoy muy segura
que era inapropiado transmitir el famoso video, porque si a ver vamos, creo
que tenemos el derecho a conocer todos los planteamientos, incluso los
absurdos y descabellados, aunque sólo sea para poder concluir que son eso:
absurdos y descabellados. Ahora la cosa queda en una inmensa ola de
curiosidad por lo que no vimos, ahora comienza la especulación, ahora
comienza el mensaje a García, ahora comienza el turismo por los caminos de
rellenar espacios en blanco. Repito que no sé (y creo que no quiero saber)
si mis colegas de Globovisión cayeron en la peor de las censuras – que no es
otra que la autocensura – o si recibieron una «jalada de orejas» de algún
personero del régimen. Pero como quiera que hayan ocurrido los hechos, la
resultante es igual: alguien, en algún escritorio, en algún puesto, decidió
qué puedo saber, qué no debo ver. Es decir, fuimos evaluados como gente que
necesita ser protegida.
En las sociedades modernas se estima que información es poder, y que quien
no sabe, quien desconoce, finalmente se halla en una posición de debilidad.
El débil es frágil, manipulable, sojuzgable, pisoteable, utilizable. Yo
quiero saber, reclamo mi derecho a saber, y reivindico mi derecho a decidir
luego si lo que veo me gusta o no, si lo apoyo o no. No quiero que nadie
decida por mí. Para mí se llama derecho al criterio.