Democracia o dictadura
Cada día se hace más patente el dilema de si lo que tenemos hoy en Venezuela es una democracia o una dictadura. La existencia de un cierto grado de libertad de expresión, por cierto que en permanente acecho y en progresiva disminución, permite a algunas personas, especialmente afectas al régimen y ansiosas de una coartada que justifique, al menos en lo que les queda de conciencia, su posición, afirmar que el gobierno chavista es democrático, o en todo caso que no es una dictadura.
Pareciera que para quienes así piensan lo único, o lo que mejor define el concepto de democracia es el derecho de los ciudadanos a expresarse libremente.
O que, correlativamente, lo único que caracteriza a las dictaduras es la censura previa a los medios de comunicación social, y demás restricciones a la libertad de pensamiento.
Tales criterios responden, sin duda, a la larga experiencia venezolana en materia de dictaduras, que erige en paradigmáticas, y en únicas admisibles como tales, las más recientes, de Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez.
Ladinamente, y algunos quizás hasta de buena fe, olvidan o dejan a un lado que, si bien la libertad de expresión es fundamental en una democracia, por supuesto que conjuntamente con los demás derechos humanos, son igualmente esenciales y definitorios en un régimen democrático otros rasgos jurídicos y políticos, como son la separación e independencia de los poderes públicos y el control que sobre la gestión gubernamental se ejerza a través de ellos. Sin estos requisitos no bastan las más exquisitas libertades públicas –en el supuesto de que las haya– para definir la democracia, entre otras razones porque esa independencia de poderes es la única garantía de que los derechos humanos funcionen y sean efectivos.
No puede hablarse, pues, de democracia allí donde el Poder Legislativo, el Poder Judicial, la Fiscalía y la Contraloría generales, la Defensoría del Pueblo y el Poder Electoral son simples apéndices o mandaderos, ni siquiera del Poder Ejecutivo, sino personalmente del presidente de la República. Y que es así en la Venezuela actual no es una mera y tendenciosa suposición oposicionista, sino una verdad abrumadora que el propio Presidente, y los mismos representantes y funcionarios de aquellas instituciones, se encargan, con el mayor cinismo y descaro, de confirmar cada vez que declaran a los medios de comunicación.
Es claro que no estamos en presencia de una dictadura al estilo de las del pasado, arriba mencionadas, ni de las primitivas del siglo XIX. Pero ese no es el único tipo de dictadura.
En todo caso, ¿no se parece mucho el actual Presidente de Venezuela al dictador que nos describe el Diccionario de la Real Academia Española:
“dictador. En la época moderna, persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitaciones jurídicas.
|| 2. Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás” ?