Delincuencia Juvenil
Ayer escuché una entrevista realizada por la periodista Maripili Hernández a la Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez. Trataba sobre la violencia reinante en los institutos educacionales. Estoy muy alejado de la lectura de la prensa. Trato de mantener el placer del periódico dominguero pero evito leer últimas páginas y las declaraciones políticas. Como no me gustan los deportes, ya casi no tengo material de lectura. Por tal razón lo declarado por la Defensora del Pueblo con relación a la violencia en los institutos educacionales me ha estremecido. No ignoro lo que ocurre en ellos porque muy cercano a mi hay educadores pero no tenía conocimiento de los extremos a lo que se ha llegado.
Comentó la defensora tres casos. El asesinato de un niño por una pandilla de supuestos estudiantes; el envenenamiento de una niña por el hecho de ser una buena estudiante, crimen llevado a cabo por una acomplejada y resentida compañerita y un tercero donde otro niño fue agredido con tanta violencia que permaneció en estado de coma por un largo período.
Pero muy al contrario de lo acostumbrado con tan inteligente y bella comunicadora, en esta ocasión sus preguntas se sentían titubeantes, inseguras. Mi apreciación era que Maripili buscaba un culpable y que aunque sabe la razón, no se atreve a tomar la sartén por el mango. Trató inclusive de responsabilizar a los docentes de no asumir la responsabilidad del control de la situación. La primera Constitución venezolana se hizo muy al estilo de la norteamericana. Poco tiempo después fue criticada tal decisión, inclusive por Simón Bolívar. Fue una Ley impuesta sin considerar la idiosincrasia del pueblo. Y creo que en toda nuestra historia el asunto ha sido así. La actual Constitución, ayer alabada como un modelo, hoy es considerada obsoleta.
Actualmente, en la materia de menores priva la LOPNA. Creo que de acuerdo a esa Ley mi madre estuviese internada en Tocorón y junto a ella, la mayor parte de las madres de mis amigos. El humano es por naturaleza un impostor y solo cuando llega a un alto nivel de superación comienza a actuar tal como es. Por supuesto, no todos llegan a ese nivel y mueren en una impostura. El comportamiento humano lo rige el temor al castigo y en pocos casos, los principios morales. Esa ha sido la base de las religiones. Cielo, purgatorio o infierno en el cristianismo y cosas similares en las restantes. Ojo por ojo, diente por diente en la Ley del Talión.
Cuando yo hacía el intento de estudiar existían unas leyes muy específicas. La agresión física de cualquier alumno hacia su profesor significaba la expulsión del sistema educativo por un período que yo creo llegaba hasta los tres años. Los delitos cometidos por un menor de edad significaban para el delincuente ser internado en un retén de menores.
¿Qué ocurre en la actualidad? El menor que arremete a su profesor no es castigado. Inclusive su expulsión del instituto educacional es prohibida. Luego del escándalo inicial, el pequeño monstruo se pasea por los pasillos regodeándose de su valentía por «haber puesto en su sitio al viejo o a la vieja esa». Pero basta con que el educador tome por el brazo a cualquiera de sus alumnos y le de un apretón para que se considere una agresión, siendo expulsado del instituto y quien sabe si no termina despojado de su cargo. En uno de los casos que trajo a colación la defensora del Pueblo, si a algún adulto se le hubiese ocurrido intervenir para evitar que la pandilla asesine al niño, y en esa intervención hubiese causado algún rasguño a un menor atacante, se le habría castigado sobre la base de la LOPNA y quien sabe a que pena hubiese sido condenado. El menor se sabe impune. Puede irrespetar, asesinar y robar sin que nada le ocurra. El sicariato en manos de los menores está tomando auge e indudablemente, tratando de actuar dentro del margen de la Ley la Defensora del Pueblo anuncia la creación de un grupo de niños que serán «mediadores» en los conflictos dentro de su instituto. Sabe muy bien la funcionaria que está arando en el mar porque quien sabe si alguno de estos futuros mediadores no serán víctimas de sus compañeros delincuentes.
Maripili vive sin dudas muy cómoda. Y no es una crítica. Es lo ideal para cualquier ser viviente. Pero en su comodidad no se conjuga con el pueblo. No acude a una escuela de barrio. Creo que no se atrevería a ir «íngrima y sola» y si lo intenta, lo más probable es que no llegue ilesa al sitio. Hay que empatizar con el educador al cual el delincuentico de doce años le mete en la boca el cañón de una pistola solamente para que le suba unos puntos a la baja nota que obtuvo. No siente la rabia de un humilde maestro al cual uno de sus alumnos le abofetea o le escupe. El maestro, apreciada Maripili es un cero a la izquierda porque a ello lo han llevado las Leyes que hemos impuesto cuando no las merecemos.
La legislación debe hacerse a la medida de la idiosincrasia del pueblo. No debe ser copia de modelos extranjeros y mucho menos producto del populismo. Hemos llegado a una supuesta defensa de los derechos humanos que es realmente inmerecida. No olvides Maripili el «meremere con pan caliente», la correita o ramita colgada de un clavito a la cual denominaban «Pablo Moreno» o el «sopapo» de tus ancestros. Correctivos muy eficaces que sin causar daños, encauzaban nuestro comportamiento.