Del verbo a la acción
Apenas unas horas después de Chávez haber pronunciado sus incendiarias palabras contra Álvaro Uribe, presidente de Colombia, y José María Aznar, presidente del Gobierno de España, se produjeron los atentados contra las sedes diplomáticas de esas dos naciones. La vinculación evidente entre esos dos episodios es negada por esa encarnación del cinismo llamada José Vicente Rangel, quien –como lo sugirió el propio Chávez el día de la exaltación al Panteón Nacional de Cipriano Castro, El Cabito- sueña con la silla de Miraflores. Rangel realiza esfuerzos sostenidos por despistar a su jefe: se muestra más intransigente y radical que el resto de los miembros del Gabinete; su obsecuencia supera los límites de lo imaginable. Pero nada es suficiente para calmar la paranoia del caudillo. El Vice vive bajo estado general de sospecha. Liberar al Presidente de toda responsabilidad en los actos terroristas es parte del esfuerzo que hace Rangel para reconstruir la imagen internacional de Chávez, tan deteriorada luego de haber iniciado la ofensiva autoritaria que llevó a Carlos Fernández a la cárcel, a Carlos Ortega a la clandestinidad y a los gerentes de PDVSA a ser víctimas de la persecución por parte del régimen. El gobierno del Teniente Coronel ha invertido muchos dólares financiando periodistas, congresantes y editores internacionales, para venir a tirar por la borda todo ese capital como consecuencia de la intemperancia del díscolo gobernante.
Chávez, que llama terroristas a los gerentes de PDVSA que promovieron el paro cívico, se cuida de aplicarles ese mismo calificativo a las FARC y al ELN, grupos que asesinan a jóvenes que se reúnen en una discoteca a disfrutar alegremente un viernes por la noche, que matan a mansalva a campesinos que se resisten a pagarles “vacuna”, que ponen camiones cargados de dinamita en centros comerciales e iglesias, y que le pegan un disparo a una ex ministra sola e indefensa. A cobardes y criminales de esa ralea, Chávez no los toca ni con el pétalo de una rosa. Desatiende el llamado de Uribe, quien se dirige a todos los mandatarios de los países de la región para pedirles que califiquen de terroristas a las milicias comunistas, que actúan en territorio colombiano y atentan con las armas y la violencia contra el gobierno democrático elegido por el pueblo de ese país. No sólo desoye el llamado de un Gobierno asediado por malhechores, sino que permite que la frontera venezolana sirva de aliviadero de esos forajidos. En esa zona la Guardia Nacional y el Ejército, por órdenes de Chávez, mantienen una actitud más que complaciente, cómplice con la pandilla dirigida por Tiro Fijo y el Mono Jojoi (lo de mono le viene al pelo, pues nadie sabe qué piensa ese señor). Mientras se comporta de este modo con guerrilleros desalmados, Chávez expone al escarnio público a dirigentes que se le enfrentan con marchas pacíficas y mucha dignidad.
El terrorismo verbal del caudillo de Sabaneta ahora se expresa de distintas formas. La violencia pura pura y simple es una de ellas. Los estallidos de bombas de alto poder es uno de los rostros en los que encarna las amenazas del Presidente y su obstinada negativa de permitir una solución electoral a la crisis del país. Ya salieron William Lara y Aristóbulo Istúriz diciendo que la responsabilidad de esos atentados reside en la oposición a la que descalifican como golpista y fascista. La policía no ha entregado el primer informe de los hechos, y, para complacer al Jefe, ya lanzaron sus primeras conjeturas. Abonan el terreno para incriminar a la oposición. Mientras tanto, del “pobre” Gouvella, de cuyos asesinatos en la plazo Altamira existen registros documentales y testigos por decenas, nada se dice. Sus vínculos con Bernal no han sido desmentidos. Hasta ahora la Fiscalía no le ha imputado ningún cargo. Se podría esperar que Joao vuelva a manejar su taxi blanco financiado por la alcaldía de Libertador. Sobre la tortura y los asesinatos de los soldados y de las jóvenes masacradas nada se ha vuelto a decir. La hipótesis del asesinato pasional resulta tan burda que los cuerpos policiales no han vuelto a mencionarla. La emboscada que le tendieron al policía defenestrado en La Campiña y a sus compañeros heridos, también permanecen en la penumbra. Venezolana de Televisión presenta las fotografías de los supuestos fascistas a los que el pueblo debe reconocer, en un claro mensaje orientado a promover atentados contra esos venezolanos que se oponen al Gobierno. Mientras, el Defensor del Pueblo y el Fiscal no abren la boca. Chávez logró someter y compactar de tal modo a estas instituciones del Estado, que todas actúan como parte del engranaje chavista.
El terrorismo judicial es otra modalidad en la que encarna el verbo del cacique. Las órdenes de captura contra el Presidente de la CTV, de Fedecámaras y los integrantes de Gente de Petróleo fue librada por jueces que forman parte del chavismo recalcitrante. En esta nueva fase de la estrategia autoritaria el caudillo del MVR se dejo de tonterías: el Poder Judicial en pleno tiene que estar al servicio del “proceso”. La independencia y equilibrio de los poderes representan un artilugio inventado por el orden burgués para limitar los alcances de las revoluciones. Ya lo dijo en un Aló, Presidente: todo magistrado que no comprenda que estamos en una revolución y que, en consecuencia, debe colocarse a la orden de ella, tiene que salir de la magistratura. El Proceso no tolera disensiones. Se es incondicional o enemigo. No hay autonomía que valga. De ahora en adelante cualquier atropello a la libertad puede esperarse. De la violencia y el terrorismo verbal Chávez pasó al terrorismo práctico y demoledor. Al principio fue el verbo, después vino la acción, que es la que estamos viendo.
En esta nueva etapa de la arremetida autoritaria, la oposición tiene que complementar sus actividades con tareas que se desarrollen en nuevos tableros. El ataque al rey debe incluir el movimiento de todas las piezas.