Del terrorismo de estado al pánico del gobierno
He estudiado en esta Web, el proceso deliberado y constante del poder para provocar el terror como forma de control social, de alimentarse, aferrarse y mantenerse. Los mecanismos que emplearon los regímenes fascistas de Alemania o el staliniano en al URSS, han sido ampliamente estudiados, desde diversas perspectivas científicas, pero y de bella manera, por la literatura. El propósito final, hoy como ayer, es provocar la abulia, primero, la ataraxia, luego, como forma de existencia entre sus adversarios reales y los posibles, es decir, sumisión absoluta al régimen y, en consecuencia, la imposibilidad de criticarlo, combatirlo, cambiarlo, sustituirlo. En la construcción de tan macabro juego se emplean diversidad de métodos. Un modelo policial cuyo papel fundamental radica en poseer de cada ciudadano toda la información de su vida, familia, amigos, de su ubicación, tanto de espacio, cuanto, sus preferencias ideológicas, intelectuales. En principio, se “privilegia” este trato a los no afiliados al modelo, pero luego se amplia, con mayor celo, a sus conmilitones, a sus seguidores, a sus propios aparatos policiales, de inteligencia, etc., algo así como cuidarse de los enemigos reales, y esos son quienes no confesamente han expresado su adhesión al régimen, y de sus mas riesgosos enemigos potenciales, que ubican entre los factores del poder que sirve de sustentación al modelo. En el plano ideológico, se ha procedido, como en modelo hitleriano, a establecer una cosmovisión de pueblo superior, de raza superior, con una determinada misión, que va mas allá de sus propios espacios, lo cual da derecho, según su esquema, a su imposición como ser superior y, paradójicamente, dar la liberación (la redención) a quienes dominen y así los asuman; mientras que, a niveles “operativos”, el culto y ejercicio del odio individual y social entre las masas, entre cuyos mecanismos está en desarrollar la falsa consciencia que de sus limitaciones, su pobreza, sus miserias tienen por responsables a quienes tienen, porque los despojaron, lo cual da el derecho de recuperarlos, generándose y cultivándose así el odio, sustentado por una pseudo teoría sobre lo justo, que se caracterizaba por mitificar al héroe del proceso, que encarnaría la redención posible, la conducción mesiánica y una relación de absoluta sumisión idolátrica por parte de sus seguidores. Este modo de operar es de una magnitud y consecuencias insospechables. El idólatra se convierte en terrorista, e incluso, en verdugo, y el resto social en su objetivo a destruir. Los víctima, como se ha dicho, se refugian al comienzo en la indiferencia, en aislamiento, incapaces de respuesta alguna, hasta convertirse en una existencia muerta, acrítica, sin sueños, por efecto del terror que sobre ellos se ejerce.
Pero, la conducta humana ni aun bajo la más férrea de las hegemonías, absolutismo, dictadura, terrorismo, puede ser absolutamente controlada todo el tiempo. Es imposible mantener la sumisión per se. Incluso en culturas como la china, en donde la relación del ser social con el poder, del individuo con el poder es más compleja y diversa con relación a nuestros modelos culturales occidentales, allá el papel sacro del emperador es un hecho cultural mas que político, pero aun allí, ha habido y existen expresiones contra la corriente. Vale decir, tras la libertad, el reconocimiento del individuo, los derechos sociales. En la actualidad ese papel de imperator deificado, que bien se “reencarna” en el jefe del partido, sea el caso presente, análogo al jugado por el emperador, lo cumple el comité central que, a su vez, queda bajo el dominio y sumisión al secretario general o el jefe máximo. Pero, en Alemania, Italia, en la URSS, en la Cuba de hoy, igualmente, en medio de aberraciones, atrocidades, los intelectuales, artistas, fueron en su gran mayoría y siempre ”enemigos” del modelo y asumieron todos los riesgos que, de manera gradual lo fue haciendo suyo el pueblo llano, en menos grado ciertamente y de modo muy lento, pero se va creando una consciencia critica que, por una parte, reconoce las limitaciones del régimen, aquellas que el régimen no puede satisfacer, y por la otra, reconoce las ausencias de libertad y de derechos humanos elementales para su propia vida. El redentor, el mesías, poco a poco se reduce a lo que realmente es, un ídolo, que de poderoso en los comienzos se hace frágil y cuya fuerza fundamental ya no está en sí mismo sino en el aparato que lo sostiene, que reclama incrementar el terrorismo que, a unos silencia, a otros asesina, a muchos encarcela, persigue, todo ello con el fin de que su crueldad sea reconocida, ya sin máscaras. El terror sin máscaras.
En el caso venezolano, a pesar de ser un caso atípico, según bien resume DAR, de modo que HRCHF nada tiene de héroe histórico, ni de caudillo, el presidente asume él mismo el empleo del terrorismo ideológico, de la persecución, la exclusión (recuérdense listas las de Tascón, que ahora se amplían por meras sospechas y las uniformidades que van desde el uso de los trajes rojos, no ya para identificar al proceso, sino para sepultar mediante el terror todo la conciencia del trabajador), el recurrir a las conspiraciones que hacen por ejemplo, al capitalismo salvaje responsable de todos los males y, con ello se encubre la ausencia de calidad del propio gobierno, que se esconde en el no me dejan…en el no lo dejan, parte de las argucias que el pueblo llano corea. El habla del presidente y sus secuaces, es expresión de soberbia ignorancia, ignorancia que se colma con la diatriba, el insulto, la descalificación, la injuria, etc. Nadie podría dudar de que el presidente, mediante ese juego, haya tenido relativos éxitos. El abuso del terrorismo de estado, puesto todo a su servicio, y el terrorismo ideológico, arma para sus seguidores, le han dado buenos resultados contingentes. Pero, no ha podido prender ni lograr entre sus seguidores ni el culto a la personalidad ni hay expresiones reales de idolatría, porque, entre otras causas, la idolatría requiere de un mínimo de ideología coherente, mientras para Chávez, su popurrí (socialismo originario, indoamericano, bolivariano, robinsoniano, zamorano, cristiano, humanista…) no permite a nadie asumir una mínima creencia, un principio de fe. Solo obedecer y repetir al supremo líder. Lo cual hace mucho más frágil al presidente, pero necesariamente más miedoso, cobarde, incluso. Sujeto del miedo, objeto de su propio miedo, relativamente consciente de sus limitaciones, entonces vive esa metamorfosis que de invencible, poderoso al comienzo, deviene en ser poseído, poseso de sus propios miedos, que aceleradamente se transforma en pánico. Desconfía hasta de sus huellas y lo asustan sus sombras. Por no confiar en nadie, extrema las medias de seguridad, y para nuestro caso, por esa desconfianza en el mundo real venezolano, se ve en la obligación de protegerse con los cubanos, de quienes tiene menos sospechas porque son asalariados como mercenarios y, a su vez, sobre ellos pesa el control altamente cuidadoso y claros intereses de la tenebrosa policía de seguridad y espionaje cubanos.
Bajo este cuadro, someramente pincelado, actúa el presidente y cada vez mas se verá obligado a multiplicar el terror, en forma directamente proporcional al crecimiento de su miedo, de su pánico. Tenebroso será contra los suyos a quienes huela a traidores, o desconfíe de ellos por un simple gesto o los vea sospechosos de traición. El efecto de esta actuación, para validarse en el terror es mas o menos esta, si eso hace a los suyos, que no se hará con quienes no lo sean. Pero, como ya se observó, la consciencia empieza a levantarse. En ese universo ha de entenderse la detención de Oswaldo Álvarez Paz. Oswaldo no implica riesgo alguno, como dirigente, su universo es escaso como líder, pero representa una historia y tiene una actitud abierta contra el supremo líder. La del presidente de Globovisión, etc. La detención de Baduel, pudo ser un comienzo y el devastador acaso contra el gobernador Falcón está en el mayor nivel de desesperación en el día de hoy, pero eso y más se harán y se repetirá. La cuestión es como combatir para frenar definitivamente ese proceso, para evitar la consumación de la tragedia.
Nada fácil, pues, quienes hacen oposición política no ven más allá de sus narices, donde anidan sus intereses. Nada fácil cuando tenemos una Iglesia sin mensaje, solo repetición de formalidades legales o políticas, pero sin Dios. Poco o nada con unas universidades mudas. Etc. Pero se puede hacer. Hay que levantar un discurso coherente que no haga de Chávez ni núcleo ni objetivo. Que se asuma los problemas que el ser social, que el ciudadano, que ese 36 % de “hogares” en la más absoluta miseria moral y política, pero que aun se beneficia de las limosnas Chávez y de la impunidad ante cualquier fechoría que se justifica para poder existir. Discurso que convenza por la verdad de la palabra y no por la demagogia que se estila para satisfacer la avaricia que mora en tanto pseudo líder. Nada fácil cuando existen periodistas y otros opinadores que tiene en su palabra la verdad y disponen lo que se habría de hacer. Nada fácil, cuando exista gente probablemente como yo, que aun sin proponérselo, pudiéramos estorbar por nuestra intolerancia o nuestra soberbia. Pero, corro el riesgo, ayudado por la crítica de amigos, terapeutas, familia.
Ese discurso y esa practica, tiene que, también entre sus grandes temas, servir de fuente de racionalidad y de ética a los llamados NINI y, sobre todo, a los propios chavistas. No ya a los buitres y esa especie de hienas que se alimentan de cuanto Chávez deja y permite, sino a los de abajo, al pueblo llano y a sus intelectuales, para que juntos asumamos al país, que es sencillamente fácil de reconstruir. Entre todos. Solo entre todos.
Véanse algunos textos. Del Terrorismo de Estado al estado de terror. Dic, 2008
Del terror a la ataraxia. Septiembre 2008