Del terror a la arbitrariedad
En el Gobierno hay terror por la inminente derrota que le espera el 15 de agosto. Hugo Chávez y sus cómplices ya saben que la inmensa mayoría del pueblo les cobrará su traición e inconsecuencia. Los sondeos de opinión que tienen en sus manos coinciden: están reducidos a ese 30% con el que cuentan desde hace varios años. Los nuevos cedulados, muchos de ellos extranjeros humildes que inmigran a Venezuela pensando en la Tierra Prometida, no votarán por Chávez porque éste les recuerda la inflación, el desempleo y la inseguridad, infierno de donde huyen despavoridos. Los pobres le pasarán factura por el derroche grosero de los recursos públicos, mientras crece la miseria, los hospitales sufren “cierres técnicos”, las escuelas (incluidas las bolivarianas) se derrumban por la inclemencia de las lluvias o el sol. La clase media también le dará la espalda. El Comandante se aseguró de enajenarse su respaldo desde hace bastante tiempo. Atacó algunos de los valores fundamentales de estos sectores: la paz, el bienestar y la seguridad. El hombre de Sabaneta encarna todo aquello que espanta a la clase media:la violación de la propiedad privada, la impunidad frente a la delincuencia y la corrupción y la promoción de la incertidumbre. Chávez no cuenta con un territorio firme hacia donde crecer.
Constatar esta dolorosa verdad lo está llevando a la desesperación y al abuso. Haber teñido de rojo todo el territorio nacional le está causando un enorme daño. La gente sabe que el dinero de esa obscena campaña sale del tesoro público. Las cadenas de medios radioeléctricos es otro signo de arbitrariedad que produce escozor. Ya no es aquel Chávez folclórico y hasta simpático de los primeros años, ya remotos, que se comunicaba con el pueblo para hablar de proyectos y sueños irrealizables. Ahora quien aparece en radio y televisión es un personaje fatuo, inflado por una megalomanía alimentada por la corte de adulantes que lo rodea. La cadena en la que celebró sus 50 primaveras recordó a Rafael Leonidas Trujillo y a “Tachito” Somoza, dos déspotas que alimentaban hasta el paroxismo el culto a la personalidad. ¿Cuántos votos le habrá quitado este desplante de soberbia? Ni siquiera su hermano Fidel Castro da muestra de un narcisismo tan pueril.
El terror de Chávez y el Gobierno no los ha inhibido. Al contrario, intentan huir hacia adelante con fuerza avasallante. En la operación se auxilian con sus tres representantes en el CNE. Impugnan a 18.000 miembros de mesa que firmaron la solicitud de revocatorio, como si el cumplimiento de una obligación implicara la renuncia a un derecho. La obligación de los miembros de mesa, escogidos al azar para cumplir con una obligación establecida en la Ley de Partidos y Participación Política, era velar porque el Reafirmazo transcurriera en sana paz y dentro del marco establecido por el CNE, pero ello de ningún modo significaba que esos ciudadanos perdieran un derecho establecido en la Constitución de 1999. El haberse pronunciado a favor de esa petición no los inhabilita como miembros de mesa, ni reduce su papel de guardianes del proceso revocatorio. Lo mismo puede decirse de quienes no firmaron. Esto lo sabe el trío oficialista del CNE. Sin embargo, la desesperación ciega el entendimiento e induce decisiones caprichosas. A los venezolanos que viven en el exterior lo único que siempre se les ha pedido para votar es la cédula laminada, tal como ocurre con los votantes domésticos. Ahora se les impone una acreditación de residencia que busca impedir que esos compatriotas manifiesten su voluntad. Con el apoyo del bachiller. Leonel Hernández se han decretado unas migraciones forzadas que han mudado de forma fraudulenta a un numeroso grupo de votantes de un lugar a otro. Las máquinas “caza huellas”, que atentan contra la naturaleza del acto de votación en una sociedad abierta, fueron impuestas por Jorge Rodríguez con el fin de transformar el acto del sufragio en una operación lenta y tortuosa. No hay trácala ni obstáculo que el Gobierno no haya ensayado. Desde lo macro, la supervisión internacional, hasta lo micro, la operación morrocoy y el despido de funcionarios de CNE, todo ha sido puesto en práctica.
Ahora bien, esas medidas arbitrarias no engañan a nadie. El país sabe que el referendo revocatorio debería ser un proceso sencillo, pues se trata de optar entre el SÍ y el NO. Las elecciones en las que Chávez ganó la primera vez fueron más complicadas. Al menos se presentaron cuatro candidatos. Hubo que hacer un boletón electoral. En el Consejo Supremo Electoral del 98, el futuro Presidente de la República no contaba con ningún representante, no obstante, todo fluyó sin mayores contratiempos. A las pocas horas de haberse cerrado las urnas, el presidente electo estaba dando una rueda de prensa en el Ateneo de Caracas. Todo el país celebró que el hombre que había prometido freír la cabeza de los adecos y copeyanos, se comportara en el centro cultural más activo de la ciudad capital como un ser civilizado. La sangre no había corrido, ni correría. Chávez simulaba ser un estadista y buena parte de la nación se lo creía. Ahora estamos en un escenario similar, sólo que quien está colocado por debajo en las encuestas es el jefe del Estado. La frustración y el miedo de la dirigencia política de la democracia puntofijista, no la condujo a la locura de maniobrar para escamotear el contundente triunfo del teniente coronel Hugo Chávez. Habría habido sangre en las calles de Venezuela. Esperemos que el 15-A la Coordinadora Democrática pueda tener un contacto con la prensa equivalente al que el comandante tuvo hace 6 años.