Opinión Nacional

Del Reino Ambiental y el Deber de Existencia

El 22 de Abril de cada año se celebra en todo el planeta el día de La Tierra. El día de nuestro hogar común. De aquel que nos permite la vida, la existencia. En donde vivieron nuestros ancestros, en la que han vivido nuestros hijos y vivirán sus descendientes. Sin Tierra no hay ambiente, ni biosfera, ni atmósfera, ni todo aquello que llamamos nuestro habitat. A pesar de haber emprendido una incesante búsqueda de vida inteligente, aun hoy día no hemos conseguido una respuesta a nuestro saludo en el universo explorado. Logramos a través de los radiotelescopios con Arno Penzias y Robert Wilson a partir de 1965 escuchar el sonido del Big Bang, el suceso originario que dio origen a todo, hace 15.000 millones de años. Muchos no entienden el trascendente significado de ese hecho; lo que significa escuchar el sonido de la creación, de que, en un momento determinado de nuestras vidas, aparezca la historia del espacio- tiempo ante nuestros sentidos y podamos reconstruir el pasado con las evidencias que creímos extraviadas en la infinidad del cosmos.

Necesariamente, este conocimiento creciente del Universo sin que hayamos tenido contacto fuera de nuestro planeta con un nivel biológico que nos traduzca la vida tal como la conocemos, tiene que hacernos reflexionar sobre lo valioso de la presencia en la Tierra de la vida y el ambiente floreciente. De su maravillosa ocurrencia en el globo terráqueo. Del deber ineludible de protegerlo, de preservarlo, que adquirimos en el momento en que nacemos en él, suceso de una fortuna invalorable, verdadero milagro que nos concede a todo ser vivo el poder disfrutar de la condición vital en el lugar, en correspondencia con nuestras certezas, donde solo la vida es posible: en el tercer planeta del sistema solar.

Por ello es que hoy tenemos el deber supremo de hablar por el Planeta que padece. Convertirnos en su voz, en su reclamo, en su súplica, de que se entienda que la destrucción de los recursos, del ambiente, de la flora y de la fauna, del hombre, de la mujer, del niño, del joven y del anciano deben pararse.

Que debe nacer una nueva cultura muy práctica y menos teórica por la conservación ambiental. ¡Los pueblos no necesitan aprender a manejar armas para aniquilarse, groserías para vejarse, todo lo contrario, se requiere sembrar de conocimiento auténtico todas las líneas de acción públicas para convocar a la cooperación y no a la imposición, al acuerdo y no al desencuentro!. Solo los pobres de corazón, los indigentes de la inteligencia, los más primitivos y menos capacitados son aquellos que creen que el mundo es la herencia de la violencia, sin saber, que todo lo contrario, es su gran sobreviviente.

De tal forma que un nuevo mandamiento surge para todo habitante de La Tierra:
amarla con devoción y entrega, cuidarla y preservarla de la depredación, el abandono y la contaminación, disminuir voluntariamente su consumo de energía innecesario, detectando tanto en el hogar como el ambiente de trabajo, aquellos elementos que contribuyan a su derroche y malgasto. En este sentido, urge que todos los Estados de la Tierra se organicen a través de gabinetes multidisciplinarios con lo mejor del talento y el conocimiento de cada país para trazar las líneas de acción y pensamiento requeridas para que en cada nación se superen los agudos problemas ambientales que se suceden
a diario, la mayoría de ellos por la ignorancia colectiva de cómo combatir con éxito

una serie de hábitos culturales que hemos adquirido y que ejercemos sin pasar por un paso previo que nos permita pensar en las posibles consecuencias del hecho.

Así, si enseñáramos que determinar las posibles consecuencias de nuestra acción frente al hecho ambiental es un hecho que merece nuestra primera atención en la escuela, en el hogar y en el trabajo, seguramente disminuiríamos su incidencia notablemente.

Todos sabemos que para restablecer la salud de La Tierra, hay que producir menos contaminantes. Posiblemente, este sea el aspecto sobre el cual puedan incidir los Estados y Gobiernos, a través de leyes, normas y reglamentos. De hecho lo han venido haciendo a través de la acción del Panel Intergubernamental Para el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas (Premio Nóbel de la Paz) que preside el notable científico indo Dr. Rajendra Pachauri, cuya voz y acción clama ante el mundo por una política concertada de compromisos mutuamente correspondientes sobre la fabricación y elaboración de gases de efecto invernadero, los principales responsables del recalentamiento global.

Pero hay un aspecto relacionado con la responsabilidad individual de cada uno de nosotros y tiene que ver con nuestro consumo. Se nos ha vendido y hemos comprado la idea que podemos consumir la cantidad que deseemos de energía en todos los órdenes.Se nos ha vendido y hemos comprado, que podemos adquirir cualquier cantidad de productos que se traducen en basura no biodegradable cuando dejemos de usarlos, porque son “desechables”. Valdría la pena saber cual es su real costo, porque el daño por su uso que no se nos cobra, lo tiene que pagar la naturaleza a la cual pechamos inmisericordemente con los grandes impuestos de la desidia y el abandono. Hay quienes disfrutan con ello. Quienes no se conduelen del daño natural que ocasionan sus actos. Hemos visto con dolor como de los automóviles salen vasos, cartones y papel al pavimento, a las aceras, a las plazas, cuando es deber sagrado para el ciudadano no hacerlo. Y me pregunto ¿Éstos son los ciudadanos de Venezuela? ¿A estos compatriotas les duele el país, sabrán lo que significa amar a la Patria? ¿A quienes llaman extranjeros? ¿Se podrá acaso ser venezolano sin antes ser ciudadano de la Tierra? ¿Tenemos acaso el derecho por haber nacido en este suelo, de castigarlo reiteradamente con nuestros desechos?¿Que tipo de Historia, de Cultura , de Identidad, de Soberanía y Dignidad estamos enseñando, cuando permitimos a diestra y siniestra que la basura anegue nuestras calles, aceras y plazas!. ¿Cuál es el derecho que defendemos, acaso el de ensuciar, el de destruir, el de agredir al entorno que nos permite la vida? La Tierra reclama. La Tierra exige. La Tierra nos dice que ya es hora de comunicarnos para defenderla, para valorarla, para dejar de ser iletrados ecológicos y convertirnos en animadores de la cultura de la vida. ¿Quiénes son los primeros venezolanos? Sin duda aquellos que asean al país, que reciclan sus desechos, que actúan día a día defendiendo sus áreas verdes, que plantan varios árboles en su vida, que hacen de su vida un árbol para oxigenar el futuro de la juventud de nuestra nación.

En el día de la Tierra todos estamos llamados a ser educadores ambientales.Sin distingos de razas, orígenes, género, edad, profesión, oficio, todos estamos llamados a ser jardineros para parar la desertización de nuestra indolencia, de nuestra falta de humanidad, de nuestra falta de comprensión ambiental.En el Día de La Tierra, que son todos los días de nuestra existencia, no se puede ser cómodo con la muerte.Hay que luchar por la vida.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba