Del “hombre nuevo” al “hombre sometido”
El llamado a votar a los empleados públicos, por medio de amenazas, en las elecciones del 4D, reproduce algo que ya había ocurrido con la abominable lista de Tascón. Significa que a los empleados públicos se les exige sumisión sin pedirles convicción. De algún modo la revolución prefiere tirar la toalla en la hermosa tarea de crear un “hombre nuevo” y se conforma con tener un “hombre sometido”. Es fácil entender que no se puede dar un vuelco de esta naturaleza sin consecuencias.
No se puede manejar en paralelo un doble discurso “Ahora Venezuela es de todos”, letrero vacío que se ha convertido en membrete de todos los documentos públicos y, al mismo tiempo, decirle a la gente: sólo si te doblegas no te aplasto. No se puede jugar con los hermosos valores de las Empresas de Producción Social: “solidaridad, cooperación, complementariedad, reciprocidad y equidad”, mientras se mantiene un registro de los ciudadanos al mejor estilo de la SS y se aplica cotidianamente el terror.
En el fondo aquí radica el envilecimiento de las revoluciones, en que, en el camino de su construcción, ellas mismas se pervierten. No se puede vivir disociado con un doble discurso ético. Por una parte se quiere lograr un cambio humanístico, donde el hombre se olvide del enriquecimiento egoísta y piense en los demás con generosidad y desprendimiento. Pero al mismo tiempo se utilizan amenazas y represión recordándole a la gente en todo momento que su seguridad y la de su familia corren peligro si no se pliegan.
Obviamente, la mayoría de la gente se pliega. Los actos de heroísmo están reservados a unos pocos y por cada uno que triunfa 99 se inmolan y son recordados como héroes. Por eso las revoluciones, todas sin excepción, se han llenado de personas sometidas, sin entusiasmo ni productividad. Y al decir productividad no hablo sólo de economía, es fundamentalmente productividad en colaborar en la construcción de ese hombre nuevo que requiere la revolución.
Si la lista de Tascón fue y es una vergüenza, yo pongo en el mismo nivel el que se les haya dicho a los firmantes: si retiras tu firma no te botamos. Lo que se le está diciendo a la gente es: si te doblegas y niegas tus convicciones te acepto. El sometido se humilla y opresor se envilece. Es evidente que así no se construye un ser humano más digno y mejor y, en consecuencia, así no se hace una revolución.
La diputada que cometió el barbarismo de decir “el que no vote no merece trabajar en el sector público”, nos mostró a las claras el grado de perversión al que conduce la intolerancia ¿Es que acaso un profesional o un obrero disidentes no pueden ser servidores públicos con mística y entrega como el que más? Ella nos aclaró que no merece el distintivo de “mujer nueva” que la revolución necesita.
El camino revolucionario puede ser más lento, pero es más efectivo y más seguro si se transita en democracia. Un hombre nuevo, solidario y justo, sólo se puede alcanzar con personas independientes y pensantes que aporten sus ideas y también sus críticas a la construcción del país mejor que todos queremos. Una revolución de verdad sólo se puede hacer con gente libre y sin temores.
Si nuestros líderes no escuchan este clamor, el socialismo del siglo XXI estará formado por zombis y esbirros, delatores y verdugos. Igualito a los totalitarismos que esclavizaron a tanta gente el siglo pasado y de los que todavía quedan algunas rémoras.