Del chavismo sin Chávez, al chavismo con Raúl
Lo básico, sin embargo, en la amistad de hierro entre los dos caudillos o comandantes en jefe, es que, lo que faltaba a uno lo tenía otro, pues si la Cuba castrista era un proyecto en disolución por el colapso de la Unión Soviética que lo subsidiaba, Chávez estaba ahí con toda la riqueza venezolana para sustituir a los rusos como país nutriz de Cuba.
En cuanto a la Venezuela chavista, necesitaba aliarse con uno de los últimos países totalitarios del globo que le suministrara la experiencia, los cuadros, los expertos en inteligencia y control de la población, en represión y destrucción de las instituciones para que surgiera, como surgió Castro en la Cuba de los 60, un único e indiscutido jefe en la Venezuela de los 2000: Chávez.
Hoy toda esta zaga yace en dos camas clínicas en La Habana donde, de un lado, un Fidel cuasi nonanegario, achacoso, y con síntomas de demencia senil solo sobrevive como una foto ajada, borrosa y en sepia de la gloria que alguna vez fue; y del otro, Chávez libra una batalla desesperada al parecer perdida contra un cáncer, como si, ante una inescrutable decisión del destino, maestro y discípulo temieran presentarse por separado en el juicio que, según la religión de sus padres, los esperaba en el más allá.
O quizá porque juntos estén mejor confortados para aceptar la inevitable fatalidad de que, en el más acá, terminaron siendo víctimas de herederos segundones que jamás calzaron sus puntos, pero dado que fueron ungidos por monarcas absolutos, fueron acatados sin objeciones por las maquinarias políticas y burocráticas que les crearon, y, aparentemente, sin que se divisen en el horizonte las voces que tendrían que tronar contra un derecho de sucesión arbitrario, anacrónico, ilegítimo e inconstitucional.
Más atornillado Raúl, con apenas 5 años menos que Fidel, su compañero en la gesta de la Sierra Maestra, y si bien a años luz de su carisma, inteligencia, olfato y audacia política, responsable del establecimiento de la maquinaria militar y represiva que con la ayuda soviética es todavía una de las más temibles del planeta.
Los herederos de Chávez, por el contrario, el señor Nicolás Maduro y el teniente, Diosdado Cabello, no le deben su poder a Chávez sino a Raúl Castro, quien convenció al líder bolivariano que, dado que era muy probable su separación absoluta de la presidencia de Venezuela, dejara las riendas del gobierno en manos de estas figuras jóvenes que, por sus pocas luces, tendrían que solicitarlas en Cuba, una vez que la del “Centauro de Sabaneta” se apagaran.
Figuras absolutamente irrelevantes y desangeladas comparadas con Chávez, dependientes del brillo y prestigio que aun conserva en amplios sectores populares del país, pero por eso mismo ideales para ser manejadas y monitoreados por el político inescrupuloso que terminó siendo el confiscador, administrador y usufructuario del poder político de Chávez: Raúl Castro.
No se sabe qué es lo qué pasa con el presidente Chávez en La Habana, porque, con un Fidel fuera de juego y un Raúl que es el dueño de Cuba, no se permite otro acceso a su presencia que no sea el de Raúl, o los cuerpos de seguridad cubanos, que actúan como una suerte de médiums que bajan las órdenes del dios enfermo o moribundo.
Son generalmente instrucciones para reforzar el coloniaje y la dictadura cubana en Venezuela, pero auspiciada, no por procónsules o virreyes extranjeros, sino por estos funcionarios de destartalada categoría que no tienen el coraje de pedirle al sátrapa caribeño que le den una fe de vida de su otrora jefe el presidente Chávez.
Se prestan así al establecimiento en Venezuela de una dictadura malhumorada, rapaz, ágrafa, lacónica, decididamente aburrida y al margen del rescate de los derechos humanos que ellos saben mejor que nadie llevan 14 años pisoteados en Venezuela.
Ni un gesto de piedad, debilidad, ni humanismo por los presos políticos que sufren en las cárceles venezolanas y esa no es una característica venezolana, sino de la Cuba de Raúl Castro.
Por eso ya corre por la calles de Caracas la conseja de que Maduro y Cabello no son hijos de Chávez ni de Fidel, sino de Raúl.