Opinión Nacional

Del Chávez implorante, al Chávez triturador

En 48 horas operó el milagro. En plena Semana Santa, víspera de la pasión y muerte de Jesús, apareció ante las cámaras con el rostro descompuesto por el dolor suplicándole a Dios que no se lo llevara todavía. El dramatismo de la escena, implorando sufrimiento y privaciones, a cambio de un soplo de vida, «porque todavía me quedan muchas cosas por hacer», habría parecido todo un montaje kitsch, llanto incluido, a no ser por el realismo que transmitía un hombre en trance de despedida de este valle de lágrimas. 

Pero el sábado en la noche era otro el personaje iluminado por los focos de VTV. Risueño, sereno, seguro de sí mismo, incluso, como suele serlo en esta faceta, soberbio, hiperbólico y fanfarrón: «les vamos a dar un knock-out que será el más grande en la historia electoral venezolana», amenazaba, más o menos, con estas palabras, rodeado de sus más íntimos amigos y amigas. Para luego anunciar un aumento del salario mínimo en un 32 por ciento, «algo que jamás haría la burguesía», sin explicar que la decisión no mejorará el nivel de vida de los empleados que menos ganan y a duras penas, si acaso, paliará el golpe, a los más vulnerables, de la escandalosa tasa inflacionaria que los golpea cada año. 

Pero la súbita transfiguración del personaje en un lapso tan breve, se presta a todo tipo de interpretaciones. Los radicales de ambos bandos, por ejemplo, se aferran a los extremos de ambas versiones. Chávez terminal, Chávez superhombre. Algunos se creen las dos consejas y no andan tan descaminados porque no puede descartarse la posibilidad de un trastorno de la personalidad que lleva a ciertos personajes a las altas cimas de la euforia desde la más profunda de las depresiones sin solución de continuidad. Están, igualmente, quienes no dudan en proclamar que «ese hombre no tiene nada» y todo es un montaje con fines electorales. El resultado, al final, una total incertidumbre y confusión. 

Y frente a ese brumoso panorama que solo plantea dudas, queda aferrarse a los hechos y asignar las responsabilidades a quien le correspondan. Enfermo o sano, vivo o muerto, Chávez está dando la pelea y va a ir hasta donde no pueda llegar, con todos los recursos a su favor, exacerbando el ventajismo y la demagogia a niveles máximos. Esa es una realidad tangible que ya los dirigentes democráticos sabrán enfrentar. Cómo lo están haciendo y cómo lo harán, es algo que también les corresponde. Pero ciertamente se impone la necesidad de sacar a relucir las taras de un nefasto gobierno, personalista y autocrático, que pretende seguir imperando sobre el caos y tapar las miserias que todos vivi- mos tras la cortina del populismo desatado y los recursos más bajos de distracción. 

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