Déficit partidista
La crisis de hegemonía de los partidos en nuestro país, no se constituyó de un momento a otro. Podemos señalar que el deterioro de los partidos fue sostenido entre 1980 y 1990, de manera que cuando irrumpe en la escena política el ex – golpista y hoy presidente Chávez, consigue un terreno abonado por la propia ineficiencia, incapacidad y distorsiones de nuestros partidos tradicionales. El déficit de constante de los partidos tradicionales a la hora de cumplir con sus funciones y responsabilidades ante la sociedad es lo que en parte explicara el antipartidismo y rechazo de los mismos por buena parte de los ciudadanos desencantados de la política y más todavía de un liderazgo que comenzaba a hacer aguas y a mostrarse desfasado con el país y sociedad.
Todas esas transformaciones en el poder de decisión de los partidos se deben específicamente a la disminución de las funciones de movilización, participación, legitimidad y socialización. La crisis de partidos en nuestro país, se acentuaba cada vez más, y la mejor manera de demostrar el descontento, era a través del rechazo en las elecciones, bien sea regionales, municipales o presidenciales como de hecho sucedió.
En la década de los ochenta el sistema de partidos venezolano sufrió una importante depresión en sus apoyos. El modelo de gobierno de Punto Fijo decae, como consecuencia del descontento en el desempeño de los partidos, la falta de representación de estos últimos en la relación Estado-sociedad, las medidas económicas adoptadas por CAP II, el debilitamiento de las instituciones, en fin su crisis se encuentra en su interior, en su organización y si asumimos el protagonismo de los partidos en la democracia como centro de todo pudiéramos inferir que cuando los partidos entran en caída y desprestigio se produce igualmente una caída, fatiga y agotamiento de la propia democracia.
En el debate alrededor del funcionamiento del sistema político venezolano en los noventa, algunos opinaban que la democracia era necesariamente una democracia de partidos, mientras que para otros la democracia debía de seguir pero sin dichos partidos, sino con partidos nuevos. En todo caso toda esta situación generó un número considerable de desafectos a la política, principalmente de aquellos grupos marginados o excluidos.
A estas alturas podemos de alguna manera establecer un análisis, evaluación, juicio y diagnostico de lo que han sido estos siete años de desgobierno y experimento revolucionario, nacionalista, populista y militarista que indudablemente no sólo prescinde de organizaciones partidistas horizontales, democráticas y modernas, sino incluso de las instituciones tradicionales como sostenes de la democracia representativa, en su lugar emerge y se consolida la personalización de la política en manos de un hombre, un líder carismático, un caudillo como signo categórico de debilidad institucional en el caso de Venezuela.
Los retos en todas las áreas y materias, principalmente en lo que concierne al manejo de la economía, la industria petrolera entre otros, son realmente desbordantes y preocupantes con síntomas de enfermedad en cuanto a las cifras del Banco Central, CEPAL, Banco Mundial, PNUD y ni hablar de PDVSA. Una de las mayores demandas de la sociedad venezolana estriba en contar con un liderazgo emergente nuevo y además con nuevas organizaciones políticas que permitan en un mediano y largo plazo salir del letargo en que esta sumida la oposición y buena parte de la sociedad en Venezuela.
(*) Politólogo