¿Debates inocuos?
Hace poco más de una semana el diario Últimas Noticias convocó a un foro sobre la situación y futuro de Caracas. En un mensaje no explícito nos dividió a los convocados en dos “equipos”: el de los defensores del “proceso” y el de quienes adversamos sus políticas excluyentes y violadoras de la Constitución nacional; como si estuviera por encima de las partes, el “ministro para la transformación revolucionaria” de la capital participó como invitado especial, a lo que uno podría preguntar: ¿y por qué no el Alcalde Metropolitano?
Al final uno de los convocantes estimó necesario destacar el clima de respeto en que se desarrolló el debate, cosa que calificó de extraordinaria en los tiempos que corren. No creo que sea eso lo importante: como lo cortés no quita lo valiente, es perfectamente posible expresar las críticas más duras sin ofender; lo realmente ofensivo a la inteligencia y madurez del contrario es callar, incluso edulcorar las críticas. En cambio habría que destacar que del lado “oficialista” se obviaron todos los temas realmente polémicos: desde los insistentes esfuerzos del Gobierno Nacional para asfixiar las autonomías locales hasta las violaciones a la Constitución ‑su Constitución- dirigidas a atar de manos a una Alcaldía Metropolitana independiente, insumisa ante los abusos del centralismo, así como a ignorar sus propuestas para la ciudad expresadas en el Plan Estratégico Caracas 2020.
Es ocioso esperar desacuerdos en temas como la necesidad de impulsar un modelo de ciudad que reduzca al mínimo los impactos ambientales, privilegie el transporte público sobre el privado o amplíe radicalmente la oferta de espacio público de calidad. La cuestión está en cómo se hace: ¿como graciosas concesiones desde lo alto, como cuando se ofrece “regalar” a la ciudad un parque en La Carlota (“a caballo regalado no se le mira el colmillo”), o a través de la auscultación atenta de las expectativas de los ciudadanos, articulada por sus legítimas autoridades?
En su intervención de cierre, sin sonrojarse, el ministro Sesto afirmó que la existencia de índices de espacio verde por habitante es una leyenda urbana, una ficción, y que a Caracas le basta con el Ávila. No vale la pena discutir semejante insensatez, comprensible solamente como coartada para el secreto en el cual su ministerio lleva adelante las intervenciones en Parque Vargas y la propuesta para La Carlota, donde todo indica que lo que se programa es, justamente, una real masacre de los espacios verdes. Convocar un concurso público para esta última sería un modo de abrir un debate trascendente sobre la ciudad, que permitiría discutir no sólo los temas del verde y el espacio público sino incluso las alternativas para la movilidad y el modelo de gestión urbana más idóneo. Pero justamente esto es lo más aborrecido por el autoritarismo posmoderno, necesitado de los debates inocuos para mantener las apariencias democráticas.