De todos modos lo amo Presidente
«Señor presidente, usted sigue siendo mi cucurruchito, mi libertador, mi alado ángel de la justicia. Yo, ¡¡se lo juro!!, me siento altamente consolada y fortalecida ante su discurso, su compasión, su solidaridad. Me pasa como algunos creyentes ante la Coromoto, San José o el Dr. José Gregorio Hernández; aunque hay gentes mal intencionadas que me recriminan y me echan en cara que éste último es más cumplido que usted. Allá ellos con su error o los injustos motivos de sus palabras.
Le cuento de mis privaciones. La escalera asimétrica de patriótica tierra venezolana, temible y feroz(preferiría, le confieso, traicionar esa tierra con una capa de concreto) que subo tarde de vuelta en mi empinado mundo, agotada y yerma luego de una pesada jornada de frituras y empanadas sacando hacia adelante a mis muchachos, no sin antes – le digo mi admirado comandante- de ser a veces despojada de mis esfuerzos por algunos pobres camaradas o camaradas pobres- sujetos que poseen su propia revolución, que no es pacifica pero si es armada- usted tendrá siempre una justa explicación de todo esto- vienen haciendo mucho más estrecho nuestro mundo de carencias y necesidades, y sólo, Presidente, paso por este berenjenal de peligros para irme a meter junto a los míos debajo de la nada.
Algún día- es inevitable los runrunes de este pensamiento- no serán mis vecinos los desaparecidos y nos tocará a nosotros, a mis hijos, a mi madre o a mi misma.
Yo sé que usted no está enterado de este asunto, que son cosas de sus despreocupados colaboradores, pero por favor entérese antes de que asesinen al último que pueda contárselo.
Quiero agradecerle también, mi Presidente, su programa Barrio Adentro. Los médicos cubanos realizan una labor importante y humanitaria bajo sus auspicios, pero no por ello debe descuidarse la dotación de los hospitales. No hace mucho – le cuento- una cuñada mía falleció por la falta de un medicamento derivado de la penicilina, un remedio que no era sofisticado y es de rigor su existencia en un centro de salud que merezca ese nombre. Tal vez, sólo tal vez, ¿ o sobra un cubano o falta un remedio..?
No hay trabajo, pero también hay un Mercal en este empobrecido sector. No todo el tiempo, pero a veces hay muchas cosas y a precios módicos y accesibles. Sin embargo, existen sólidos rumores de que los administradores y algunos que restriegan tener la camisa más roja que otros, obtienen ventajas ilegítimas causando un injustificado desabastecimiento. Yo sé que usted no sabe, pero se lo digo igualmente para que no ocurra cuando termine por saberlo, que fue- de por vida- saqueado por aquellos de quienes lo «adoran».
Señor presidente, no he querido aceptar becas, ni los obsequiosos regalos de su generosa administración, puedo estar privando a otros que los necesitan, seguramente, más que yo. Creo en el trabajo honrado, en el esfuerzo propio, en la superación puertas afuera de las barriadas de mi cruel realidad.
Mucho daño le viene causando a su gobierno el cuadre ideológico con su persona obligado por impostores, fanáticos y oportunistas excluyendo de sus destrezas, cooperación y amor al país de tanta gente buena y decente que yo conozco; incluso aquí mismo, donde vivo, ¿o debería decir sobrevivo? ; aunque sé que usted se encuentra ajeno el haberse percatado de esto, yo se lo soplo antes de que cuando lo sepa, de tanto falso amor a usted, Venezuela se parezca al barrio mío: Sin piso, las paredes y sin el techo.
De todos modos lo amo, Presidente
Josefina»