Opinión Nacional

De palo gallinero a país factible

Los tristes subalternos del odio – sobrevivientes todavía a la zafra del mal – no cesan en sus dicterios y descalificaciones – ¿a falta de pan, buenas son tortas? – contra el candidato de la Unidad democrática, contra la oposición en general incluyendo al pueblo, así como contra sus, hasta ayer, compinches de juergas y pillerías, que cometieron el pecado de dejarse descubrir sus corruptelas. Elías Jaua, El Aissami y Jorge Rodríguez se llevan las palmas en este brasear desesperado que revela la verdad: Tienen miedo. Están danzando en un tusero. Chávez se deteriora a mucha velocidad y, entre anuncios de salirse de la CIDH – Insulza lo dejó en ridículo por la ignorancia supina – crea súbitamente un Consejo de Estado, arbitrariamente postergado, que pudiera llegar a ser – y ojalá la sensatez se imponga – una junta de transición como vía para enrumbar el país por una senda de rectificación política sin traumas – que hasta pueda llegar a liberar presos políticos, salvando la honrilla del inmutable – pues, aunque no creo en arrepentimiento de cascabel, es que ya Chávez – que hace como si gobernara enviando órdenes por tuiter para que creamos que es posible aprender a bailar tango por correspondencia – no es asunto de buenos o malos deseos – “total falta de respuesta del cáncer a la radioterapia preocupa mucho” – sino de la lenta espera de un final inexorable – conjurado con rituales mágico-religiosos, entre sí excluyentes, y pócimas verbales, del que solo en Cuba conocen el cuándo, cómo y dónde: Algún día se sabrá la verdad sobre la responsabilidad de los cubanos en la mala praxis que agravó el cuadro clínico del insensato paciente, cuya paranoia por preservar el secreto de su vulgar mortalidad lo llevó a arriesgar su vida en manos de brujos comunistas, tan chismosos como cualquiera, mientras Fidel solo confía en médicos españoles, lo que evidencia la inmensa irresponsabilidad de Chávez con la nación. Pero lo cierto es que Venezuela navega al garete en un caos de denuncias de conspicuos corruptores de la justicia, confesiones sobre bandas del narcotráfico que han penetrado altas esferas del poder – “hay una guerra de carteles entre militares venezolanos”: Velásquez Alvaray – un malandraje moño suelto – “aquí manda el hampa” hasta en las cárceles – y protestas populares y sudores fríos – en el PSUV nadie se salva de picada de alacrán – y cada cual aprieta lo que tiene bajo el brazo y busca compinches del ayer para resguardar la mudanza. El giro es inesperado. “Sálvese quien pueda” parece ser la consigna, mientras se desgañitan cuatro o cinco ex encapuchados, prometiendo “el oro y el moro”, que espantan el pánico a punta de amenazas y paradas de burro. Las mismas arengas violentas y las ofertas manidas, conjugadas en futuro – ¡qué falta de imaginación! – que han tenido al pueblo al borde durante trece años sin otra esperanza de redención que el efecto placebo de la voz de Chávez en Aló presidente pintándole pajaritos preñados, y a los siete del patíbulo insistiendo que su proyecto es “pasarle el poder de decisión en las delicadas políticas de Estado, al pueblo organizado”, cosa que no hizo Fidel en 53 años ni la Unión Soviética en 70, embuste que no se lo cala nadie por muy circunspecta que sea la cara del embustero.

Lo que el pueblo quiere…

La realidad que nos devela el contacto cotidiano con la gente, es un pueblo que lo único que quiere es seguridad, servicios públicos eficientes y oportunos y empleo estable, con salario digno, que le permita la movilidad social que generó a la clase media venezolana, y ya el blablabla insoportable de Chávez lo dejó sin cera de oído – aunque un preocupante porcentaje de autistas sociales – no solo sin nada que perder sino con nada que ganar – lo apoyen sin percibir el torbellino del desagüe – por ello hay que salir al frente con propuestas viables de desarrollo, convocando, de una vez, la inversión privada, nacional e internacional, para emprender proyectos macros como los canales de trasvase del Caura a Guri y del Orinoco a Caracas; construir el puente a Margarita, tres millones de viviendas, otra siderúrgica y nuevas refinerías; unir Guayana con Oriente, Centro y Occidente por una línea férrea, desarrollar empresas aguas abajo al pie de las grandes industrias y estimular eficazmente el agro con criterio industrial y moderno, entre otros proyectos factibles que consumirían gran cantidad de mano de obra y cuya ejecución enderezaría las cuentas del país, porque lamiendo – como es la propuesta limosnera de Chávez – no engorda perro, y para ello es preciso, como ya lo ofreció Capriles, duplicar – para empezar con la meta de 10 millones de B/D para 2024 – la producción petrolera. Nada hacemos con el tesoro de la abuela en el desván… o en Cuba.

En conclusión

Si la gente que se apoderó del poder por equivocación popular, tuviera el menor sentido de responsabilidad con la patria, ya hubiera aplicado el artículo 233 de la Constitución y designado una junta médica que declarara la imposibilidad del presidente para ejercer sus funciones, y así asegurar la gobernabilidad de la república amenazada hasta por bandas delictivas paramilitarizadas. Pero como ya sabemos que eso es un imposible, lo conducente es asumir que el país ha sido devastado física y moralmente por el liberticida militarismo comunista corrupto y que es deber de los hombres y mujeres de conciencia ciudadana, con clara visión de patria, declararse en campaña permanente, usando todos los espacios y medios posibles, para develar, con pelos y señales, las groseras perversiones del gobierno, llevando una creíble promesa de cambio para la paz, la concordia y la productividad, para convencer al pueblo de incorporarse a la lucha diaria por el progreso del individuo, de la sociedad y del país, con las únicas herramientas que hacen posible lo probable: ¡Trabajo, estudio, responsabilidad!

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