De ostras y de arepas: de Nueva Orleans a Nueva York
24 horas en Nueva Orleans y 12 horas en Nueva York me permitieron viajar por el maravilloso mundo de las ostras y de las arepas. Por razones de trabajo estuve cerca de Nueva Orleans y pude quedarme un día en esa ciudad. Me sorprendió.
Esperaba verla aún mostrando las cicatrices de Katrina pero la verdad es que el corazón de la ciudad ya no las muestra (me dice el chofer del taxi que en los alrededores aún hay problemas). La ciudad es de una impecable limpieza, a lo largo de las majestuosas avenidas Canal, Poydras y otras paralelas. Las calles del centro de la ciudad están llenas de edificios nuevos o remozados, casinos, hoteles, oficinas, grandes tiendas. Es una ciudad que vibra de energía, con un inmenso domo para deportes y grandes universidades en su centro.
Que hacer en Nueva Orleans en apenas un día, unas doce horas netas? Mi decisión no es difícil: ostras y Dixieland.
Camino desde el hotel adonde he llegado, como a las once de la mañana, hacia la calle Iberville, del French Quarter . Allí hay dos “Oyster houses”, sitios donde se venden ostras frescas. Uno es el “Acme Oyster house”. El otro es “Felix”. El primer sitio nombrado solo abre a las once y media pero “Félix” está abriendo.
Allí entro y me siento. Una joven acude a preguntarme que deseo y le pido una docena de ostras y una copa de Chardonnay “Kendall Jackson”. Toma mi orden y me pregunta: “Es eso todo”? . Le digo que sí, al menos mientras tanto. En el menú hay muchas otras alternativas, incluyendo el clásico “Gumbo” y la especialidad de Nueva Orleans, los “crawfish”, unas langostas diminutas que se comen por libra y los Po’Boys, especie de gigantescos emparedados rellenos con lo que usted quiera meterle, incluyendo bagre frito, muy fresco.
La primera docena de ostras y el Chardonnay me llenan de una gran sensación de tranquilidad y paz interior cercana a la beatitud. Decido pedir “Gumbo” y otro “Chardonnay”. Ya con esto estoy bien para el desayuno.
Salgo a caminar el “French Quarter”. Tenía unos 30 años que no estaba allí. Poco ha cambiado. Las ventas de licores, las ofertas de jóvenes mujeres que se desnudan al bailar aún están allí. Lo nuevo que encuentro es que ahora también bailan y se desnudan los hombres. La liberación femenina ha llegado.
Las calles se han especializado: Bourbon Street sigue siendo la atracción principal de los turistas pero dista de ser la única. La música está concentrada en Frenchmen Street. En Magazine street hay docenas de tiendas. Hay otras calles que se especializan en galerías de arte. Hay para todos los gustos.
Hacia el puerto está el Casino “Harrah”, donde peirdo noventa centavos en una media hora. La ciudad es un tesoro por descubrir. Yo solo puedo concentrarme en las ostras y en el Dixieland. Visito a “Acme” en la tarde y me como otra docena de ostras y más “Gumbo”. Visito brevemente mi viejo sitio favorito de cuando era estudiante y pasaba por Nueva Orleans camino a casa : el “Old Absynthe House”, ya un poco deteriorado.
En la noche voy al bistró de Arnaud a comer la especialidad de la casa: camarones con una salsa “remoulade” y Bananas Foster, pero no antes de tomarme un par de Sazeracs, el coctel que hizo a Nueva Orleans famosa. Luego me dirigo a oir Dixieland hasta más no poder.
Nueva Orleans, Luisiana es un mundo diferente dentro de esta inmensa nación que es los Estados Unidos. La Luisiana rural y de los Bayous es un tercer mundo originalísimo, con comida extraordinaria y una forma de vivir que no encontramos en ninguna otra parte. Uno necesitaría un par de años para conocerla bien.
Y de allí salto a Nueva York, Brooklyn, para ser exacto. Allí, en Grand Street, que no es grand, está la Caracas Arepa Bar, un local siempre concurrido, con un mural donde reconozco a Poppy. Hay rones y otros licores venezolanos, jugos de parchita exquisitos y, fundamentalmente, arepas. A eso he venido. El problema que se me presenta es : “cual pido”?: La de pernil, la del gato (Queso Guayanés), la mulata ( caraotas), la pelúa ( carne mechada), la reina pepeada (pollo y aguacate)?
Tremendo dilema. Me decido por ninguna, sino por un Perico criollo, contentivo de arepa sin relleno, huevos revueltos, carne mechada, queso frito y una ración de tajadas y otra de tequeños. Puedo con todo.
Además, mientras espero, me traen unos “chips” de Ocumo que son una verdadera novedad para mí. Mucho mejores que los “chips” de papas y de los platanitos.
Ir al Caracas Arepa Bar es ir al re-encuentro de Venezuela. Me resulta difícil salir del local. Lo hago como si me fuera de nuevo al exilio.
Vivir en USA es vivir en múltiples mundos, todos amables, todos sonrientes. Una visita al Museo de Arte Moderno, calle 53, y su espectacular “gift shop” termina mi visita de 12 horas a Nueva York.