De los ascensos
La corporación armada atraviesa la época de graduación y promoción de sus oficiales, aunque la materia no despierta la libre inquietud e interés de propios y extraños, como ocurría antes. Imperfecto, el ascenso de la alta oficialidad dependía del parlamento, según nuestra larga tradición constitucional, incluida la doctrina bolivariana, pero ha resultado peor el remedio que la enfermedad.
Es el Comandante-en-Jefe el que decide exclusivamente esos ascensos y el resto de los venezolanos ni siquiera nos convertimos en espectadores, porque no existe la posibilidad de indagar verazmente sobre los motivos y razones que los produjeron, legitimando toda conjetura. Sesionando pocas veces al año, se nos ha dicho, la Comisión Permanente de Defensa de la Asamblea Nacional, no tiene competencia alguna en la materia, aunque pareciera que en ninguna otra, pues, la política militar tampoco sabe de la opinión, interrogación y evaluación de sus miembros.
Luego, la infranqueable alianza cívico-militar que constituye la clave del proceso inaugurado casi quince años atrás, es la de los altos estamentos, dejando para la población los más vistosos desfiles y el llamado a defenderla a cualquier costo. Y hasta la fecha patria misma, la de la Independencia, la confisca como una gesta que sólo la dirección político-militar revolucionaria interpreta y celebra, pretendiendo criminalizar a quienes osen preguntar por qué.